Por qué debemos seguir peleando, ahora más que nunca

Tal día como este 8 de Marzo hace un año cientos de miles de mujeres y de hombres tomamos las calles en toda España en una movilización histórica para exigir la igualdad efectiva entre sexos, y hoy lo volvemos a hacer. Como entonces, se repite la huelga general, aunque los principales sindicatos del país -UGT y CCOO- se resistan a la convocatoria, limitándola -otra vez- a paros parciales. Las distintas Plataformas Feministas y la Comisión 8M (que agrupa a organizaciones de mujeres de todo el territorio) reivindican de nuevo que somos nosotras las que movemos el mundo porque somos las principales cuidadoras de niños, mayores, dependientes y enfermos; porque somos las que asumimos los trabajos peor pagados y menos valorados por la sociedad; porque somos mayoritariamente las compradoras de productos básicos… y porque, si paramos todas, el mundo se para. Se trata, además y sobre todo, de demostrar que somos capaces de frenar este sistema capitalista que sobreexplota y ejerce todo tipo de violencias sobre la mujer y de reclamar un sistema distinto al del actual patriarcado, un sistema basado en la igualdad y en la justicia social.

¿Por qué todavía tenemos que seguir demandando equiparación salarial en el desempeño del mismo trabajo? ¿Por qué debemos continuar luchando para acabar con esa brecha que distintas fuentes cifran en una horquilla de entre el 22% y el 30% que separa lo que nosotras cobramos de media de lo que cobran ellos, y que significa menos cotizaciones y por lo tanto pensiones más bajas? ¿Por qué hay que insistir en la urgencia de derribar ese techo de cristal que mantiene estancado en el 27% el porcentaje de puestos directivos que ocupamos cuando las aulas están llenas de alumnas, el porcentaje de licenciadas es muy superior al de licenciados y buena parte de los mejores expedientes pertenecen a mujeres? ¿Por qué no podemos dejar de exigir que tener hijos, mayores o dependientes a cargo no penalice en nuestra vida laboral y en nuestra jubilación? ¿Por qué debemos repetir bien alto que queremos que se visibilice y se reconozca el valor y la dignidad del trabajo de cuidados a terceros y del trabajo doméstico -que realizamos mayoritariamente- y que se asuma la corresponsabilidad por parte de la otra mitad de la población y del Estado? ¿Por qué tenemos que mantenernos firmes en la reclamación de que se consideren las violencias machistas una cuestión que atañe a toda la sociedad y no solo a una parte acabando con aquellas que muchas mujeres sufren a diario en la propia sociedad, en el trabajo, en la pareja o por parte de las instituciones? ¿Por qué hay que demandar más que nunca que la justicia deje de cuestionar porque sí la denuncia de muchas víctimas de agresiones y aplique de forma efectiva las leyes contra las violencias machistas? ¿Por qué debemos seguir gritando que si no hay consentimiento es violación? ¿Por qué tenemos que continuar exigiendo acciones de las Administraciones y del conjunto de la sociedad para parar una sangría que se acerca -atendiendo a cifras oficiales- a las mil asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003, y que a buen seguro serán muchas más? ¿Por qué es necesario que volvamos a reclamar nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo y nuestra maternidad? ¿Por qué hay que seguir poniendo el acento en la necesidad de llevar a cabo cambios en el sistema educativo y en la exigencia de más avances en el campo normativo? Todo esto y más tenemos que reclamarlo de nuevo en la calle, y no dejar de hacerlo en nuestro entorno más próximo, porque a pesar de décadas de lucha y de que el 8M de 2018 el feminismo levantó su voz con fuerza, en este último año apenas hemos avanzado en el camino hacia la igualdad.

Tan cierto como que Roma no se construyó en un día lo es que ha pasado ya demasiado tiempo y que no podemos esperar más para que se produzcan cambios de calado, sobre todo cuando en el horizonte reaparece incluso la posibilidad de perder derechos que ha costado mucho conseguir. Nuestro futuro pasa por nosotras y, como apunta el manifiesto de la Comisión 8M para este Día Internacional de la Mujer, “defendemos una forma de convivir y queremos hacerlo unidas y fortaleciendo las alianzas con otros movimientos sociales. Así nos enfrentamos a quienes hacen su política desde la mentira y desde el desprecio a las mujeres”. Si hay partidos que se empeñan en atacar al movimiento feminista -VOX ni siquiera debería serlo- es porque saben que puede conseguir que el cambio definitivo del statu quo se haga realidad más pronto que tarde. Y no olvidemos que esa transformación radical no se materializará sin que los hombres sigan uniéndose a nuestra lucha, porque ellos son casi la mitad del mundo. Tengamos en cuenta que feminista -así lo recoge el diccionario de la Real Academia Española- es toda persona que defiende el feminismo, que es el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.

