“Los ludópatas son cada vez más jóvenes, y el Estado es el principal beneficiado por los juegos de azar»

Tensión, ansiedad, irritabilidad, baja autoestima, sentimiento de culpa, deterioro de la comunicación con la familia. Mentiras constantes, disminución de la atención, de la concentración y del rendimiento, cuantiosas deudas, comisión de actos ilegales, depresión, conductas autolesivas, suicidio, etc. Estos son los síntomas y las consecuencias que acarrea la ludopatía, reconocida por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad, que ha sido incluida en el grupo de patologías relacionadas con los Trastornos de los hábitos y del Control de los impulsos, y que es considerada una adicción sin sustancia, aunque suele ir acompañada de alguna o de varias de ellas como el alcohol o el tabaco. Si se considera una enfermedad y una adicción, ¿cómo es posible que no se trate como tal y se permita el patrocinio de todo tipo de eventos deportivos y el bombardeo de publicidad de los operadores de juegos de azar que sufrimos a diario en televisiones y radios, que además suele estar protagonizada por personas famosas, con gran influencia en ciertos sectores de la sociedad? La respuesta nos la da Juan José Lamas, director técnico y fundador de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR): “Porque no está regulada; existe solo un código de buenas prácticas que dicta principios para la autorregulación del sector, con una mínima supervisión por parte del organismo independiente de la industria publicitaria Autocontrol, pero no tiene régimen fiscalizador ni sancionador”.

  En 2015 inició su tramitación parlamentaria el Real Decreto para desarrollar la Ley del Juego de 2011 en materia de publicidad y juego responsable, cuyo principal objetivo era garantizar un grado suficiente de protección a los consumidores, con especial atención a los menores, que tienen prohibido el acceso a los juegos de azar, por lo menos en teoría; pero, desde finales de ese año y durante más de 10 meses, el Gobierno estuvo en funciones, “por lo que lo metieron en un cajón”; recuerda que se retomó a finales de 2017, “pero volvió a quedar en un cajón, y ahí sigue”. El acuerdo presupuestario firmado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a principios de octubre incluye la aprobación de una regulación de la publicidad del juego y apuestas en línea de ámbito estatal similar a la que hay para el tabaco. Unos días después de esa rúbrica, el Congreso -con el voto a favor de todos los partidos excepto el PNV, que se abstuvo- sacaba adelante una moción instando al Gobierno a poner en marcha medidas que palíen la creciente adicción a las apuestas en línea, a limitar la instalación de locales de apuestas cerca de centros educativos, a regular la publicidad con criterios de salud pública y a realizar campañas de información sobre los riesgos, los efectos y secuelas de la ludopatía. El Ejecutivo se comprometió entonces a sacar el Real Decreto del cajón, pero todavía no lo ha hecho; el propio Juan José Lamas nos decía, cuando lo entrevistamos, que acababa de reunirse con el subdirector general de Regulación del Juego, Guillermo Olagüe, que le había reiterado que está a punto de ver la luz, pero aclaraba que lo mismo le ha estado diciendo todo el año, añadiendo que él no va a desistir.

La Administración, el mayor operador de juegos de azar

  El responsable de FEJAR lo tiene claro: “estamos ante una actividad que mueve más de 40.000 millones de euros al año -con lo que eso representa en impuestos para las arcas públicas, también para las autonómicas- y lo que la Administración central no quiere es acabar con la gallina de los huevos de oro; menos todavía teniendo en cuenta que es el mayor operador de juegos de azar, a través de Loterías y Apuestas del Estado y de la ONCE, que gozan además de un régimen especial dentro de la publicidad y de la operativa del juego”. Y se queja de que a pesar del dinero que gana y que recauda en impuestos “apenas invierte en tratar a los que padecen esta enfermedad y tampoco lo hace en campañas de información y sensibilización”, una de las principales demandas de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados: “Ahora en la radio ya no escuchamos un partido de fútbol sino casi dos horas de anuncios de casas de apuestas deportivas, y eso a pesar de que nosotros llevamos tiempo solicitando que eso se limite o, por lo menos, que por cada 2 anuncios de ese tipo se incluya un mensaje de prevención”, explica.

  Entiende que la prohibición no es una alternativa en el caso de una actividad legal y regulada, y lo compara con el sector automovilístico: se pueden fabricar coches que superan los 200 kilómetros por hora, pero existen límites de velocidad y normas de obligado cumplimiento, además de agentes de la Guardia Civil de Tráfico para penalizar las infracciones e intentar que la gente no haga locuras; asegura que con el juego tendría que ser igual, “cuando lo que se hace es justo lo contrario, potenciarlo continuamente”. La cifra que da debería servir para reflexionar: afirma que el 94% de la población española participa en algún juego de azar y que, de ese porcentaje, más del 1% son adictos, con lo que estaríamos hablando de más de 400.000 personas. Pero no son solo esas -que ya serían demasiadas- sino que hay que multiplicarlas, como mínimo, por el número de miembros de la unidad familiar, los amigos, y muchas veces los compañeros de trabajo, “ya que la adicción al juego tiene un impacto devastador en todo el entorno del ludópata, y no únicamente en él”. Por eso es contundente al afirmar que las autoridades no pueden desentenderse, porque el jugador adicto “es un usuario de su propia operativa de actividad económica”. El Defensor del Pueblo ha recordado a los poderes públicos que están obligados por mandato constitucional a facilitar la adecuada utilización del ocio -artículo 43.3-, avisándolos de que la proliferación de casas de apuestas, la difusión sin control del juego y la publicidad intensa representan un peligro para los jóvenes. Y ha iniciado una actuación de oficio.

Cambio de perfil: cada vez los ludópatas son más jóvenes

  Desde FEJAR explican que en los últimos años no se ha producido un aumento significativo del número de ludópatas, otra cosa -aclaran- es el número de usuarios del juego, que sí se ha incrementado desde la legalización de las apuestas online, siendo seguro que una parte de ellos llegarán a comportar una situación patológica. Lo que les preocupa es el cambio de perfil del adicto al juego que se ha producido, que ellos han podido y pueden constatar en los 26 centros que tienen repartidos por España: “Antes se trataba de un hombre de 40-45 años, casado, que llevaba siete o más años jugando y que lo hacía casi exclusivamente a máquinas tragaperras; ahora la media de edad ha bajado a entre 26 y 35 años, pero cada vez son más los jóvenes de 18 a 20 a los que atienden, jugador de apuestas deportivas o juego online, que lleva apenas 1 o 2 años jugando, y muchos de ellos empiezan siendo menores. Nos explica el director técnico de la Federación que uno de los mayores peligros del juego online es que pasa mucho menos tiempo desde que uno empieza a jugar hasta que ya no es capaz de dejarlo, un par años como mucho, cuando en el juego presencial eran siete o más.

  ¿Qué significa todo esto? “Que se le está haciendo un gran daño a un segmento de la población que todavía no tiene estrategias para poder afrontar la situación, y es precisamente en él donde se centra la publicidad, con campañas agresivas que incluso rayan la ilegalidad, porque tienen una población diana de 16-18 años cuando es la mayoría de edad la que marca legalmente el acceso al juego”. En este punto, Juan José Lamas pone el acento en los famosos que protagonizan esas campañas, muchos de ellos reconocidos deportistas como Cristiano Ronaldo, Gerard Piqué o Rafa Nadal, que pasan de ser ejemplo para los más jóvenes con el esfuerzo diario, la constancia y el entrenamiento, a transmitir el mensaje de que “el juego te va a convertir en una persona VIP, normalizando algo que no es normal e intentando reducir la ludopatía a algo marginal. A eso le suma el hecho de que los controles de acceso para impedir que jueguen menores son mínimos, por lo que se crea el caldo de cultivo ideal -dice- para que a las asociaciones lleguen chavales de 18 años que llevan ya dos jugando: “si se inician más tarde, cuando tienen herramientas para enfrentarse a ese bombardeo publicitario, el índice de prevalencia de adictos caerá”, sentencia.

“No hay que sentir vergüenza”

  Tras casi tres décadas ayudando a jugadores de azar a rehabilitarse, en FEJAR destacan que la motivación para el cambio de un chaval es muy superior a la de una persona de más edad, pero también explican que la percepción del riesgo es mucho menor, por lo que es más difícil que admita que tiene un problema: “esto ha implicado modificaciones en las estrategias de intervención, pero siempre -repiten- con el mismo enfoque y con el mismo objetivo”.

  Lo que no ha cambiado es lo que lleva a un ludópata a pedir ayuda: es su entorno el que lo empuja a dar el paso (la pareja, los hijos, los padres…), porque, por lo general, “sigue sin verse como un adicto, en gran medida por esa publicidad tan agresiva que le hace creer que si Nadal puede jugar sin que eso implique que tiene un problema, él también lo puede lograr”. Habla Juan José Lamas del estigma social que hace que muchos ludópatas sientan vergüenza, “porque el mensaje que reciben es el de que la mayoría de la gente juega sin que eso tenga mayores consecuencias; en cambio, si ellos se pasan es porque tienen vicio, porque son malos padres, malos hijos, etc., lo que les acaba creando un gran complejo de culpabilidad”; algunos llegan a tal extremo -dice- que incluso prefieren reconocer el vicio, que entienden como algo controlable, antes que la pérdida de control, porque eso les haría tener que plantearse dejar de jugar. Asegura que ese sentimiento de vergüenza queda atrás en el proceso de rehabilitación, porque lo primero que se les hace ver es que el paso que acaban de dar es lo más inteligente que han hecho: “cuando uno está enfermo va al médico, toma lo que le receta y, en muchos casos, se recupera; y esta es una enfermedad, por lo tanto nadie tiene que sentirse culpable o avergonzado, lo que tiene es que sentirse responsabilizado e intentar ponerle remedio para poder vivir”.

“Los Derechos Humanos son demasiado importantes como para dejarlos solo en manos de los Gobiernos”

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes; en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él en cualquier país; todo individuo tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, así como a la libertad de opinión y de expresión; todos tenemos derecho a la educación y al trabajo, y a un nivel de vida adecuado que nos asegure la alimentación, la vivienda, la asistencia sanitaria…Siempre sin distinción de raza, color, sexo, idioma, origen -nacional o social-, posición económica o lugar de nacimiento. Es lo que dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que acaba de cumplir 70 años y que hoy no saldría adelante. No lo digo yo, que también, sino Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España (AI), convencido de que no habría consenso para sacar adelante un texto como ese porque, además de entrar en juego más países -la Declaración la firmaron medio centenar-, “hay Gobiernos que no creen que los Derechos Humanos sean fundamentales, que los niegan y los violan a diario desde su misma esencia”. Y pone ejemplos: la Administración Trump no cree que todos los seres humanos seamos iguales, la de Rodrigo Duterte en Filipinas tampoco, igual que la de Vladimir Putin en Rusia o la de Viktor Orbán en Hungría, no digamos China, donde se viene practicando una dura represión desde hace décadas.“Lo cierto es que cada vez hay menos Gobiernos que defiendan los Derechos Humanos como política, por eso cada vez es más difícil llegar a acuerdos sobre migración, sobre refugiados, sobre cambio climático… Y precisamente lo que necesitamos son Gobiernos que defiendan sin complejos la igualdad, la libertad y la dignidad, que es lo que defiende, en general, la mayor parte de la sociedad civil”; no obstante, que muchos de los Derechos Humanos se pisoteen a diario -dice- no resta trascendencia a lo conseguido siete décadas atrás.

