La risa es una de las mejores medicinas, sino la mejor: genera hormonas que contribuyen al bienestar físico, tiene efectos terapéuticos sobre la salud mental, es un analgésico natural, ayuda a la recuperación de los pacientes, en opinión de algunos especialistas fortalece el sistema inmunológico y previene enfermedades…, y ahora se ha constatado que su acción disminuye la sintomatología del estrés postraumático en niños que han vivido un conflicto bélico, no solo ayudándoles a mejorar su estado de ánimo sino también su comportamiento social. Es la conclusión a la que ha llegado la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona tras evaluar el impacto de uno de los proyectos de Payasos Sin Fronteras, una ONG que lleva un cuarto de siglo haciendo reír a pequeños -y también a mayores- que atraviesan situaciones extremadamente difíciles. Nos cuenta su gerente, Carlos Requena, que “queríamos poder dar respuesta científica a una pregunta que hemos estado arrastrando todos estos años, porque había gente que nos decía: Muy bien, vais allí, hacéis reír a la gente un rato, ¿y después qué?”. Dice que ellos siempre han tenido claro que su labor resulta muy útil desde el punto de vista emocional y psicológico: “siempre lo hemos sabido porque hemos vivido situaciones sorprendentes mucho tiempo después de haber estado en un lugar”. Y pone un par de ejemplos: en uno de sus viajes a la antigua Yugoslavia (donde empezó todo) se encontraron con una mujer que guardaba el confeti de uno de los espectáculos que había visto siendo niña; y en la presentación en la sede del FMI de Clowns Without Borders USA, una funcionaria del organismo contó que todos en su familia recordaban -todavía ahora- cada uno de los años durante los cuales Payasos Sin Fronteras había visitado los campos de refugiados de la ex Yugoslavia en los que habían estado: “Que se acuerden de ti dos décadas después, emociona; nos quedamos patitiesos”, confiesa.
Explica que ahora eso que ellos -y quienes los apoyan- ya sabían se ha visto corroborado por expertos, por eso asegura que están viviendo el segundo momento más importante de su historia después de la fundación, porque por fin tienen la evidencia científica con la que seguir luchando pacíficamente por “tratar de conquistar también los corazones de la gente más racional y más fría, que lo mira todo con estudios en la mano”. Esperan que esto les sirva para sumar adeptos a su causa. Dicen que han comprobado que su medicina tiene efectos sobre los niños, pero están convencidos de que sucede lo mismo en el caso de los adultos, “porque las emociones positivas son muy útiles para todos los que viven situaciones de este tipo tengan la edad que tengan; se refleja en sus caras cuando ven reír a los más pequeños y cuando ellos mismos se ríen”. Y es que “los niños son la prioridad, el pretexto -si tú quieres-, porque, con ellos como centro, trabajamos para todos los que están a su alrededor”. De hecho, apuestan por dirigirse a las familias buscando multiplicar el impacto de su labor.
Payasos Sin Fronteras son sus más de mil artistas
Mucha gente pensará que es fácil hacer reír, aunque a mí me parece sumamente difícil, pero ¿diríais que es fácil sacar una sonrisa a quién ha tenido que dejarlo todo atrás por la guerra, a quién ha tenido que huir para salvar la vida o a quién lo ha perdido todo por una catástrofe natural? Pues eso es lo que llevan haciendo los artistas que han formado o forman parte de Payasos Sin Fronteras desde hace ya casi 26 años, alrededor de 250 en la actualidad, más de mil a lo largo de todo este tiempo. Y, pese a lo que pueda parecer desde fuera, la respuesta es que, “no siendo fácil, porque hablamos de situaciones muy duras, resulta muy gratificante; en ocasiones, incluso más que hacer funciones en teatros o salas en España o en cualquier otro país europeo”. Explica Carlos Requena que aquí los niños “son, en general, más distantes y están aburridos con tantas posibilidades de ocio como tienen a su alcance, por lo que cuesta mucho conseguir que se metan en el espectáculo”. Cuenta que el panorama ha cambiado algo en la última década con la crisis, “una crisis que parece que tiene intención de quedarse”, y es que la ONG también tiene proyectos en España, en el ámbito de la exclusión social. “Aun así -asegura- la inmensa mayoría de los chavales sigue teniendo muchísimas más opciones que, por ejemplo, los que viven en la Franja de Gaza, donde la actividad recreativa es inexistente y donde ver un payaso es algo alucinante; lo pasan genial, se vuelven locos y eso es algo maravilloso para los artistas”.
Artistas “de una gran calidad humana -destaca- que están deseando participar en nuestras giras, hasta el punto de que en la oficina tenemos muchos problemas para organizarlo y lograr que todos estén contentos porque, por desgracia, nuestros recursos son limitados”. Son profesionales que colaboran como voluntarios y que no solo no cobran nada por su trabajo sino que además pagan. Desde hace unos años, para compensar la bajada de las ayudas por la crisis, decidieron en asamblea que cada uno pondría, a modo de aportación, el 25% del coste logístico de los proyectos en los que participa; “se dan ellos mismos e incluso contribuyen con dinero para poder seguir realizando el mayor número de viajes posible y llegar así a cuantas más personas mejor”.