P.S. Sabiendo que yo no soy protagonista de esta bitácora, que las protagonistas son todas esas voces que habéis podido ‘leer’ y escuchar a lo largo de 25 artículos y las que se les irán sumando, no podía ni quería dejar pasar esta fecha sin pronunciarme sobre la lucha por la igualdad que se viene reivindicando en el mundo cada 8 de Marzo desde 1975, pero que las mujeres protagonizan desde mucho tiempo atrás: una lucha por conseguir derechos de los que disfrutamos con toda naturalidad, como si hubiese sido siempre así, y en la que quizás no lleguemos a ser conscientes de todo lo que tuvieron que sacrificar; hablo del derecho al voto o a la educación, del derecho a ser reconocida como trabajadora, de poder ser titular de una cuenta bancaria o propietaria de un inmueble sin el consentimiento del padre o del marido. El 24 de octubre de ese 1975 se secundó la primera huelga feminista de la historia de la que hay constancia como tal: fue en Islandia. En España lo hicimos 43 años después, lo hacemos este y deberíamos seguir repitiéndolo tantos como haga falta hasta conseguir lo que reclamamos: ni más ni menos que lo que nos corresponde.

“Cuando no es una bomba es la falta de comida o de medicinas, o no tener ropa de abrigo para el invierno: la guerra siria sigue matando 8 años después”

“Cuando no es una bomba es un obús, cuando no es un obús es que no hay alimentos o agua potable, cuando no es que falten alimentos o agua potable es la falta de medicinas, cuando no es la carencia de fármacos es que no tienen ropa de abrigo, ni calzado adecuado, ni con qué calentarse a temperaturas bajo cero, y podríamos seguir. Llueve sobre mojado para una población muy debilitada que lleva ya demasiado tiempo sobreviviendo en zonas en las que ni siquiera hay hospitales o centros de salud porque han sido bombardeados, como también lo han sido las escuelas y sus propias casas”. Este sigue siendo el día a día al que se enfrentan millones de sirios en vísperas del octavo aniversario del estallido de una guerra que no parece tener fin. Es la responsable de Comunicación de ACNUR en España, María Jesús Vega, quien nos acerca esa dura realidad para millones de ciudadanos exhaustos que ven cómo las ignominiosas cifras del conflicto -vergonzosas no solo para los responsables directos sino también para la comunidad internacional- no dejan de aumentar. El número de muertos supera los 250.000 e incluso los dobla, según fuentes que trabajan en el terreno, siendo miles de ellos menores: es el caso de los 30 niños que morían el mes pasado por hipotermia y desnutrición en el noreste del país cuando huían de los combates hacia el campamento de Al-Hol, donde actualmente se concentran más de 25.000 sirios; o como los -por lo menos- ocho pequeños que, por las mismas causas, han perdido la vida en las últimas semanas en el asentamiento improvisado de Rukban, al sureste, donde 40.000 personas necesitan desesperadamente ayuda humanitaria.

3 millones de sirios sin apenas acceso a ayuda humanitaria

María Jesús Vega describe Rukban como “una franja desértica aislada, situada a unos 300 kilómetros de Damasco, donde las escenas que ves son dantescas, donde apenas hay servicios y donde no existe la atención médica más básica, por lo que las condiciones sanitarias son catastróficas; un lugar en el que los pocos productos que llegan tienen unos precios estratosféricos, prácticamente inalcanzables, que multiplican por cinco los de la capital y donde incluso el pan y el agua hace ya mucho que se han convertido en un lujo que casi nadie se puede permitir”. A principios de este mes de febrero, las Agencias de la ONU y la Media Luna Roja conseguían llevar hasta allí un cargamento de comida, medicinas y equipo médico; mantas térmicas, kits de nutrición y de higiene femenina…, etc.: “y no ha sido nada fácil porque necesitamos el beneplácito de muchos actores”, se queja la portavoz de ACNUR, denunciando que la población civil es utilizada como arma de guerra y que han visto morir gente porque la ayuda humanitaria no ha llegado a tiempo debido a las interminables negociaciones.