Cuando algo empieza ya no hay marcha atrás

  La esencia de los Derechos Humanos es, para Esteban Beltrán, el principio de que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, como reza el artículo 1 de su Declaración. “Que nadie es mejor o peor porque tenga un determinado sexo, piense diferente o haya nacido en este o en aquel país”. Considera que eso fue lo revolucionario hace 70 años y lo que marcó un cambio muy importante en la historia de la humanidad. Recuerda que, no siendo vinculante, impulsó todo un corpus legal que ha supuesto grandes avances: 156 países han firmado la Convención contra la Tortura, 142 han abolido la pena de muerte, ha hecho que los códigos penales cambien, ha permitido que numerosos criminales hayan comparecido y comparezcan ante tribunales nacionales e internacionales y que mucha gente haya podido y pueda reclamar sus derechos ante esas mismas cortes (Tribunal Penal Internacional, Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Corte Interamericana de Derechos Humanos); y, por otra parte, ha contribuido a que surjan un gran número de organismos de defensa de los Derechos Humanos, “que han dejado de ser argumentos morales para convertirse en materia de obligado cumplimiento, y cuando un movimiento así comienza no hay marcha atrás, por eso lo importante es empezar”. De nuevo un ejemplo: el Tratado sobre el Comercio de Armas, firmado en 2013 por apenas un grupo de países y que ya han rubricado 130. “Por supuesto que hay cosas que celebrar, lo que pasa es que todavía queda mucho por hacer”, afirma, destacando especialmente la necesidad de responder a una parte muy importante de la población a la que se le ha fallado durante todos estos años: las mujeres.

¿Por dónde empezar? Porque “la situación es muy grave”

  Explica el director de AI España que “lamentablemente, hay que empezar por mantener lo que tenemos y no dejar que nos arrebaten el principio de que todos nacemos libres e iguales. No podemos permitir que las políticas de odio al otro (a las mujeres, a los inmigrantes, a los homosexuales…) impulsen una agenda que niega la igualdad”. Dice el secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naidoo, que estamos en una situación parecida al auge del fascismo en la década de los 30 del siglo pasado, que culminó en el Holocausto y acabó teniendo como respuesta esa Declaración Universal de los Derechos Humanos, y Esteban Beltrán le da la razón: “es muy grave, porque por primera vez hay Gobiernos democráticamente elegidos que niegan los derechos a las mujeres, demonizan a los inmigrantes y a los refugiados tratándolos como delincuentes, etc., y a eso hay que sumarle una desigualdad flagrante -como en la década de 1930- fruto de una crisis económica brutal que ha hecho que el derecho a una educación elemental gratuita esté en riesgo o esté siendo violado, así como que el acceso a una vivienda sea un problema grave incluso en países como España”.

  Con este nivel de desigualdad y la proliferación de los discursos del odio, dice, uno no puede evitar recordar al ministro de Propaganda del nazismo -Joseph Goebbels- refiriéndose a judíos o bolcheviques como “infrahumanos”; tampoco la advertencia de uno dos los escritores por excelencia de la época, el austríaco Stefan Zweig -judío-, llamando a tener cuidado porque, a principios de esa década, nadie podía imaginar lo que iba a ocurrir. Afirma, eso sí, que “no estamos hablando de miedo, sino de una batalla de ideas en la que hay que reivindicar lo que hace ya siete décadas se vio como imprescindible (igualdad, libertad y dignidad), pero en la que sobre todo hay que convencer a la gente para que se una y recordarles a esos votantes que en un determinado momento apoyan a partidos que cuestionan los Derechos Humanos que los países en los que se respetan son los que tienen mayor estabilidad social”. Y está convencido de que perderán los que enarbolan la bandera del odio y la división, porque “somos muchos más los que queremos un mundo libre, justo y estable…, y estamos dispuestos a luchar para lograrlo, incluso sabiendo que puede costarnos la vida”.

Los defensores de los Derechos Humanos, más necesarios que nunca.

  Asegura el máximo responsable de AI España que “los Derechos Humanos son demasiado importantes como para dejarlos solo en manos de los Gobiernos y, precisamente porque lamentablemente, en la actualidad, de esa defensa se ocupa más la sociedad civil que las autoridades, los activistas están más en riesgo que nunca, justo cuando son más necesarios que nunca”. (La organización Front Line Defenders contabilizó por lo menos 312 muertos el año pasado). Cuenta Beltrán que son “los ojos y las manos de la población”, porque son los testigos sobre el terreno y los que pelean por conseguir justicia, asegura que “son la confianza y los que se enfrentan al Ejecutivo o a la multinacional” de turno, y explica que están sometidos a un continuo hostigamiento (son víctimas de persecución, secuestros, asesinatos…) porque resultan incómodos, ya que son ellos los que hacen llegar la voz de la sociedad civil de un determinado país a todo el mundo. Amnistía lo ha vivido en múltiples ocasiones en carne propia, en los dos últimos años con la detención, tras ser acusados de terrorismo, del presidente y la directora de la oenegé en Turquía, con investigadores torturados en Ingushetia y en los Territorios Palestinos Ocupados, con las cuentas de su oficina en la India intervenidas por las autoridades, etc.

  Amnistía Internacional exige máxima protección para los activistas, al igual que los expertos de la ONU que han firmado un documento en el que reclaman a todos los Estados que les garanticen que puedan realizar su labor sin abusos, violencia o restricciones: avisan de que no pueden protegerse los Derechos Humanos sin esas voces valientes. En general, en AI se sienten apoyados por la ciudadanía y ponen el acento en que la tendencia mundial es que la gente se organiza, no se resigna y reclama sus derechos, por lo que el tejido social que lucha por los Derechos Humanos es cada vez mayor, dependiendo, claro está, del nivel de represión (ahí están casos como los de Corea del Norte y Arabia Saudí). Ellos, como organización, aseguran que están contentos de ser una herramienta al servicio de la gente para defender esos derechos, de estar presentes en buena parte del mundo, de ser una oenegé incómoda que dice verdades incómodas gracias a una “feroz independencia”, a no contar con ningún tipo de subvención.

España también necesita mejorar

  España y su Gobierno tienen temas pendientes, nos dice Esteban Beltrán. Cuestiones relacionadas con el pasado, entre las que menciona lo sucedido durante la Guerra Civil y el Franquismo, “algo importante para el futuro”, o los abusos policiales en Euskadi, que vienen denunciando desde hace años. Temas relacionados con políticas sociales, con la salud y la vivienda a la cabeza: “con listas de espera interminables, copago farmacéutico -que lleva a que algunos pensionistas deban elegir entre tomar su medicación o comer- y, por supuesto, con el grave problema de los desahucios”. Asuntos relativos a las políticas migratorias, con Pedro Sánchez “actuando como Jekyll & Hyde”: abriendo primero los brazos a los rescatados por el Aquarius y tardando luego más de 10 días en responder a un pesquero español que había socorrido a un grupo de migrantes en problemas en alta mar, o realizando “devoluciones ilegales de inmigrantes en la frontera de Ceuta y Melilla, que pueden enfrentarse a torturas en Marruecos”. Y también es importante tener presente otros retos como el de la libertad de expresión, que existe pero con una tendencia negativa -dice- con la llamada Ley Mordaza, que la limita y que ha hecho que en los últimos 3 años se hayan impuesto 80 multas diarias por expresarse de forma pacífica, con normas decimonónicas que hablan de injurias a la Corona o de ofensas a los sentimientos religiosos…

  Concluye Esteban Beltrán que “hay margen de mejora”, critica “los incumplimientos por parte del actual Ejecutivo”, pero pone en valor que “se han creado expectativas” y añade un “esperemos que se cumplan”. Recuerda que “la sociedad española es de las que presionan a las autoridades para que respeten los Derechos Humanos”, y anima a seguir haciéndolo -con más fuerza si cabe- destacando que eso “puede marcar la diferencia”.

“No son suicidios, son asesinatos”

Hace un par de semanas Alicia, vecina del madrileño barrio de Chamberí, se tiraba por la ventana justo a la llegada de la comitiva judicial que iba a desahuciarla por no poder pagar el alquiler de su vivienda; esta sería la segunda vez. Tenía 65 años y vivía sola. Cinco meses antes, en junio, Jordi había hecho lo mismo en la localidad barcelonesa de Cornellá de Llobregat. Era electricista de profesión pero -desde que empezó la crisis- hacía todo tipo de chapuzas; tenía 45 años, estaba casado y el matrimonio tampoco podía afrontar el pago del alquiler. El Ayuntamiento había emitido varios informes sobre la situación de vulnerabilidad de la pareja. Son los últimos pero ni mucho menos los únicos crímenes de un sistema al que solo le preocupa contar billetes, no la vida de las personas. Es lo que llevan años repitiendo desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que “no son suicidios, son asesinatos”, como nos dice Marga Rivas, una de sus activistas, que recuerda cuánt@s compañer@s han quedado por el camino, y se queja de que eso no importe a los poderes públicos, “que no han hecho nada por intentar cambiar esta dramática realidad, cuando se trata de una cuestión de voluntad política, de mirar por las personas en lugar de mirar para otro lado”.

Un proceso altamente traumático

“La inmensa mayoría de la gente no deja de pagar su casa un buen día porque sí, porque lo decide y punto, sino porque no puede seguir asumiendo ese gasto, porque es eso o comer”, afirma Marga contundente. Es mucha la tensión y el estrés que acumulan esas personas antes y después de tomar la decisión, que se multiplican cuando pende sobre ellas la amenaza de un desalojo forzoso. Como psicóloga lo sabe bien: “es un proceso largo, mantenido en el tiempo, durante el cual se agolpan sentimientos de culpa, de fracaso, de vergüenza, de impotencia, etc, en cuyo transcurso tu salud (física y mental) se va deteriorando, y en el que muchas veces se rompen las relaciones familiares y de amistad, lo que te deja en una situación de vulnerabilidad e inseguridad que lo llena todo. Y a eso hay que añadirle el hecho de que, las más de las veces, te ves solo, sin nadie que te acompañe (a la Plataforma solo llegan el 10% de los casos). Sumándolo todo, es una bomba; por eso hay quien el día del desahucio, uno de los más terribles de su vida, no puede soportarlo más y decide poner fin a una situación altamente traumática”. Y nos explica que no son únicamente los suicidios, que hay también muchas muertes por infarto como consecuencia de la presión a la que se ven sometidos.

Los activistas de la PAH defienden que las familias que pasan por una situación tan dura deberían recibir ayuda psicológica continuada, algo que “en la mayoría de los casos no sucede”. Ell@s sí que la ofrecen (la consideran imprescindible), y no solo a los adultos, porque l@s niñ@s y l@s adolescentes se dan cuenta de lo que pasa y también sufren esa presión, como demuestran estudios como el que han realizado. En “Te quedarás en la oscuridad” se ponen de manifiesto la tristeza y los miedos de los más pequeños de la casa a quedarse en la calle, a que sus padres se separen, a perder sus amigos, a ser excluidos, a que se rían de ellos en el colegio, etc; y se reflejan situaciones como las que suceden en escuelas o institutos que, en lugar de ser un espacio de acogida, se convierten en un entorno hostil. Dicen los expertos que es importante trasladarles cuanto antes la gravedad de la situación para que vayan asimilándola y compartan sus sensaciones.

Más de 700.000 lanzamientos en una década

Los datos oficiales indican que desde 2009 son más de 700.000 los desalojos forzosos que se han llevado a cabo, y eso sin contabilizar los llamados desahucios invisibles o silenciosos: los que se producen en viviendas ocupadas por familias a las que han echado de sus casas sin ofrecerles alternativa habitacional, familias que -por necesidad- se ven obligadas a ocupar pisos vacíos; y los casos de no renovación de contrato. En los primeros nueve meses de este 2018 -según el Consejo General del Poder Judicial-, se han producido 44.606 lanzamientos, por lo que el año podría acabar en cifras próximas a las de los peores de la crisis; prácticamente dos de cada tres han sido por impago del alquiler. ¿Por qué se han multiplicado este tipo de desalojos? Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca nos cuentan que una de las explicaciones está en el boom del precio de los alquileres, que en los últimos cuatro años ha subido un 43% en ciudades como Barcelona y Mallorca, casi un 40% en Madrid y Valencia o más de un 25% en Las Palmas de Gran Canaria. “Si a eso le sumas los sueldos miserables que cobra parte de la población, pagar el alquiler se vuelve misión imposible”, nos dice Marga Rivas. Están además las viviendas -a veces edificios enteros- con las que se quedan los bancos porque sus dueños no han podido pagarlas, que alquilan a inquilinos y finalmente acaban vendiendo a fondos buitre: estamos ante empresas que incrementan espectacularmente el precio para echar a quienes viven en ellas porque la rentabilidad es muy superior si las utilizan como pisos turísticos, alquilándolas por semanas o por días. Y no solo las entidades financieras venden a fondos buitre: recuerda esta activista el “gravísimo caso” de la venta de 5.000 viviendas sociales en alquiler por parte del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid en 2012 y 2013, que se dirime actualmente en los juzgados.

