Los grandes indicadores han dado por cerrada la crisis en España, pero esa mejora no ha llegado a toda la población: más de 12 millones de personas están en riesgo de pobreza o exclusión social (26,6% del total), según el indicador europeo Arope, que incluye hogares con ingresos inferiores al 60% de la renta media (8.500 euros anuales si hablamos de una persona), con carencia severa de bienes (no pueden calentar su casa, afrontar gastos imprevistos…) y con muy baja intensidad laboral. Arope, Cáritas o Cruz Roja apuntan que entre 3 y 4 millones de personas se encuentran en situación de pobreza severa y esa es una realidad que conocen bien los Bancos de Alimentos, de hecho la Federación que los agrupa (FESBAL) tiene muy presentes estos datos, como nos ha demostrado su director de Comunicación, Ángel Franco.
Hay 55 de estas organizaciones repartidas por todo el país, que el año pasado distribuyeron comida para 1,5 millones de personas, cifra que siguen manejando en este 2018, “lo que demuestra que la crisis no ha pasado”. Nos explica Ángel Franco que una parte de la población ha quedado al margen de esa recuperación, excluida de ella: hablamos de familias con todos o algunos de sus miembros en paro, de familias monoparentales con una mujer al frente, de viudas y jubilados con prestaciones mínimas, de inmigrantes e incluso de “trabajadores pobres” -quienes pese a tener un empleo éste es tan precario que no les permite salir adelante-. “Ellos tienen que seguir recurriendo a las ayudas”, y es ahí donde cobran gran importancia los Bancos de Alimentos (el primero se creó hace 32 años en Barcelona) que, en 2017, distribuyeron casi 152 millones de kilos de comida a través de las más de 8.000 entidades con las que colaboran: oenegés, comedores sociales y parroquias de distinto credo. “No llegamos al cien por cien, pero hacemos todo lo que podemos para intentar paliar -en la medida de lo posible- la difícil situación que atraviesan decenas de miles de familias, aportando nuestro granito de arena”. Tres décadas después, con intensos cambios económicos y sociales, los grupos de riesgo no han variado: niños, mayores y mujeres (en este caso, también inmigrantes). Y eso en una época en la que las aulas están copadas por mujeres, ellas son las que tienen mejores expedientes…Es el resultado de una brecha cuya consecuencia es la precarización de quien se ha de hacer responsable (a todos los niveles, no solo económico) del equilibrio familiar.
Una gran empresa con el 96% del personal voluntario
Funcionan como una gran compañía, que tendría unos 3.200 trabajadores, en la medida que necesitan organizarse y repartirse tareas, teniendo muy claro qué debe hacer cada uno (solo en Madrid se mueven 80.000 kilos de alimentos a diario). Sin embargo en el capítulo de tesorería, no tienen nada que ver con el mundo empresarial. Lo destinado a salarios es mínimo porque el personal contratado representa apenas el 4%; el resto del personal son, en su inmensa mayoría, jubilados o prejubilados “que aportan sin pedir nada a cambio su tiempo, sus conocimientos, su bagaje profesional y personal y, sobre todo, su entusiasmo”, nos dice Ángel Franco; como él mismo, periodista jubilado. También es mínimo lo que pagan por las instalaciones (almacenes y locales), muchos de ellos cedidos por las Administraciones Públicas, que además subvencionan parte de los gastos administrativos y de funcionamiento. Cuentan con empresas que les hacen llegar ordenadores cuando cambian los suyos, que les donan furgonetas, incluso tienen convenios con constructoras que les realizan reformas y/o ampliaciones, con la banca…
“Es la responsabilidad social corporativa, hacen un esfuerzo que para ellos también tiene una importante repercusión social. Su colaboración, como la de productores o grandes superficies y, sobre todo, el impagable trabajo de nuestros voluntarios, es lo que nos permite maximizar cada euro que recibimos en comida”.
De dónde proceden los alimentos que distribuyen
El director de Comunicación de los Bancos de Alimentos nos explica que casi un tercio de la comida que reparten por todo el país les llega de las instituciones europeas y españolas a través del FEAD (Fondo Europeo de Ayuda a las personas Desfavorecidas), financiado en un 85% por Bruselas y en un 15% por Madrid, canalizado a través del FEGA (el Fondo de Garantía Agraria, dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación). Desde 2014 -y hasta 2020- reciben 45 millones de euros anuales en alimentos no perecederos, que conforman una cesta básica atendiendo a criterios nutritivos, de calidad y de variedad, que el Gobierno compra mediante una licitación pública. En estos momentos se está negociando el siguiente período de ayudas en el que, además de la distribución de comida, se pondrá el acento en medidas orientadas a lograr la inclusión social de los más necesitados. De ahí que FESBAL ya se esté preparando para proporcionar también herramientas que faciliten su inserción laboral.
