Angustia al recibir el aviso de que hay una embarcación en apuros o un naufragio, porque es gente en peligro que puede morir y, de hecho, muere (a alguna no la localizaron y, días después, aparecieron los cadáveres). Una mezcla de satisfacción y frustración cuando salvan vidas: satisfacción porque les están ofreciendo la posibilidad de salir adelante en un lugar en el que sentirse seguros es más fácil que en sus lugares de origen, y frustración porque la tragedia se repite y porque las trabas han ido aumentando hasta el punto de que ya es prácticamente imposible atender las peticiones de socorro. Y una enorme rabia al ver que los gobiernos europeos, para no tener testigos que sigan contando al mundo la cruda realidad, están dispuestos a dejar que mueran miles de personas. Rabia que se multiplica con la carta blanca y las devoluciones ilegales a Libia, un país que no respeta los derechos humanos como han constatado organismos internacionales como la ONU o Amnistía. Es lo que sienten voluntarios como Guillermo Cañardo, coordinador médico y jefe de misión de Proactiva Open Arms, que habla de crimen contra la humanidad aceptado por Europa.
Y sabe bien lo que dice porque en sus más de veinte misiones en el Mediterráneo en casi tres años ha escuchado cientos de veces la misma denuncia de mercados de esclavos, de violaciones, de abusos sexuales, de torturas y otras atrocidades contadas por quienes las han sufrido, a las que se suma un número indeterminado de asesinatos. Historias de seres humanos que -solo por ser tratados como tal- responden con infinita gratitud, porque, como nosotros, lo único que buscan es tener la oportunidad de estudiar o trabajar, aspirar ellos y sus familias a una vida digna, y vivirla sin hacerlo pensando cada minuto que los pueden matar. Recuerda su sorpresa cuando, después de un rescate nocturno muy complicado, uno de los auxiliados le dio las gracias en perfecto español, para luego contarle que en su país era profesor universitario de lengua castellana; la misma que se llevó cuando rescataron a aquella chica que había trabajado para una compañía aérea y que sabía ocho idiomas.
A veces, te ves superado
Confiesa Guillermo que a veces te ves superado por la situación, y cuenta -aún sobrepasado- el día que estuvieron solos durante horas (los demás barcos de auxilio habían llevado gente a puerto) para ayudar a 3.000 migrantes que esperaban el rescate en embarcaciones más que precarias; presas del nerviosismo, doscientos cayeron al agua y ellos -con el Astral repleto- les tiraron todo lo que tenían a mano, hasta garrafas de combustible vacías, para que se mantuviesen a flote: haces lo que puedes con lo que tienes y lo haces lo mejor que puedes, dice. Hubo muertos, pero habrían sido muchos más sin ellos. Están orgullosos porque han auxiliado a casi 60.000 personas y lo han hecho a pesar del boicot de muchos países y a la actuación de los mal llamados guardacostas libios. Explica que al principio cobraban de los traficantes por dejar que los barcos de migrantes partiesen, pero que –AK47 en mano- incluso llegaron a ayudar a las ONG´s en algún operativo de socorro; hasta que empezaron a cobrar de la UE y del nuevo Ejecutivo italiano por evitar que esas barcazas llegasen a territorio comunitario: dejándolas zarpar -eso sí- para interceptarlas en alta mar, quizás para cobrar por partida doble. Relata este médico aficionado a la navegación que les dispararon y que intentaron secuestrarlos porque eran los ojos que veían lo que pasaba y las voces que lo contaban.
Desde Proactiva Open Arms reiteran que Italia y la Unión Europea han diseñado una estrategia para eliminar a los incómodos voluntarios, que completa el cierre de fronteras. La retirada del pabellón al Aquarius, de SOS Mediterranée y MSF, por parte de Panamá ha sido el último capítulo. Una vergüenza, clama Guillermo Cañardo, que no ve un cambio de rumbo a corto plazo, a no ser una mayor radicalización por el avance de la ultraderecha. Pero está convencido de que el flujo migratorio es imposible de parar, y espera que Europa acabe por decidirse a actuar en los países de origen: la única solución, que él tiene claro todavía no han intentado porque los intereses económicos mandan sobre los humanitarios y prima el ansia de seguir expoliando África. Del Gobierno español valora los gestos aunque tampoco confía en que vaya a desmarcarse de sus socios.
Incluso amenazas de muerte
Ve a una parte de la sociedad española implicada y concienciada con lo que está pasando, destaca que si existen es gracias a ellos, a su apoyo económico y también moral; es consciente de que hay otra parte totalmente en contra y, sobre todo, un alto porcentaje de anestesiados, que lo ven como algo muy lejano que no les interesa, por eso defiende el trabajo de concienciación que hacen contando lo que han vivido en todo foro al que puedan llegar. Hay muchos que aplauden y reconocen su labor, pero también hay quien los acosa y hostiga, incluso con amenazas de muerte, acusándolos no solo de ser traficantes de seres humanos -como las autoridades italianas- sino señalándolos incluso como piezas de un plan para islamizar o invadir Europa. Él está muy tranquilo por haber podido ayudar a minimizar esta enorme tragedia.
La ONG cambia ahora de escenario: prevé que a partir de la próxima semana el Open Arms esté ya operando en el Estrecho de Gibraltar y el Mar de Alborán, colaborando con Salvamento Marítimo en una zona en la que presión migratoria se ha multiplicado en los últimos meses, lejos todavía de las cifras del Mediterráneo Central. Pero el Astral -su velero- partirá de nuevo en un par de días rumbo a Libia para seguir denunciando lo que sucede en la ruta marítima más letal, en la que no quedan testigos, e intentar actuar en la medida de sus posibilidades. Y no van a dejar la lucha. Guillermo intentará descansar dos o tres meses para volver con más fuerzas, porque el desgaste emocional es brutal. Lo explica quien se ofreció como voluntario después de ver en televisión imágenes de un operativo de socorro en Lesbos y está enganchado a salvar vidas. Tiene claro que, mientras haya héroes dispuestos a arriesgar la suya para poder vivirla con dignidad, habrá gente como él para tratar de que lo logren. Y se quita el sombrero ante esos cientos de miles de valientes porque él -asegura- no sobreviviría a la travesía.