Los lanzamientos por impago de hipoteca se han reducido de forma notable en buena medida porque hay miles de procedimientos de ejecución hipotecaria cuya tramitación está en suspenso en los tribunales españoles a la espera de que se pronuncie, por enésima vez, la justicia europea, algo que se espera para lo que queda de año o principios del próximo. En septiembre, la Abogacía General de la Unión Europea (el Tribunal de Justicia de la UE sigue su criterio en un 80% de los casos) rechazaba el hecho de que pueda ejecutarse una hipoteca por una cláusula abusiva de vencimiento anticipado, porque es contrario a la directiva comunitaria que protege al consumidor. Desde la PAH alertaban de que esos miles de casos parados podrían reactivarse con la Ley de Crédito Inmobiliario, “impulsada en su día por el banquero Luis de Guindos y a la que el PSOE ha dado continuidad en lugar de elaborar una norma progresista”, pero antes de aprobarse hoy mismo en la Comisión de Economía del Congreso los grupos parlamentarios acordaron que no afectará a los procedimientos judiciales en marcha. Eso sí, la mayoría de los grupos presentes en la ponencia que ha estado trabajando en ella rechazó la dación en pago como forma habitual de resolver los casos de incapacidad de pago sobrevenida, rechazó limitar la responsabilidad patrimonial al importe del bien hipotecado y también otras medidas de protección de los deudores hipotecarios propuestas por la Plataforma, “por lo que las familias seguirán siendo echadas de sus casas y teniendo deudas de por vida”.

Todo -denuncian- como consecuencia de la especulación con un derecho fundamental recogido en el artículo 47 de la Constitución, que reconoce el derecho de todo ciudadano a una vivienda digna y adecuada: “en España, la vivienda se considera un mero bien de consumo, y eso pese a que tribunales y organismos internacionales llevan años dándonos la razón”.

Naciones Unidas, con la PAH

Viendo que los ciudadanos están desamparados ante la propia justicia española a la hora de defender su derecho a la vivienda, la PAH ha recurrido a la ONU, al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que, en julio de 2017, condenó al Estado por no garantizar una alternativa habitacional a una familia con dos niños pequeños que estuvo diez días durmiendo en un coche tras ser desahuciada. Actualmente está analizando varias docenas de casos más y el pasado mes de agosto le solicitó al Ejecutivo que tomara medidas cautelares en dieciocho, paralizando los lanzamientos. Naciones Unidas asume lo recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que cumplía ayer 70 años, y que -como la Carta Magna española- reconoce el derecho a una vivienda digna y adecuada; muestra su preocupación por la situación en la que se encuentra ese derecho en nuestro país, sobre todo en el caso de colectivos en riesgo de exclusión social; traslada su inquietud por la falta de un marco normativo adecuado que determine las debidas garantías legales y procesales para los afectados por desahucios, y lamenta el insuficiente parque de vivienda social, que no llega al 2% frente al 17%-18% de Francia o Alemania. El Comité de la ONU recomienda a España adoptar un protocolo de actuación que asegure una coordinación entre los tribunales y los Servicios Sociales, así como entre los propios Servicios Sociales, “algo que casi nunca sucede -se queja Marga Rivas-, no se cruzan datos y los jueces ni tan siquiera se preocupan por saber si en una casa que se va a desalojar viven niños o personas dependientes”. Cuenta que Euskadi es una de las pocas Comunidades -sino la única- en la que eso sí se hace.

Tras el suicidio de Alicia hace un par de semanas, el Gobierno anunció que va a fomentar esa coordinación con los Servicios Sociales, con la idea de que no pueda llevarse a cabo un lanzamiento hasta que estos intervengan; avanzó además otras medidas como una reforma fiscal para estimular la oferta de vivienda en alquiler y conseguir que se moderen los precios. Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca destacan que en 2013 consiguieron llevar al Congreso una Iniciativa Legislativa Popular avalada por 1,5 millones de firmas para intentar cambiar la situación, pero recuerdan que finalmente la retiraron porque estaba quedando desvirtuada. Acudieron entonces a los Parlamentos autonómicos, con escaso éxito excepto en el caso del vasco. Este año llegaba a la Cámara Baja su propuesta de Ley Vivienda, y denuncian el “bloqueo fraudulento que está sufriendo por parte del PP y de Ciudadanos, con la prórroga sistemática del plazo de presentación de enmiendas”; en ella defienden cuestiones básicas como la dación en pago retroactiva, la condonación de la deuda, los alquileres a precios asequibles, combatir la pobreza energética o aumentar el parque de vivienda pública. Ponen el acento en que los últimos datos del INE contabilizan casi 3,5 millones de pisos vacíos, el 14% del total, “que están a la espera de la especulación cuando deberían estar a disposición de los ciudadanos que los necesitan”; buena parte de ellos son propiedad de los bancos, por eso piden que se les obligue a cederlos a las Administraciones para que los utilicen como vivienda social o que se les sancione por tenerlos sin uso.

“Seguiremos luchando hasta que haga falta”

Marga Rivas nos cuenta que en la PAH siempre pensaron que, en cuanto se aprobase una nueva normativa de vivienda que protegiese a los consumidores, dejarían de existir. Pero, viendo la Ley de Crédito Inmobiliario que ha salido adelante este martes en comisión para ser votada en unos días en el pleno del Congreso y entrar en vigor a comienzos del año que viene, son pesimistas: creen que van a tener que existir de por vida. Destacan que en una década han parado unos 3.000 desahucios y han realojado a miles de familias, “haciendo el trabajo que deberían estar haciendo las instituciones”, y su conclusión es clara: “si no existiese la Plataforma habría que inventarla, porque las familias empezamos a respirar cuando llegamos a ella, pues allí encontramos el apoyo que nos niegan los poderes públicos”.

Marga se vio obligada a dejar de pagar la hipoteca al quebrar la empresa que tenía su marido como consecuencia de los impagos de los clientes. Perdió la casa pero sigue viviendo en ella con un alquiler social que peleó junto a sus compañ@s de la PAH. Ahora lucha para que ese alquiler sea vitalicio, y sigue y seguirá batallando para ayudar a los que atraviesan situaciones como la suya o peores, dejando una cosa clara: que “si nuestros contratos no hubiesen tenido cláusulas que finalmente los tribunales europeos obligaron a anular por abusivas, la mayoría de nosotros hubiésemos podido seguir pagando”. Hablan en la Plataforma de “estafa hipotecaria” y avisan de que la Ley de Crédito Inmobiliario la va a perpetuar. Por eso en su asamblea estatal del pasado fin de semana acordaron preparar grandes movilizaciones en todo el país para reivindicar el Derecho a la Vivienda; llaman a los movimientos sociales y al conjunto de la ciudadanía a unirse “contra el blanqueo de cláusulas abusivas y contra los intereses especulativos del capital a los que están sometidos el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial”. Inciden, además, en que los perjudicados son siempre los mismos: la parte más debilitada de la población.

“Tener Síndrome de Down es tener un cromosoma extra, nada más”

  “Tengo 41 años y sé lo que quiero. Soy independiente para hacer las cosas, no necesito que nadie me lleve de la mano”. Lo afirma con determinación Mónica Pastoriza, que trabaja desde los 18 años y tiene claro cómo llevar su vida. Como yo y como muchos otros no entiende que, en pleno siglo XXI, sea posible que una comunidad de vecinos pretendiese exigir autorización paterna para que una vecina de 16 años con Síndrome de Down -como ella- pudiese utilizar el ascensor o la piscina, un caso sucedido en Boadilla del Monte en el que acabaron por dar marcha atrás. Su respuesta al preguntarle no deja lugar a dudas: “me gusta nadar y, si quiero ir a la piscina, voy” -dice- “además uso el ascensor hace muchos años, porque no soy una niña pequeña. Y no solo eso, hago mil cosas a la vez”. Su madre, Elvira Blanco, entre la tristeza y la indignación, está convencida de que esto pasa porque hay gente que no se molesta en conocer a los demás: “cualquiera de nosotros podemos llegar a tener alguna discapacidad, también los que actúan así, por eso no entiendo porqué no nos respetamos todos un poco más y porqué lo ponemos todo tan difícil cuando es tan fácil como convivir: vive y deja vivir”. Es lo que piensa una mujer a la que su hija describe como una luchadora que ha sacado adelante a la familia y gracias a la que ella ha aprendido a luchar. Es madre de dos chicas -Noelia no tiene Síndrome de Down-, y sabe que nadie deja solo en una piscina o en un ascensor a quien no es suficientemente responsable “ni se te ocurre hacerlo con un niño pequeño, por ejemplo”, de ahí que no entienda este tipo de discriminaciones “que solo se explican porque hay quien prejuzga sin tener ni idea”. Y sumamos otra voz, la de Delmiro Prieto, presidente de Down Galicia, que siente pena e indignación al saber que todavía hay quien se plantea cuestiones como esta: “ha pasado suficiente tiempo como para que, por lo menos, la realidad se perciba de un modo distinto a como la refleja el caso de Boadilla. Hemos derribado muchas barreras, pero ante situaciones así te das cuenta de que quedan muchas otras por derribar”.

Mucho camino por recorrer

  Delmiro explica que cuando hablamos de eliminación de barreras parece que siempre nos centramos en las físicas “cuando hay otras bastante más difíciles de eliminar, que son las que tenemos interiorizadas y nos llevan a estigmatizar a determinadas personas contraviniendo su realidad e incluso sus derechos fundamentales”. ¿Cómo se acaba con ellas? Él está convencido de que en la educación está la clave para que desaparezcan actitudes incomprensibles. “Hay que seguir avanzando en ese campo y vamos a hacerlo, porque para recorrer el camino lo primero es empezarlo y nosotros lo empezamos hace tiempo y nos ha costado mucho llegar hasta aquí”. Comparte su visión Elvira Blanco, para quien profesores y familias tienen que enseñar y educar en igualdad: “aunque una persona tenga una discapacidad tiene, a buen seguro, otras capacidades, y todos somos diferentes pero somos individuos y es como tal como deben valorarnos”. Recuerda que ella tuvo que abrirle muchas puertas a Mónica y se queja de que siga habiendo muchas cerradas: “me parece muy triste, dice, que desde que nació haya tenido y tenga que luchar cinco o seis veces más que su hermana para conseguir aquello a lo que tiene el mismo derecho”, y lo pone en el debe de las Administraciones: “si miro cuatro décadas atrás, casi podría decir que los poderes públicos hoy en día están suficientemente implicados, pero tengo que mirar hacia delante y debo decir que se puede hacer más, porque no sabemos a dónde llegarán nuestros hijos si se les dan las herramientas necesarias”. Se niega a conformarse, como Delmiro Prieto, que llama a ser ambiciosos y reclamar cada vez más, aunque la valoración sea, para él, “razonablemente positiva”. Elvira explica que hace 41 años eran inimaginables muchos de los pasos que se han dado, y añade que “no sabemos qué puede pasar en otros 41, por eso es imprescindible abrir puertas para que puedan darse otros tantos, y deben abrirlas las Administraciones”. Cuenta que es agotador batallar a diario por algo que te pertenece, como tener más oportunidades laborales o que exista una inclusión real en todas las facetas de la vida, empezando por la educación.