Alrededor de otro 30% de la comida lo consiguen mediante donaciones de particulares en la Gran Recogida -que se celebra este fin de semana- y en las Operaciones Kilo que organizan de forma periódica los distintos Bancos de Alimentos. El resto lo reciben de la industria (grandes superficies y grandes fabricantes fundamentalmente), bien porque se aproxima la fecha de caducidad de los productos (que no es la fecha de consumo preferente), bien porque no han funcionado o porque han hecho cambios en sus líneas de producción; de la retirada de excedentes (en el caso de las frutas y verduras tienen un convenio con FEGA para poder transformarlos en zumos); y de la restauración. Ángel Franco quiere dejar claro que “nuestro primer objetivo es proporcionar alimentos a quien los necesita y el segundo combatir el desperdicio alimentario”.
En España se tiran a la basura unos 8 millones de toneladas anuales de comida, casi la mitad en nuestras casas. “Nosotros damos charlas para concienciar en colegios y centros de todo tipo, explicando lo que hacemos, cómo lo hacemos y cómo se puede echar una mano: aprendiendo a consumir y, en el caso de que haya excedentes, haciéndonoslos llegar. Y es lo mismo que le transmitimos a la industria de la distribución, con la que colaboramos día a día con muy buenos resultados, o a los productores: tenemos la capacidad necesaria para llevarle a la gente que peor lo está pasando esos alimentos que ellos no quieren porque son feos o porque los precios han caído, así que no tienen por qué destruirlos”. Todos deberíamos implicarnos en esta lucha, sabiendo que la educación de los más pequeños es fundamental, un trabajo de fondo que empieza a dar resultados, que se hacen cada vez más visibles en las campañas que están poniendo en marcha.
“Sé protagonista”, el lema de esta Gran Recogida
“Sin una correcta alimentación no hay salud, tampoco educación ni cultura, porque la alimentación es la base sobre la que se asientan. La gente lo sabe y el caso de España es un caso de extraordinaria solidaridad”, es lo que nos dice el director de Comunicación de FESBAL, que somos líderes en Europa con 0,65 kilos donado por persona y año, por delante de Portugal y con países como Francia o Italia a mucha distancia. “Cuando hacemos llamamientos como el de este fin de semana (30 de noviembre-1 de diciembre, hasta el 2 de diciembre en Madrid) los ciudadanos siempre responden”.
El objetivo es recoger entre 21 y 22 millones de kilos de productos, los últimos años lo han conseguido y están convencidos de que este lo volverán a lograr. Para eso también necesitan que haya personas que donen su tiempo: 130.000 voluntarios dispuestos a dedicarles por lo menos 4 horas (“¡qué son 4 horas!”) para animar a la gente que va a hacer la compra estos días a gastar un poco más pensando en aquellos que no tienen recursos. Destaca Ángel Franco que hay empresas cuyos trabajadores acuden a colaborar en grupo, así como institutos y colegios. “lo que demuestra que también las nuevas generaciones están dispuestas a implicarse”. Y su colaboración también es fundamental en la fase de clasificación: después de trasladar todo lo recogido a los locales toca repartirlo en lotes, atendiendo al tipo de alimento y, sobre todo, a la fecha de caducidad. “Se trata de ser lo más ágiles posible para que no se pierda nada, para evitar generar nosotros mismos desperdicios y en eso nos ayuda mucho el programa informático con el que trabajamos, creado especialmente para nosotros”.
Estrictos controles
El control al que deben someterse es absolutamente exhaustivo -por parte del Ministerio de Sanidad y del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación- y las autoridades sanitarias obligan a la Federación Española de Bancos de Alimentos a realizar visitas periódicas a las oenegés, a los comedores sociales y parroquias para comprobar que en sus instalaciones tienen lo necesario para preservar la comida que les hacen llegar para que ellos la repartan: tienen voluntarios que se encargan de realizar esa labor de inspección y de trasladarles después los datos.
Asegura que tanto las instituciones europeas como las españolas controlan estrictamente las distintas partes de la cadena: desde que los alimentos llegan a los Bancos en perfectas condiciones, hasta que han sido distribuidos en tiempo y forma, y quiénes han sido los beneficiarios. FESBAL se somete además a una auditoría anual y debe cumplir todos los criterios de buenas prácticas de la Fundación Lealtad para mantener el Sello ONG Acreditada que esta institución sin ánimo de lucro concede desde 2001 buscando fomentar la confianza de la sociedad en las organizaciones no gubernamentales. “Máxima transparencia y control para que los que colaboran con nosotros tengan claro que pueden hacerlo con total confianza, porque los escándalos en el sector de la cooperación nos afectan a todos”.
Dice el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU que “el derecho a la alimentación adecuada se ejerce cuando todo hombre, mujer o niño -ya sea solo o en común con otros- tiene acceso físico y económico en todo momento a la alimentación adecuada o a medios para obtenerla”. Y la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, añade que la realización de este derecho “no es meramente una promesa que debe cumplirse a través de la caridad: es un derecho de cada mujer, hombre y niño que debe hacerse efectivo a través de acciones apropiadas por parte de gobiernos y actores no estatales”.