“Hay que saber gestionar la energía”
Afirman en Payasos Sin Fronteras que los niños y los adultos que atraviesan situaciones tan críticas como las que han visto en la ONG valoran enormemente que los tengan presentes, que haya quien se acuerde de ellos y se desplace hasta donde están para regalarles un espectáculo con el que hacerles reír. Cuenta el gerente que los artistas van con las pilas cargadas a tope, porque lo que hacen es “traspasar esa energía positiva que ellos tienen a quienes ven la función”. Explica que, precisamente por eso, no pueden permanecer demasiado tiempo en la zona, expuestos a situaciones tan crueles, “porque se quedarían sin esa energía, el contexto se los comería y no serían capaces de hacer reír”. Estar poco tiempo allí -dice- les permite volcarse y dar todo lo que tienen dentro; “cuando la energía empieza a consumirse es el momento de volver a España”. Y regresan “muy tocados por lo que han visto; eso sí, nada comparable con lo que viven los expatriados de las organizaciones no gubernamentales”.
Muchas veces les han preguntado porqué no forman a gente local como artistas, para que sigan realizando su labor cuando ellos se van, y la respuesta que dan está relacionada con todo lo anterior: “sería imposible, porque al vivir un día a día tan tremendamente duro carecen de la energía positiva necesaria para darle al público lo que espera o lo que necesita, que son funciones frescas y alegres”.
Gracias a l@s soci@s y colaborador@s
Carlos Requena tiene claro que si han llegado hasta aquí -además de por el compromiso de los artistas- es gracias a todas esas personas que los han apoyado y los siguen apoyando de forma prácticamente incondicional. Reconoce que también ellos han notado los efectos de la crisis -ya lo apuntábamos antes- pero destaca que, a pesar de todo, han mantenido gran parte de los socios y donantes, y se lo agradece “de corazón”; también a los que se han visto obligados a priorizar y han tenido que retirarles su aportación “aunque no su apoyo, un respaldo que seguimos notando”, asegura.
Los socios son un pilar fundamental, pero también reciben aportaciones de empresas, de entidades, y de Administraciones Públicas, y sostiene que el no depender de una única fuente de financiación les ha permitido -y les permite- mitigar el golpe de la crisis. Se queja de que los poderes públicos “desaparecieron del mapa durante varios años” y cree que “algunos no volverán a aparecer en escena”. En este sentido, valora la implicación del Ayuntamiento de Barcelona, “el que se ha mantenido más fiel”, y dice que “del resto no se salva nadie”. A la espera de ver lo que pasa con el actual Gobierno, critica sobre todo al Ejecutivo de Mariano Rajoy, pero también a la Generalitat de Catalunya, si bien admite que “parece que últimamente se está despertando”. Entiende que ahora las prioridades son otras, pero afirma que “se debe seguir apostando por la cooperación y por la ayuda humanitaria: porque es de justicia, y porque es imprescindible tanto para evitar crisis como la migratoria que estamos viviendo como para garantizar la estabilidad a nivel internacional”.
Cómo empezó todo y dónde están
Están a punto de cumplir 26 años -“que se dice pronto”- y no se cansan de repetir que todo empezó en plena Guerra de los Balcanes, gracias a los chavales de un colegio de Sarriá (Barcelona) que, junto con otras escuelas de distintos países -una de ellas de Croacia-, pensaron que a través de la risa podían ayudar a los niños que estaban siendo azotados por el conflicto y se les ocurrió trasladarle la propuesta a Tortell Poltrona, un conocido payaso muy vinculado con el barrio que recogió el guante sin pensarlo dos veces: “ni corto ni perezoso, se lanzó a intentar hacer realidad esa expedición”. Así fue cómo surgió la primera gira y, al poco tiempo, Payasos Sin Fronteras.
Son muchos los proyectos que tienen, centrados en Oriente Próximo, donde trabajan con los refugiados de Siria e Irak en Líbano, el norte de Jordania y el Kurdistán iraquí; siguen trabajando en América, sobre todo en Colombia con los desplazados internos; en África: en Etiopía, que acoge a muchos refugiados de países vecinos en guerra como Sudán, Eritrea o Somalia, y en Costa de Marfil, Burkina Faso o Angola; y en Ucrania, con los desplazados por el conflicto del Donbass. Prestan también su ayuda en España, como consecuencia de las secuelas de una situación de empobrecimiento progresivo que parece no tener fin, fundamentalmente en Barcelona y Madrid, “porque pensamos que la crisis no ha terminado, ni mucho menos”. Aclara Carlos Requena que trabajan allí donde pueden pero que, como no tienen recursos infinitos, deben priorizar y priorizan en los países que acogen un mayor número de refugiados.
Hoy en día hay organizaciones hermanas de Payasos Sin Fronteras en EE.UU, Canadá, Sudáfrica, Suecia, etc., y cada una de ellas viaja a distintas zonas, cubriendo así casi todos los lugares con mayor población refugiada y con más desplazados internos a causa de conflictos armados o catástrofes naturales. No se quejan, pero saben que con más capacidad económica podrían hacer más giras y llegar a más niños y niñas y a más familias allí donde ya están; por eso aprovechan las fechas en las que nos encontramos para hacerles su petición a SS.MM los Reyes Magos de Oriente: “Que podamos aumentar nuestra presencia en los países en los que ya tenemos proyectos, para redoblar así el alcance de nuestro impacto”. ¡Ojalá lo consigan!
P. S. La fotografía que ilustra el post es de ©Kim Manresa PSF
Felicidades por este fantástico artículo que nos recuerda la maravillosa labor que realiza esta organización no gubernamental para llevar la felicidad a cientos de niños y niñas que viven en zonas de conflictos y para promover la solidaridad.
Me gustaMe gusta