Inclusión real

  El artículo 24 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad aprobado por la ONU en 2006, dice que los Estados asegurarán un sistema de educación inclusivo a todos los niveles, en el que ellas cuenten con el apoyo necesario para facilitar su formación efectiva. Eso es lo que marca Naciones Unidas pero Delmiro Prieto y Elvira Blanco coinciden en que en España no existe: “nadie puede ser marginado o excluido por ser diferente, todos debemos de tener una respuesta por parte de los poderes públicos y, por lo tanto, la educación pública tiene que estar en condiciones de responder a toda su población en los términos adecuados; a toda”, afirma el presidente de Down Galicia, que añade rotundo que “cuando eso se produzca, podremos hablar de educación inclusiva, algo que ahora no se está dando”. Admite avances en integración, pero no la inclusión que él defiende a capa y espada. Lo mismo defiende Elvira, sin renegar de la educación especial en según qué casos, destacando que fue la que tuvo su hija “porque era la que había cuando la escolaricé” y que a ella le fue bien.

  Este es uno de los capítulos en los que consideran necesaria una mayor implicación de las Administraciones; otro es el laboral: los sindicatos demandan más ofertas públicas de empleo para personas con capacidades diferentes o que el porcentaje de plazas reservadas para ellos se aproxime a la realidad, y el propio Delmiro pone el acento en que en Galicia no fue hasta el año pasado cuando se celebró el primer concurso-oposición en la historia de la Xunta reservado a personas con discapacidad intelectual. Destaca, sin embargo, el papel de la iniciativa privada para impulsar la inserción laboral, afirmando que fue “una grata sorpresa en su día”. Aún así, las estadísticas señalan que solo el 15% de los que pueden trabajar lo hacen y que, de ellos, solo el 5% lo hace en entornos inclusivos. Unos y otros reconocen que en eso también influye la sobreprotección familiar y ponen en valor el trabajo del movimiento asociativo (lo consideran fundamental), tanto a la hora de ayudar a los progenitores a ir superando esos miedos como a la de animar a los chavales a reivindicar ante ellos su independencia. “A veces los padres no les dejamos que hagan todo lo que son capaces de hacer y podemos, en cierto modo, contribuir a que los demás los vean con un mayor grado de discapacidad del que tienen”, admite Elvira, que aclara que tratarlos como niños pequeños “es lo peor que podemos hacer”. Lo corrobora la propia Mónica afirmando que está “muy orgullosa” de todo lo que ha logrado. Cuenta que ha sufrido discriminación y aprovecha para decirles a aquellos que parecen no querer entenderlo que “somos personas como las demás, cada una con nuestro carácter y nuestras cosas, orgullosas de ser nosotras mismas porque podemos hacer mucho si nos dejan”. Y lo demuestran cada día, con el apoyo de familias y asociaciones, porque la unión hace la fuerza: hace tiempo que salieron del anonimato para hacerse visibles y han logrado dar la vuelta a conceptos trasnochados, aunque aún haya quien se resista a darse por enterado de que los estereotipos son eso, imágenes o ideas que, las más de las veces, distan mucho de la realidad.

P.S. Los tres aplauden que, por fin, las Cortes hayan aprobado la reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General para que 100.000 personas con discapacidad intelectual, incapacitadas legalmente, puedan votar (Mónica ejerce su derecho al voto desde que es mayor de edad). Desde Down Galicia, como desde todas asociaciones, defienden que se arbitren mecanismos parciales de protección, rechazando la incapacitación por decreto, que es lo que en muchas ocasiones se hace, “algo injusto porque todos podemos ser útiles en la medida en que no todos servimos para todo”, asegura su presidente.

“Seguimos entregando alimentos a 1,5 millones de personas. La crisis no ha pasado”

Los grandes indicadores han dado por cerrada la crisis en España, pero esa mejora no ha llegado a toda la población: más de 12 millones de personas están en riesgo de pobreza o exclusión social (26,6% del total), según el indicador europeo Arope, que incluye hogares con ingresos inferiores al 60% de la renta media (8.500 euros anuales si hablamos de una persona), con carencia severa de bienes (no pueden calentar su casa, afrontar gastos imprevistos…) y con muy baja intensidad laboral. Arope, Cáritas o Cruz Roja apuntan que entre 3 y 4 millones de personas se encuentran en situación de pobreza severa y esa es una realidad que conocen bien los Bancos de Alimentos, de hecho la Federación que los agrupa (FESBAL) tiene muy presentes estos datos, como nos ha demostrado su director de Comunicación, Ángel Franco.

  Hay 55 de estas organizaciones repartidas por todo el país, que el año pasado distribuyeron comida para 1,5 millones de personas, cifra que siguen manejando en este 2018, “lo que demuestra que la crisis no ha pasado”. Nos explica Ángel Franco que una parte de la población ha quedado al margen de esa recuperación, excluida de ella: hablamos de familias con todos o algunos de sus miembros en paro, de familias monoparentales con una mujer al frente, de viudas y jubilados con prestaciones mínimas, de inmigrantes e incluso de “trabajadores pobres” -quienes pese a tener un empleo éste es tan precario que no les permite salir adelante-. “Ellos tienen que seguir recurriendo a las ayudas”, y es ahí donde cobran gran importancia los Bancos de Alimentos (el primero se creó hace 32 años en Barcelona) que, en 2017, distribuyeron casi 152 millones de kilos de comida a través de las más de 8.000 entidades con las que colaboran: oenegés, comedores sociales y parroquias de distinto credo. “No llegamos al cien por cien, pero hacemos todo lo que podemos para intentar paliar -en la medida de lo posible- la difícil situación que atraviesan decenas de miles de familias, aportando nuestro granito de arena”. Tres décadas después, con intensos cambios económicos y sociales, los grupos de riesgo no han variado: niños, mayores y mujeres (en este caso, también inmigrantes). Y eso en una época en la que las aulas están copadas por mujeres, ellas son las que tienen mejores expedientes…Es el resultado de una brecha cuya consecuencia es la precarización de quien se ha de hacer responsable (a todos los niveles, no solo económico) del equilibrio familiar.

Una gran empresa con el 96% del personal voluntario

  Funcionan como una gran compañía, que tendría unos 3.200 trabajadores, en la medida que necesitan organizarse y repartirse tareas, teniendo muy claro qué debe hacer cada uno (solo en Madrid se mueven 80.000 kilos de alimentos a diario). Sin embargo en el capítulo de tesorería, no tienen nada que ver con el mundo empresarial. Lo destinado a salarios es mínimo porque el personal contratado representa apenas el 4%; el resto del personal son, en su inmensa mayoría, jubilados o prejubilados “que aportan sin pedir nada a cambio su tiempo, sus conocimientos, su bagaje profesional y personal y, sobre todo, su entusiasmo”, nos dice Ángel Franco; como él mismo, periodista jubilado. También es mínimo lo que pagan por las instalaciones (almacenes y locales), muchos de ellos cedidos por las Administraciones Públicas, que además subvencionan parte de los gastos administrativos y de funcionamiento. Cuentan con empresas que les hacen llegar ordenadores cuando cambian los suyos, que les donan furgonetas, incluso tienen convenios con constructoras que les realizan reformas y/o ampliaciones, con la banca…

  “Es la responsabilidad social corporativa, hacen un esfuerzo que para ellos también tiene una importante repercusión social. Su colaboración, como la de productores o grandes superficies y, sobre todo, el impagable trabajo de nuestros voluntarios, es lo que nos permite maximizar cada euro que recibimos en comida”.

De dónde proceden los alimentos que distribuyen

  El director de Comunicación de los Bancos de Alimentos nos explica que casi un tercio de la comida que reparten por todo el país les llega de las instituciones europeas y españolas a través del FEAD (Fondo Europeo de Ayuda a las personas Desfavorecidas), financiado en un 85% por Bruselas y en un 15% por Madrid, canalizado a través del FEGA (el Fondo de Garantía Agraria, dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación). Desde 2014 -y hasta 2020- reciben 45 millones de euros anuales en alimentos no perecederos, que conforman una cesta básica atendiendo a criterios nutritivos, de calidad y de variedad, que el Gobierno compra mediante una licitación pública. En estos momentos se está negociando el siguiente período de ayudas en el que, además de la distribución de comida, se pondrá el acento en medidas orientadas a lograr la inclusión social de los más necesitados. De ahí que FESBAL ya se esté preparando para proporcionar también herramientas que faciliten su inserción laboral.

  Alrededor de otro 30% de la comida lo consiguen mediante donaciones de particulares en la Gran Recogida -que se celebra este fin de semana- y en las Operaciones Kilo que organizan de forma periódica los distintos Bancos de Alimentos. El resto lo reciben de la industria (grandes superficies y grandes fabricantes fundamentalmente), bien porque se aproxima la fecha de caducidad de los productos (que no es la fecha de consumo preferente), bien porque no han funcionado o porque han hecho cambios en sus líneas de producción; de la retirada de excedentes (en el caso de las frutas y verduras tienen un convenio con FEGA para poder transformarlos en zumos); y de la restauración. Ángel Franco quiere dejar claro que “nuestro primer objetivo es proporcionar alimentos a quien los necesita y el segundo combatir el desperdicio alimentario”.

  En España se tiran a la basura unos 8 millones de toneladas anuales de comida, casi la mitad en nuestras casas. “Nosotros damos charlas para concienciar en colegios y centros de todo tipo, explicando lo que hacemos, cómo lo hacemos y cómo se puede echar una mano: aprendiendo a consumir y, en el caso de que haya excedentes, haciéndonoslos llegar. Y es lo mismo que le transmitimos a la industria de la distribución, con la que colaboramos día a día con muy buenos resultados, o a los productores: tenemos la capacidad necesaria para llevarle a la gente que peor lo está pasando esos alimentos que ellos no quieren porque son feos o porque los precios han caído, así que no tienen por qué destruirlos”. Todos deberíamos implicarnos en esta lucha, sabiendo que la educación de los más pequeños es fundamental, un trabajo de fondo que empieza a dar resultados, que se hacen cada vez más visibles en las campañas que están poniendo en marcha.

“Sé protagonista”, el lema de esta Gran Recogida

  “Sin una correcta alimentación no hay salud, tampoco educación ni cultura, porque la alimentación es la base sobre la que se asientan. La gente lo sabe y el caso de España es un caso de extraordinaria solidaridad”, es lo que nos dice el director de Comunicación de FESBAL, que somos líderes en Europa con 0,65 kilos donado por persona y año, por delante de Portugal y con países como Francia o Italia a mucha distancia. “Cuando hacemos llamamientos como el de este fin de semana (30 de noviembre-1 de diciembre, hasta el 2 de diciembre en Madrid) los ciudadanos siempre responden”.

  El objetivo es recoger entre 21 y 22 millones de kilos de productos, los últimos años lo han conseguido y están convencidos de que este lo volverán a lograr. Para eso también necesitan que haya personas que donen su tiempo: 130.000 voluntarios dispuestos a dedicarles por lo menos 4 horas (“¡qué son 4 horas!”) para animar a la gente que va a hacer la compra estos días a gastar un poco más pensando en aquellos que no tienen recursos. Destaca Ángel Franco que hay empresas cuyos trabajadores acuden a colaborar en grupo, así como institutos y colegios. “lo que demuestra que también las nuevas generaciones están dispuestas a implicarse”. Y su colaboración también es fundamental en la fase de clasificación: después de trasladar todo lo recogido a los locales toca repartirlo en lotes, atendiendo al tipo de alimento y, sobre todo, a la fecha de caducidad. “Se trata de ser lo más ágiles posible para que no se pierda nada, para evitar generar nosotros mismos desperdicios y en eso nos ayuda mucho el programa informático con el que trabajamos, creado especialmente para nosotros”.

Estrictos controles

  El control al que deben someterse es absolutamente exhaustivo -por parte del Ministerio de Sanidad y del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación- y las autoridades sanitarias obligan a la Federación Española de Bancos de Alimentos a realizar visitas periódicas a las oenegés, a los comedores sociales y parroquias para comprobar que en sus instalaciones tienen lo necesario para preservar la comida que les hacen llegar para que ellos la repartan: tienen voluntarios que se encargan de realizar esa labor de inspección y de trasladarles después los datos.

Asegura que tanto las instituciones europeas como las españolas controlan estrictamente las distintas partes de la cadena: desde que los alimentos llegan a los Bancos en perfectas condiciones, hasta que han sido distribuidos en tiempo y forma, y quiénes han sido los beneficiarios. FESBAL se somete además a una auditoría anual y debe cumplir todos los criterios de buenas prácticas de la Fundación Lealtad para mantener el Sello ONG Acreditada que esta institución sin ánimo de lucro concede desde 2001 buscando fomentar la confianza de la sociedad en las organizaciones no gubernamentales. “Máxima transparencia y control para que los que colaboran con nosotros tengan claro que pueden hacerlo con total confianza, porque los escándalos en el sector de la cooperación nos afectan a todos”.

  Dice el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU que “el derecho a la alimentación adecuada se ejerce cuando todo hombre, mujer o niño -ya sea solo o en común con otros- tiene acceso físico y económico en todo momento a la alimentación adecuada o a medios para obtenerla”. Y la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, añade que la realización de este derecho “no es meramente una promesa que debe cumplirse a través de la caridad: es un derecho de cada mujer, hombre y niño que debe hacerse efectivo a través de acciones apropiadas por parte de gobiernos y actores no estatales”.

Esclavitud infantil y abusos a los productores: ¿hay garantías de que no están detrás de lo que consumimos?

Decenas de miles de menores (algunos de solo 5 años) trabajan en los campos de cacao de Costa de Marfil (Côte d’Ivoire), el mayor productor mundial. Muchos lo hacen por necesidad, para ayudar a sus padres, y otros son llevados allí desde distintos países tras engañar a sus progenitores con la falsa promesa de una escolarización, comprándoselos o incluso robándoselos. Los obligan a trabajar 100 horas a la semana o más por un plato de comida o, en el mejor de los casos, por cantidades ínfimas y, por supuesto, nada de escuela. Por increíble que parezca, esta forma de esclavitud sigue existiendo hoy en día, pese a los compromisos a los que llegaron a principios de siglo las multinacionales y el Gobierno (también el de Ghana, segundo productor) con la mediación de EE.UU, primer consumidor mundial. Se trata de una industria con unas ventas anuales de 88.000 millones de euros y una marcada tendencia al alza. Con esta realidad y esta cifra, ¿qué parte de lo que cuesta una tableta dechocolate es para el productor? Atendiendo a los datos del Barómetro del Cacao, solo entre un 6 y un 7%, mientras que el trozo más grande del pastel se lo reparten distribuidores, fabricantes, procesadores y transportistas. El trabajo en las plantaciones de caña de azúcar de Brasil y otros países latinoamericanos se considera otra de las formas de opresión moderna, con jornadas maratonianas, las más de las veces sin descanso ni acceso a agua potable, con total sumisión al patrón, jornales muy bajos y a menudo trabajo infantil para que las familias puedan salir adelante. ¿Sabemos en qué condiciones se ha producido lo que comemos, la ropa que vestimos o la artesanía que compramos y a quién va a parar lo que pagamos por ello? “La respuesta es que hay muy pocas personas que lo sepan y que queda mucho por hacer para acercarle a la gente realidades como las expuestas, contraponiéndolas con lo que representa el Comercio Justo”. Lo dice María Fernández, presidenta de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (que agrupa a 27 entidades) y responsable de la cooperativa AlterNativa3, y añade que “no somos conscientes del enorme poder que tenemos como consumidores para cambiar las cosas y conseguir que se avance en el respeto a los derechos humanos y al medioambiente: consumiendo de manera responsable, justa y en función de nuestras necesidades, pero también haciendo presión”. Recuerda que ha habido empresas que han cambiado sus políticas, aunque no es fácil lograrlo.

Qué significa apostar por el Comercio Justo

Comprando Comercio Justo tenemos la garantía de que adquirimos productos realizados u obtenidos sin que haya habido explotación infantil ni trabajo forzoso, en un ambiente laboral seguro y sano, en el que la mujer tiene cada vez más presencia; se nos garantiza que el productor ha recibido un precio que él mismo considera justo, que se han seguido prácticas comerciales de respeto entre todos los actores implicados y que hay menos intermediarios; y está además garantizado que se ha respetado el medioambiente y que son productos de calidad. Así nos lo explica María Fernández, que nos cuenta además cómo se determina ese precio justo para cada producto: se fija en la Asociación del Sello de Productos del Comercio Justo, donde el 50% de la decisión depende de los propios productores y el otro 50% de importadores y distribuidoras; tiene que cubrir como mínimo los costes de producción y ser competitivo, y se mantiene varios años -con independencia de los vaivenes del comercio internacional- como parte de contratos comerciales de larga duración, lo que permite a las organizaciones recibir ingresos estables y pagar salarios dignos; es un precio mínimo garantizado y, cuando el precio en la Bolsa es superior, es ese el que se paga; además incluye el “premio social”, que es un dinero que la cooperativa invierte -según decisión democrática y buscando el bienestar de la comunidad- en educación, salud, infraestructuras o en diversificar el negocio.

Desde la Coordinadora Estatal destacan el enorme esfuerzo que hacen las cooperativas para cumplir con los estrictos criterios del Comercio Justo para después no poder vender así el 100% de su producción (algunas llegan al 80%, pero no es lo habitual): “no hay suficiente demanda y una parte de lo que producen se ven obligadas a destinarlo al comercio tradicional a un precio inferior”. Por eso insisten en la importancia de fomentar la demanda, para que ese porcentaje aumente y, consecuentemente, también sus beneficios.

España, a la cola de Europa

Las ventas de Comercio Justo en España no han dejado de crecer y el año pasado la facturación superó los 43 millones de euros, más del doble que la década anterior, y un 8,3% más que en 2016. Pero seguimos estando a la cola del continente. Según María Fernández, hay varias razones que pueden explicarlo: una es que este movimiento (que nació en EE.UU, Reino Unido y Holanda buscando mejorar el acceso al mercado de los productores más desfavorecidos y, sobre todo, cambiar las injustas reglas del comercio internacional, que consolidan la pobreza y la desigualdad mundial) tardó casi 30 años en llegar aquí -no lo hizo hasta mediados de los 80- “por lo que llevamos décadas de retraso con respecto a buena parte de los países europeos”; además hay que tener en cuenta que cuando empezaba a coger fuerza nos golpeó la crisis, lo que frenó el ritmo de crecimiento, como sucedió con el comercio tradicional. Pero “también influye mucho el apoyo de las Administraciones Públicas que, en nuestro caso, prácticamente no ha existido, ni a nivel de publicidad ni tampoco de ventas” -en 2017 sus compras solo representaron el 0,39% del total- “cuando ellas son clave para que los ciudadanos sigan su ejemplo, por lo que, si apuestan por nuestros productos, ellos lo harán; de hecho lo hacen”: la presidenta de la Coordinadora Estatal nos habla del caso de Euskadi, donde fomentan la compra pública ética y la ciudadanía está más implicada, “lo que se nota en las ventas”. Tampoco el sector privado apoya lo que debería, asegura. Confía en que la situación cambie tras la entrada en vigor este año de la nueva Ley de Contratos en el sector Público, que establece para las concesionarias requisitos de consumo de productos elaborados con criterios de Comercio Justo.

El gasto medio por habitante no llega a un euro (0,93 céntimos), quince veces por debajo de la media europea. Con los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas en la mano (2014), solo el 20% de los españoles compra productos de Comercio Justo y, en muchos casos, lo hace de forma esporádica, lo cual evidencia la falta de concienciación; es más, hace cuatro años uno de cada cuatro encuestados ni tan siquiera conocía este movimiento. A pesar de estas cifras, la Coordinadora pone en valor el incremento en las ventas experimentado en los últimos años: explica que la crisis económica ha hecho que sean cada vez más los que se pregunten a dónde va lo que pagamos por lo que consumimos (cómo se reparte entre los eslabones de la cadena y cómo impacta en ellos); y habla de una mayor preocupación por la salud y por comer sano (el sector de la alimentación sigue siendo el que concentra la inmensa mayoría de las ventas -94%-, con el café, el azúcar y sus derivados a la cabeza): “el 80% de los que compran nuestros productos lo hace por cuestiones de salud, porque buena parte de ellos son ecológicos y, al igual que estos, se venden cada vez más”, y añade que valoran mucho su calidad. Nos cuenta María Fernández que la calidad es algo que tienen muy presente los productores “porque se saben bien tratados y quieren ofrecernos lo mejor”.

Y la calidad nos lleva a hablar del precio.

¿Es más caro apostar por el Comercio Justo?

“No, porque hay que comparar productos de igual calidad y, cuando lo haces, compruebas que los nuestros no son más caros”. Nos dice que -en el caso de los cafés- incluso pueden ser más baratos y que -si miramos el cacao- es importante atender a los ingredientes, porque pueden parecer más caros pero son más naturales porque no se les añaden ni harinas ni saborizantes. Y eso es precisamente lo que nos piden desde la Coordinadora Estatal: que miremos, que comparemos y que nos paremos a pensar qué contiene un paquete de café que cuesta 1 euro y, si ese es el precio de venta, qué cantidad habrán cobrado las personas involucradas en su producción, descontando, además, el empaquetado, la distribución y los impuestos. Están convencidos de que, si lo hacemos, apostaremos con más fuerza por el Comercio Justo y así, al aumentar la demanda, crecerán las ventas y los precios serán incluso mejores.

Las entidades miembros de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo gestionan 149 tiendas o puntos de venta especializados repartidos por España (http://comerciojusto.org/tiendas), que son los únicos en los que podemos encontrar toda la variedad de productos que llegan a nuestro país con ese sello de garantía y calidad, tanto de alimentación, como de textil o de artesanía. Pero no solo eso: “además realizan un importante trabajo de sensibilización para que tengamos claro como consumidores que -dependiendo de si compramos en estas tiendas o en un supermercado o gran superficie comercial- estamos favoreciendo un tipo de desarrollo u otro”. Ellas han sufrido en los últimos años una caída de las ventas, como le ha sucedido al pequeño comercio en general, justo lo contrario a la subida que han experimentado los supermercados, que están siendo el principal canal de comercialización de productos con el sello Fairtrade (Comercio Justo), con el 40% de las ventas, seguidos de hostelería y restauración, con el 36%.

A nivel mundial, África es el continente más beneficiado por el Comercio Justo, pero en el caso de nuestro país lo son América Latina (62%) y Asia (21%): esto se explica porque compramos sobre todo café y azúcar, también té, y porque preferimos el cacao americano. En esos tres continentes están los principales protagonistas de este movimiento que son los productores y trabajadores más desfavorecidos. Por ellos van a redoblar sus esfuerzos las asociaciones integradas en la Organización Mundial de Comercio Justo -entre las que está la Coordinadora Estatal-, que acaban de refrendar sus principios y valores con una nueva Carta Internacional para poner de relieve su labor ante el aumento de la desigualdad y ante los actuales desafíos. “Porque, como decía Gandhi, la pobreza es la peor forma de violencia, seguiremos exigiendo políticas comerciales, fiscales y distributivas que pongan en el centro los derechos humanos y de las comunidades, y la preservación del medioambiente como condición fundamental para garantizar la paz y una mayor justicia global”.

P.S. En España hay dos vías para acreditar los productos de Comercio Justo:

Garantía organización, que es la que tienen las importadoras tradicionales por el hecho de pertenecer a la Coordinadora Estatal, pertenencia condicionada alcumplimiento de criterios estrictos, empezando por el origen justo de los productos que distribuyen.

Garantía producto, que es la que otorgan las certificadoras de Comercio Justo, Fairtrade u otros sellos validados a nivel internacional tras verificar que se han elaborado en condiciones justas. El año pasado el 80% de la facturación correspondió a artículos certificadoscon el sello Fairtrade.

P.S. En Youtube podéis encontrar el documental The dark side of chocolate (El lado oscuro del chocolate), dirigido por Miki Mistrati en 2010, que nos acerca esa realidad de trabajo infantil y tráfico de niños que se esconde tras el cacao que sale de las plantaciones de Costa de Marfil.

¿Puede haber más de mil millones de enfermos olvidados en pleno siglo XXI?

 Una de cada seis personas en el mundo sufre una o varias de la veintena de Enfermedades Tropicales Desatendidas que se conoce hoy en día, aunque de muchas de ellas la mayor parte de nosotros no hayamos oído hablar. Son las enfermedades olvidadas, que afectan a quienes viven fuera del foco de atención de la sociedad, en condiciones de precariedad extrema: en países pobres -buena parte de ellos africanos- con un clima marcado por el intenso calor y la alta humedad, hacinados y sin acceso a agua potable, a una higiene adecuada o a servicios de salud. “Gente que reside allí donde no encuentras a nadie más, por eso de algunas de estas enfermedades se dice que comienzan donde acaban las carreteras y los caminos”, nos cuenta el director general de Anesvad, Iñigo Lasa.

  La ONG, que cumple este 2018 medio siglo dedicada a mejorar la salud y, con ello, la vida de los más desfavorecidos, lleva años trabajando para sacar del olvido a los que padecen algunas de estas dolencias, padeciendo también el estigma y la discriminación que conllevan enfermedades que los desfiguran o les provocan amputaciones y discapacidades que en muchos casos los incapacitan para siempre, perpetuándolos en ciclos de pobreza. Lasa explica que son personas triplemente vulnerables: en sus propias comunidades, como población estigmatizada, en sus países -que dan prioridad a otros problemas sanitarios- y a nivel internacional, por los escasos fondos que se destinan a luchar contra estos males. Por eso Anesvad está centrando sus esfuerzos en combatirlas.

Úlcera de Buruli, Pian, Filariasis linfática y lepra

  En la actualidad, Anesvad trabaja en cuatro países del Golfo de Guinea donde la filariasis linfática (elefantiasis), el pian, la úlcera de Buruli y la lepra son endémicas: Benín, Costa de Marfil, Togo y Ghana. Siempre en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sin abandonar esta lucha, estudia extender el año que viene su labor a Camerún, Nigeria o Senegal, incluyendo además proyectos para combatir la leishmaniasis cutánea y el tracoma, principal dolencia infecciosa causante de la ceguera. Así nos lo ha avanzado su director general.

  La elefantiasis se conoce así porque provoca el crecimiento anormal de determinadas partes del cuerpo, causando discapacidades graves y estigma social. Se calcula que hay más de 120 millones de infectados y que 850 millones de personas en 52 países requieren tratamiento profiláctico a gran escala para detener su propagación (a través de la picadura de mosquitos). Del pian se dice que borra los rostros, es desfigurante y debilitante, y se sabe que ataca sobre todo a menores de 15 años. Se transmite por contacto con la piel de un afectado, es endémica en 13 países y unos 89 millones de personas están en riesgo de contraerlo. La OMS confía en que pueda ser en breve la segunda enfermedad en erradicarse en el mundo después de la viruela, gracias al tratamiento con azitromicina (un antibiótico recetado para la amigdalitis) que ha desarrollado el médico barcelonés Oriol Mitjá, del que ya se ha probado su efectividad. También la úlcera de Buruli puede causar desfiguraciones permanentes y discapacidad. Se desconoce el modo de transmisión, pero se asocia a la presencia de la bacteria causante en aguas sucias y estancadas, y se trata con una combinación de antibióticos. Se han notificado casos en 33 países, pero solo hay datos de un tercio y además son parciales. La lepra es la más conocida de las cuatro, la única conocida para muchos. 3 millones de personas han sufrido amputaciones o ceguera derivadas de ella y se calcula que siguen apareciendo unos 200.000 casos cada año.

De la mano de autoridades y profesionales sanitarios locales

  La detección a tiempo y el tratamiento son fundamentales y Anesvad trabaja para garantizar el acceso a la atención médica, de forma que quien contraiga estas dolencias pueda obtener un diagnóstico temprano y recibir la medicación necesaria para curarse lo antes posible, evitando lesiones que le dejen huella de por vida. Pero también es clave la prevención, por eso sus equipos promueven hábitos saludables trabajando en la alimentación, así como en la higiene o el saneamiento; y lo hacen apostando por fortalecer las estructuras sanitarias nacionales: estableciendo una relación directa con los Gobiernos (incorporándolos como titulares de esa obligación) y con los centros sanitarios regionales o de distrito (haciendo partícipes a los titulares de derechos, a las comunidades), yendo de la mano con ellos, visitando regularmente los proyectos (cada 2/3 meses) y estando muy pendientes de los resultados de las auditorías que deben pasar. Esta oenegé no tiene, como otras, presencia permanente sobre el terreno. Asegura Iñigo Lasa, que acumula años de experiencia en el sector, que ese el gran reto de la cooperación internacional en África: trabajar codo con codo con las autoridades nacionales, que son las primeras que deben responsabilizarse.

  Dice que el continente africano es el gran desconocido: admite que se sabe poco -o casi nada- de la situación sanitaria en muchos países, y que además la sociedad del llamado “primer mundo” apenas conoce las Enfermedades Tropicales Desatendidas que lo azotan y cómo afectan a quienes las padecen, a quienes les rodean y al conjunto de la población nacional. Por eso se marcan como uno de los retos para 2019 ser capaces de acercarlas más a la sociedad española para lograr así una mayor sensibilización sobre los efectos que provoca un grupo de dolencias que afectan a más de 1.000 millones de personas en el mundo.

Recuperando la confianza

  “Si Anesvad ha llegado a cumplir medio siglo de vida es principalmente porque cuenta con un apoyo social muy importante que hace posible que pueda seguir realizando su trabajo”, asegura su director general. En la actualidad cuenta con más de 60.000 socios: son menos de la mitad de los que tenía hace una década, pero la cifra ha ido “in crescendo” en los últimos años. En 2007, su entonces presidente y dos directivos eran detenidos -y más tarde serían condenados- por apropiación indebida. Desde entonces han redoblado los controles e Iñigo Lasa, que ha trabajado en media docena de ONGs, afirma que el nivel de exigencia en transparencia es de lo más alto, incluyendo no solo la publicación anual de las cuentas sino también los resultados de las auditorías externas, los salarios, etc. Explica que van incluso más allá de lo que exigen los certificados de transparencia que acreditan su labor: el de la Coordinadora de ONGD-España, el de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el del Gobierno vasco, y destaca el papel del Patronato que lleva el timón desde hace 5 años, comandado por la magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Euskadi Garbiñe Biurrun, y del que forman parte otras personalidades de la judicatura, la cooperación, la gestión pública y la innovación social.

  El director general de Anesvad está convencido de que han recuperado la credibilidad, razón por la cual está aumentando el número de socios, pero tiene claro que no pueden bajar la guardia. Y no solo ellos. Asegura que todo el sector de la cooperación, salpicado este año por escándalos como el de Oxfam, debe mejorar, especialmente en lo que se refiere a mostrarle a la gente lo que su presencia supone para los países en los que trabaja y para sus habitantes. “La evaluación de proyectos para que los ciudadanos conozcan los resultados de nuestra labor nos da más credibilidad y en ese apartado todavía hay mucho margen de mejora”, dice. En su opinión es importante seguir avanzando en transparencia financiera y en deontología, pero él pone el acento en la necesidad de demostrar que son útiles: “cuando seamos capaces de hacer llegar a la gente el cambio que, con nuestras actuaciones, se produce allí donde estamos presentes, tanto en salud como en seguridad alimentaria o en educación, daremos un importante salto cualitativo para ser más valorados por la sociedad”, concluye. Habría que añadir que también es responsabilidad de quien contribuye a esta u otras organizaciones sin ánimo de lucro exigirles un grado de información y transparencia que responda a su confianza.

P.S. Anesvad entregaba hace quince días sus III Premios a la Cooperación y la Solidaridad. Afworo fue galardonada en la categoría de “Emprender” por su proyecto de mejora de la atención clínica a las víctimas de la mutilación femenina mediante la capacitación y el empoderamiento de las matronas y las parteras tradicionales en Liberia. En la categoría de “Innovación”, la reconocida fue Ojos del Mundo, que trabaja en Mozambique para reducir los problemas oculares  en las comunidades rurales y facilitar el acceso de la mujer a los tratamientos, y que ha impulsado un taller de óptica gestionado por una asociación local de mujeres. Por su “Perseverancia” fue premiada Matres Mundi, asociación de profesionales de la salud materno-infantil que promueve una maternidad digna y segura en la zona con mayores tasas de mortalidad materna del mundo, el África Subsahariana. El Premio Honorífico lo recogía la misionera de Ourense Julia Aguiar por sus 56 años dedicados a cuidar la salud de los más vulnerables; casi cuatro décadas lleva en Benín, donde cada año son tratados en el macrocentro sanitario del que es responsable -en el que consulta y opera- más de 10.000 pacientes. Explica el director general de Anesvad que esta última era una deuda pendiente con quien lleva tantas décadas de trabajo con los que más sufren, y que además ha logrado importantes avances en el tratamiento de la úlcera de Buruli. Ella dice que “cuando se está sobre el terreno y el enfermo es una persona pobre, da la sensación de que todas las enfermedades son olvidadas”.

“La batalla judicial por los gastos hipotecarios sigue en pie”

Aberrante, una Barbaridad, Bochornosa, un Despropósito impropio de una democracia, Difícil de entender, Escandalosa, Inaudita, Incomprensible, Indignante, un Grave Error, Lamentable, Vergonzosa… Esto y más es lo que han dicho organizaciones de consumidores, sindicatos y políticos de todo signo, así como una gran parte de los ciudadanos, de la decisión del Pleno de la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo sobre el pago del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados, o lo que es lo mismo, el principal gasto de constitución de una hipoteca. 21 días y 16 horas de reunión después, por solo 15 votos a 13, el Pleno decidía dejar en papel mojado la sentencia que daba un giro de 180 grados a la jurisprudencia vigente durante las últimas dos décadas: el gravamen lo seguiría pagando el cliente que solicitase el crédito. Ha sido la última decisión del alto tribunal, que -previsiblemente- no tendrá recorrido por el Real Decreto Ley del Gobierno para modificar la norma que regula este tributo dejando claro que a partir de ahora lo pagará la banca. Sin retroactividad, por lo menos hasta que se pronuncie la justicia europea (como ya hizo con las cláusulas suelo con un tirón de orejas a la justicia española), porque el caso podría llegar a Luxemburgo: bien porque lo lleve el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid -que abrió el debate con sus recursos ante el alto tribunal y tiene 3 dictámenes a favor y otros tantos en contra-, bien porque lo haga alguno de los jueces que atiende los miles de demandas presentadas.

  ADICAE, la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros, celebra que el Ejecutivo “haya escuchado el clamor social de millones de hipotecados contra la decisión del Supremo” y habla de victoria de los consumidores. Avisa, sin embargo, de que la ajustada decisión de los magistrados y la tomada por el Gobierno demuestran que la batalla judicial sigue en pie y apuntan a que acabará en el Tribunal de Justicia de la UE. En cualquier caso, su portavoz, David Aragonés, nos explica que al margen del tema tributario esto es una cuestión civil, un contrato entre banco y cliente, por lo que queda abierta esa vía civil para reclamar los gastos del crédito, cuya imposición total a los afectados fue declarada nula por el propio Supremo hace tres años, dando lugar a sentencias que reconocen el derecho a recuperar parte -o incluso la totalidad- de lo abonado. Por eso van a seguir adelante con las 83 demandas colectivas que tienen preparadas para reclamar la devolución de esos gastos, entre los que está el Impuesto sobre Actos Jurídicos Documentados, y llaman a los consumidores a sumarse a la plataforma que impulsan pidiéndoles “que no se crean el bulo de la banca y que no permitan que se salga con la suya, porque por lo menos recuperarán una parte de lo que han pagado”. Calculan que estaríamos hablando de cantidades que oscilan entre un mínimo de 600 a 1.500 euros, dependiendo de la hipoteca, que -multiplicado por los seis millones que estarían afectadas- sumarían entre 3.600 y 9.000 millones de euros, que es lo que las entidades se quedarán habiéndolo cobrado indebidamente si no se reclama.

El galimatías del Supremo

  Dice David Aragonés que con un “pírrico” 15-13 no se puede decidir sobre algo que afecta a millones de hipotecados y añade que no se entiende que jueces especializados en otros temas corrijan el criterio doctrinal marcado por tres fallos de jueces especializados en cuestiones tributarias. Considera además que la decisión del Supremo es “inconcebible” porque va contra la propia Ley del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados de hace 25 años, en la cual se señala que es el interesado el que debe correr con los gastos. Explica Aragonés que el alto tribunal pretende que se considere que son los clientes los interesados en registrar sus préstamos dándoles así a los bancos el derecho a una ejecución fulminante.

  Precisamente los cinco magistrados de la Sección Segunda de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo que rubricaron la sentencia del pasado 16 de octubre determinaron que, contrariamente a lo que se venía haciendo desde la entrada en vigor del reglamento que desarrolló esa ley, era la banca la que debía pagar el tributo, entendiendo que es la única interesada en que la hipoteca conste en una escritura pública y se inscriba en el Registro, porque así se garantiza recuperar la cantidad prestada en caso de impago. El dictamen se hacía público el día 18, y no habían pasado ni veinticuatro horas cuando, en un gesto inédito, el presidente de la Sala, Luis María Díez-Picazo, frenaba sus efectos convocando una reunión del Pleno para este lunes por “la enorme repercusión económica y social” generada. El propio presidente del Supremo, Carlos Lesmes, llegó a pedir disculpas a los ciudadanos por la “deficiente gestión” (ADICAE cree que es ahora cuando debería pedirlo, cosa que no ha hecho) negando -eso sí- presiones de los bancos. Las principales entidades argumentaron que se habían limitado a cumplir la ley y el reglamento vigentes, dejando claro que no veían lugar para la retroactividad si se mantenía el nuevo criterio; y avisaron de que, de ser así -como ahora ha decidido el Gobierno- las hipotecas se encarecerían.

  En otro gesto inédito, el Pleno de la Sala Tercera corregía este martes a los jueces de la Sección Segunda decidiendo que fuese el cliente el que siguiese abonando el Impuesto sobre Actos Jurídicos Documentados. Resultó clave el voto del presidente: Díez-Picazo estaba aparentemente alineado con los magistrados que defendían que recayese sobre la banca, pero solo desde el día que se dictó el fallo del mes pasado, sin retroactividad; esa propuesta no tuvo el apoyo de una mayoría y, pudiendo forzar el empate a 14 votos, se decantó por volver a la anterior jurisprudencia. Hay que tener también en cuenta que -por distintas razones- no votaron 3 de los 31 jueces que forman el Pleno. En opinión de la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros, la decisión judicial demuestra el triunfo de la campaña de intoxicación de las entidades para no pagar, y nos cuenta su portavoz que se acabarán conociendo las llamadas de presión que ha habido. Hablan de “una clara derrota de la justicia, que queda en entredicho”.

  Partidos como Podemos, IU y BNG, así como diversas organizaciones de consumidores, han convocado movilizaciones en toda España para denunciar que “la justicia está al servicio del poder y contra el pueblo”. ADICAE sigue organizando la reacción de los millones de hipotecados que quieren reclamar, tanto a través de asambleas como en su plataforma de afectados y en la web hipotecaconderechos.es

Por una nueva Ley Hipotecaria que defienda a los consumidores

  Afirma David Aragonés que “ha llegado el momento de la política”. Asegura que el Gobierno ha tomado un buen rumbo pero aclara que las Cortes deben completar el camino aprobando “por primera vez” una Ley Hipotecaria que defienda a los consumidores: no solo en el reparto de los gastos hipotecarios sino también en otros temas fundamentales como el vencimiento anticipado o las cláusulas suelo.

  La ponencia constituida en el Congreso debería aprobar en breve su dictamen en comisión para que después la vote el pleno de la Cámara. Destacan en ADICAE que los grupos parlamentarios se están mostrando sensibles con el tema y esperan que tengan en cuenta gran parte de las alegaciones que han presentado: lo consideran “una oportunidad de oro para que se pongan de acuerdo y nos sitúen al nivel europeo”. De hecho valoran muy positivamente que el Ejecutivo haya asumido al fin una de sus principales reivindicaciones: la creación de la Autoridad Independiente de Protección al Cliente Financiero dada la “ineficacia” del Banco de España y de la CNMV.

  Advierten de que estarán vigilantes, también de lo que puedan hacer los bancos para compensar el desembolso que van a tener que hacer a partir de ahora.

Después de invadir medio planeta, los plásticos están ya en nuestro organismo

  Era de esperar que el plástico que los humanos producimos y desperdiciamos volviese a nosotros y ya lo ha hecho: ha llegado a nuestro intestino. Así lo constata un estudio piloto liderado por la Universidad Médica de Viena cuyos resultados se acaban de presentar: en las heces de todos los participantes -de países tan distantes como Rusia, Japón o Reino Unido- se encontraron partículas de hasta 9 tipos de plástico, sobre todo tereftalato de polietileno (PET) muy utilizado en envases de bebidas y textiles, y polipropileno (PP) usado en el envasado de alimentos y en los tapones de las botellas. Siendo cierto que la muestra es pequeña (solo 8 personas), la diversidad geográfica y la variedad de plásticos detectados llevan a los investigadores a urgir que se determine el impacto de estos materiales en nuestra salud. A expertos en medioambiente como Alistair Boxall, de la británica Universidad de York, no les sorprenden los resultados: recuerda que se han encontrado microplásticos en pescados y mariscos, en agua embotellada y del grifo, o en la cerveza. También en la sal: una investigación a nivel internacional comandada por expertos surcoreanos, con la participación de Greenpeace, ha confirmado hace poco la presencia de microplásticos en más del 90% de las marcas analizadas. Hace un año, especialistas de la Universidad de Alicante comprobaban que la sal producida en las salinas españolas contiene plástico en diferentes concentraciones. Otro estudio reciente de la Universidad de Almería demuestra que los envases de plástico pueden transferir a los alimentos sustancias químicas cuyo impacto en la salud todavía se desconoce: sustancias no autorizadas para el uso y la fabricación de envases destinados a la alimentación que se generan porque el material usado se deteriora por procesos de degradación, por interacciones entre los distintos componentes o por las impurezas de la materia prima.

  Organizaciones como Greenpeace llevan tiempo llamando a detener la contaminación por plástico desde su origen: “para el planeta y para la salud de las personas es fundamental que las empresas reduzcan su dependencia de los plásticos y eliminen los desechables de inmediato”, en palabras de Julio Barea, que reconoce que los consumidores tenemos nuestra parte de culpa y pide una mayor concienciación. Explica que ellos no tienen una campaña contra el plástico per se -que consideran imprescindible en ámbitos fundamentales como el médico- sino contra el abuso y el mal uso que se hace de él. Destacando que casi todos los plásticos (también los biodegradables) se sintetizan a partir de derivados químicos del petróleo -porque los costes son menores-, cuenta que en la última década se han producido más que en toda la historia y que en 2020 se espera que se superen los 500 millones de toneladas anuales, un 900% más que en 1980; y eso sabiendo que el sistema de gestión de residuos se ha demostrado ineficaz: según la propia patronal del plástico, en la UE (segundo productor mundial después de China) apenas se recicla un tercio de los residuos; también en España, donde casi la mitad acaba en vertederos. “Con lo que no se recupera podrían llenarse tantos camiones de basura que, colocados en fila, cubrirían la distancia entre Madrid y París”.

HAY QUE ACTUAR YA

  Por eso es necesario actuar. Y es algo que han comprendido incluso los miembros del Parlamento Europeo, que la semana pasada aprobaban por amplísima mayoría un proyecto de directiva comunitaria que apuesta por prohibir en 2021 los productos plásticos de usar y tirar más utilizados (que suponen casi la mitad de la basura marina que aparece en las playas) para los que existen alternativas, como los platos y los cubiertos, las pajitas y los removedores, o los bastoncillos para los oídos. Obliga a los Estados a tomar medidas para reducir un 25% el consumo de envases de alimentos (hamburguesas, frutas, etc.) y de vasos; fija objetivos de recuperación y reciclaje de aparejos de pesca y llama a recoger por separado el 90% de los envases de bebidas, así como a garantizar que se produzcan con un tercio de material reciclado para 2025. También insta al productor a asumir el coste de la gestión de los residuos y de las iniciativas de sensibilización, avalando además los sistemas de depósito y retorno de envases, con la idea de que propicien el uso de materiales de calidad y perdurables. “Esto ahora mismo no sucede”, según Julio Barea, “porque, al estar todo mezclado, lo reciclado es de tan escasa calidad que aquí prácticamente no tiene salida, y una parte importante acaba en países del Tercer Mundo sin que a nadie le importe su destino final”. Y añade que “ni mucho menos se puede reciclar infinitamente”.

  Greenpeace, como otros colectivos ambientales y sociales, consideran histórico el paso dado por la Eurocámara ya que incluye la práctica totalidad de sus reclamaciones; pero avisan de que van a estar vigilantes para que no haya rebajas en la negociación a tres bandas (Gobiernos, Parlamento Europeo y CE) de la futura ley, que debería estar lista antes de las elecciones comunitarias del próximo mes de mayo, pues denuncian presiones a los Ejecutivos de los grandes grupos productores y consumidores de plástico. Para estos grupos, el proyecto de directiva aprobado los responsabiliza en exclusiva por conductas inapropiadas que -dicen- van mas allá de su control. La industria -que destaca que crea en la Unión Europea más de 1,5 millones de empleos directos y genera un volumen de negocio que, en 2016, se acercó a los 350.000 millones de euros- defiende los avances en su compromiso con el medioambiente y sostiene que los materiales plásticos ahorran muchos más recursos de los que se usan para su producción, contribuyendo a la sostenibilidad ambiental. Pide que los esfuerzos se centren en fomentar el consumo responsable y en concienciar para evitar el abandono de estos productos, así como en mejorar los sistemas de recogida y gestión.

LA REUTILIZACIÓN Y REDUCIR EL CONSUMO, LAS CLAVES

  Asegura Julio Barea que es de justicia que los que obtienen beneficios económicos de ellos se hagan cargo de todos esos envases que están causando un enorme problema a nivel planetario: “se socializa la contaminación, pero los beneficios son particulares”. Afirma que es de justicia y de ley: recuerda que ya la Ley de Envases de 1997 los instaba a poner en marcha un sistema de depósito y retorno, ofreciéndoles la posibilidad de no hacerlo si participaban en un sistema integrado de gestión cuyos costes debían asumir, y explica que fue esto último lo que hicieron “al ser lo que les salía más barato”, más todavía teniendo en cuenta que al final son las Administraciones (es decir, nosotros con nuestros impuestos) las que acaban corriendo con buena parte de los gastos.

  En Greenpeace -como los europarlamentarios- apuestan por volver a ese sistema de retorno de envases que existió hace varias décadas en España y que existe hoy en día en varios países. Están convencidos de que premiando a quienes lo hacen bien se conseguiría recuperar, reutilizar y poner de nuevo en el mercado ese 90% de los envases de bebidas que marca el proyecto de directiva aprobado, envases que son los más consumidos fuera del hogar y por tanto los que más se abandonan. Y destacan que esa opción la recogen ya normas autonómicas como la aprobada en Navarra y la que se va a aprobar en Baleares. Dan una cifra: cada día se ponen a la venta en España 50 millones de envases de este tipo de los que solo se recuperan (que no todos se reciclan) 20, “lo que significa que tienes 30 millones contaminando. Un dato demoledor”.

  Y es que la reutilización es para Greenpeace la clave en la gestión de residuos, porque reciclar -por lo que hemos dicho- no es suficiente: “hay que reciclar, sí, pero sobre todo reutilizar y reducir lo que consumimos, porque consumimos demasiado, y no estamos hablando solo de plástico”. Cuenta Julio Barea que llevamos décadas consumiendo materiales plásticos “muy alegremente, sin preocuparnos por nada” y explica que “ahora todas las alarmas se han encendido” porque incluso el mar, que ocupa tres cuartas partes de la superficie del planeta, se está viendo colmado por estos residuos: cada año acaban en él hasta 12 millones de toneladas, el equivalente a un camión de la basura lleno de plásticos por minuto. “Y esos residuos no se pueden limpiar”. Se calcula que el hilo de pesca tarda unos 600 años en descomponerse, una botella de plástico alrededor de 500, un mechero 100 y una bolsa 55. Tengámoslo muy en cuenta.

P.S. Greenpeace nos recuerda que podemos mudar hábitos para que los plásticos dejen de inundar nuestra vida. Ahí van algunos ejemplos:

Cambiar las bolsas de plástico por otras reutilizables, por carros o por cestas.

.  Sustituir vasos, platos y cubiertos de plástico por nuestros utensilios de cocina habituales, y llevar la olla cuando compremos comida para llevar.

.  Apostar por recipientes de acero inoxidable o vidrio en lugar de por tápers.

.  Evitar el exceso de envoltorio cuando compramos alimentos.

.  Elegir bebidas en envases de vidrio.

.  Beber agua del grifo mejor que embotellada en plástico.

.  Dejar las maquinillas de afeitar desechables y apostar por la máquina eléctrica.

.  Evitar los productos cosméticos que tengan microesferas de plástico en su composición. Es el caso de muchos exfoliantes, pero los hay que las sustituyen por componentes naturales como arcilla o cáscaras de frutos secos.

.  Buscar juguetes de madera, de tela, o de látex y caucho natural.

Podemos hacer mucho para acabar con el desperdicio de comida

Cuatro de cada cinco familias españolas tiran comida en un país en el que, atendiendo a los últimos datos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura y del Programa Mundial de Alimentos, el año pasado había 600.000 personas en situación de inseguridad alimentaria grave. Cada hogar desperdicia casi 1,5 kilos de alimentos a la semana, unos 76 kilos al año, con lo que nos acercamos al millón y medio de toneladas anuales. A esto hay que sumarle lo que se tira en los supermercados, en los restaurantes, en los comedores escolares o en los hospitales, lo que se desecha en el proceso productivo y lo que directamente se queda en los campos de cultivo porque presenta algún golpe, no tiene el tamaño adecuado o simplemente es ‘feo’. La suma total, que debería sonrojarnos, supone alrededor de ocho millones de toneladas de comida desperdiciada cada año en España, que es el séptimo país de la Unión Europea que más comida tira: el conjunto de los socios comunitarios desaprovecha 90 millones de toneladas anuales.

Las cifras hablan por sí solas y deberían llevarnos a la reflexión pero, por si no son suficientes para que nos decidamos a hacer algo que cambie esta realidad, ahí están activistas como Manuel Bruscas, un consultor social empeñado desde hace siete años en darles la vuelta a las cosas, “porque es una cuestión de corresponsabilidad: todos en nuestro día a día podemos aportar nuestro grano de arena que, sumados, son muchos; y quienes nos gobiernan están obligados a cumplir también con la parte que les toca”.

Porque no se trata únicamente de saber que desperdiciamos tanta cantidad de comida -se calculan 1.300 millones de toneladas en todo el mundo– que con apenas una cuarta parte se podría acabar con la hambruna que, según la ONU, golpea a 820 millones de personas; ni de tomar conciencia de que 600.000 españoles viven en nuestro país sin saber si van a comer algo hoy, con lo que eso significa y con el riesgo que supone cuando hablamos de niños que, con una alimentación deficitaria (en cantidad y en calidad), crecen con todos los números para sufrir enfermedades que afectarán a su evolución cognitiva y, en consecuencia, a su inserción laboral futura. “Hay que pensar además en el impacto que tienen en el planeta todos esos alimentos desperdiciados”.

Todo lo que supone tirar comida a la basura

Pensemos en la huella de carbono; porque si la comida que se tira fuese un país, sería el tercero en emisión de gases de efecto invernadero, después de China y EE.UU., ahí es nada. Prestemos atención por ejemplo a lo que supone el transporte de la fruta exótica o de la que ya no está en temporada, procedente muchas veces de países que se encuentran a miles de kilómetros, y en las toneladas que se desperdician; o tengamos en cuenta el pequeño porcentaje de restos de comida que se composta, acabando la mayor parte en vertederos, cuyas emisiones de metano son una de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero del sector de los residuos. Pensemos en la deforestación, en los árboles talados y en los bosques que han desaparecido para dar paso a tierras de cultivo que permiten subsistir a millones de personas: si esos campos producen alimentos que se desperdician no sirven para nada, y eso es lo que pasa con casi un tercio de la superficie agrícola mundial.

Y pensemos en la huella hídrica, en la cantidad de agua dulce -cada vez más escasa- que necesitan esas inmensas extensiones de cultivos. Dice la FAO que el volumen de agua utilizado cada año para producir los alimentos que se pierden o se desperdician equivale al caudal del Volga, el río más largo de Europa; solo en España equivale a unos 130 litros por persona y día. Valoremos también el impacto en la biodiversidad y las consecuencias económicas directas del desperdicio y del despilfarro de alimentos: 250 euros perdidos anualmente por cada español. “Cifras y datos escalofriantes” en palabras de Bruscas, como le llaman los que le conocen.

¿Qué puedo hacer yo?

Repite este activista que cada uno de nosotros podemos poner mucho de nuestra parte para revertir la situación. Podemos empezar haciendo una lista antes de ir a la compra, comprando productos frescos de temporada, eligiendo aquellas piezas de fruta o verdura que son ‘feas’, teniendo siempre claro que fecha de caducidad no es lo mismo que fecha de consumo preferente, haciendo cocina de aprovechamiento (dándoles una segunda vida a las sobras), usando apps como yonodesperdicio.org que nos permiten compartir alimentos, llevándonos la comida que no hemos acabado cuando vamos a un restaurante… “Son pequeños cambios, no revoluciones, pero contribuyen a frenar el desperdicio de alimentos y con ellos también estamos ayudando a combatir el cambio climático”.

Como ciudadanos -explica- tenemos que demostrar que los valores importan, por eso debemos reclamar transparencia a supermercados y grandes cadenas de alimentación para saber cuánta comida tiran: que den a conocer sus cifras como hizo voluntariamente TESCO en el Reino Unido. No es lo habitual. Hace tres años, Manuel Bruscas y activistas de otros países comunitarios decidieron poner en marcha una campaña para exigir que la Comisión Europea les obligue a donar esa comida que les sobra. La semana pasada se reunían con la directora de Seguridad Alimentaria, a la que entregaban más de un millón doscientas mil firmas de apoyo y, tras una cierta presión, las autoridades comunitarias se han comprometido a darles una respuesta en un mes. “Las sensaciones son un poco encontradas, porque te dicen que tienen el tema presente pero también que es muy complicado poner de acuerdo a 28 países”, y esto teniendo en cuenta además que el año que viene habrá elecciones. “Hay que seguir dando la batalla a nivel europeo, pero también a nivel nacional”, sentencia.

Francia e Italia aprobaron hace poco leyes que van en esta dirección: la legislación gala obliga a los supermercados de más de 400 metros cuadrados a donar la comida que les sobra y la italiana les da incentivos para hacerlo. Bruscas se queda con la francesa, porque lanza un mensaje inequívoco que a su entender se ha demostrado eficaz en distintos ámbitos -si no cambias la forma de actuar habrá sanción-, al tiempo que genera un debate en la opinión pública que lleva a la gente a preguntarse si es verdad que un supermercado se niega a donar los alimentos que le sobran y porqué es esto así; pero lo que más le gustaría es que los grandes grupos de alimentación estuviesen obligados a informar de la cantidad de comida que tiran, convencido como está de que al día siguiente la presión ciudadana les haría cambiar: “la presión es una de las claves”.

La situación en España

La situación en España es para él “decepcionante”, por resumirla en una palabra, porque aquí “todavía estamos debatiendo, discutiendo, y no se ha dado ningún paso”. Decepcionante es el resultado de los trabajos de la comisión creada el año pasado en el Senado para estudiar el tema, siendo lo más desalentador que aparentemente haya un consenso, pues su informe -aprobado recientemente- salió adelante por unanimidad. La pregunta es clara: si existe consenso ¿por qué no se avanza? Y ahí aparece para muchos la alargada sombra de los lobbies.

Los senadores apuestan -entre otras recomendaciones- por crear un Observatorio del Desperdicio Alimentario, por poner en marcha campañas de concienciación y por aprobar rebajas fiscales para comercializar productos frescos menos atractivos a la vista pero con las mismas propiedades nutricionales. “Hay muchos productos que ni siquiera llegan a los supermercados porque no son perfectos según los estándares marcados por los grupos de alimentación que, a su vez, se rigen por los estándares que como consumidores les pedimos. ¿O es al revés?”. Como el huevo y la gallina, no se sabe que fue primero, pero el caso es que cuando vamos a la compra es prácticamente imposible encontrar frutas o verduras feas y, si las hay, es porque nadie las quiere. Por eso Bruscas insiste en la corresponsabilidad.

Los tomates de verdad son feos

Y es que Los tomates de verdad son feos, como leemos en el título del libro que ha escrito -“porque lo que no se comunica no existe”- ilustrado por Alejandra Zúñiga, en el que nos cuenta todo esto y mucho más. Porque está convencido de que cambiar esta realidad es posible. Explica que empezó con esta lucha porque le parece “una causa noble y justa, con la que es prácticamente imposible no estar de acuerdo”, y dice que sigue en ella porque piensa que lo que hace está teniendo impacto: “estoy contribuyendo y quiero seguir contribuyendo”. Se siente satisfecho de que la gente le diga que va cambiando sus hábitos de consumo porque eso le demuestra que su lucha tiene sentido. Y sabe que la educación es otra de las claves: “cuando tú, desde pequeño, interiorizas un valor, se acaba convirtiendo en parte de ti”.

Cuenta que tiene claro “que esto es una maratón, una carrera de fondo en la que es importante es la tendencia”, y le compensa porque cada día se habla más de este tema, por eso no piensa rendirse. Dice el director general de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, José Graziano da Silva, que lograr el objetivo del Hambre 0 en 2030, marcado hace unos años, todavía es posible si trabajan todos los países juntos. ¡Ojalá! Pero debemos ser conscientes de que “cada uno de nosotros podemos hacer mucho para frenar el desperdicio de alimentos, más allá de buscar grandes enemigos externos a los que combatir -que también-, siempre sin dejar de presionar a nuestros Gobiernos para que actúen”. Ya lo decía Nelson Mandela: todo parece imposible hasta que se hace.