Explica que cuando trabajan en países en conflicto, con múltiples actores armados en movimiento, muchas veces es difícil saber a quién dirigirse para obtener los permisos; que otras no les permiten trasladar asistencia que es para ellos fundamental -algo tan simple como gas para cargar estufas o para cocinar- porque quien tiene que autorizarlo considera que sus enemigos pueden usarla para matarlos o para alimentar el conflicto; y que en ocasiones no los autorizan a ir a una determinada área porque se pretende que vayan a otra. “Nosotros nos regimos por los principios de neutralidad, humanidad e imparcialidad -dice- y se nos debería permitir llevar a cabo el mandato que Naciones Unidas y sus miembros nos han encomendado”. Y es que 3 millones de sirios de los 13 millones que necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir se encuentran en lugares a los que no pueden acceder con frecuencia ni con todo el material que debieran.

Ocho de cada diez sirios viven por debajo del umbral de la pobreza

La mitad de los que necesitan asistencia humanitaria son menores y, de ellos, 3 millones no saben lo que es vivir en paz porque no han conocido otra situación distinta a la guerra: niños que llevan años viendo a diario verdaderas atrocidades y que han ido perdiendo a miembros de sus familias; niños en muchos casos con malnutrición, que nunca han ido al colegio ni han tenido los correspondientes ciclos de vacunación, menores acostumbrados a jugar en los refugios en los que se protegen de los bombardeos… La responsable de Comunicación de ACNUR recuerda el caso de un refugiado que tuvo que dejar atrás a los suyos y contaba que la primera palabra que su hijo había pronunciado, antes incluso que papá y mamá, había sido “luz”, porque se iba cada dos por tres y a lo largo del año podían disponer de electricidad como máximo un par de meses, sumando los distintos períodos.

Más de 6,5 millones de sirios se han convertido en desplazados forzosos en su propio país y superan los 5,5 millones los que son refugiados, la inmensa mayoría en la región. Son más de 13 millones las personas que necesitan asistencia humanitaria en Siria y la situación no es mucho mejor en Líbano, que acoge un sirio por cada 4 nacionales, donde más del 70% de los refugiados vive por debajo del umbral de la pobreza: “el país ha demostrado una generosidad impresionante abriéndoles las puertas pese a la presión que eso ha supuesto para sus servicios e infraestructuras sanitarias, educativas, laborales…, etc.; pero no se han recibido contribuciones económicas suficientes como para poder dar respuesta a las necesidades básicas de una población acogida que, pasados tantos años, sigue en su territorio”, destaca María Jesús Vega en referencia a la ayuda bilateral y la financiación de las operaciones de la Agencia. Personas que ya estaban destrozadas antes de llegar “por la pérdida de una madre, de un padre o de los dos; de su marido o su mujer; de alguno o varios de sus hijos, por haber asumido la responsabilidad de hacerse cargo de los hijos de su hermana o hermano porque ellos ya no están, por las secuelas de los shocks sufridos, mujeres violadas y sufriendo todo tipo de abusos”; gente que “tiene que pasar toda una carrera de obstáculos para cruzar la frontera y que, por buscar una salida se convierten en víctimas de mafias que hacen negocio con el sufrimiento y la desgracia ajenas”; seres humanos que, en el país de acogida, viven muchas veces un nuevo infierno “porque carecen de un techo bajo el que cobijarse porque no pueden pagar un alquiler; mujeres a las que el casero les exige sexo a cambio de una casa para la familia, que dan a sus hijas menores en matrimonio para que el resto de familiares puedan comer con la dote que reciben a cambio; padres que no escolarizan a los chavales porque tienen que trabajar para ayudarles, o a los que no les queda otra que unirse con el resto del barrio para enviar a la escuela al que consideran más inteligente, que será el responsable de enseñar a los demás usando una puerta como pizarra.

Siria no es todavía un país seguro al que regresar

Asegura la responsable de Comunicación de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en España que si hay algo que tienen claro es el valor inmenso de la educación: “Saben que los hará más libres y que a través de ella adquirirán los conocimientos para reconstruir su país cuando puedan regresar, que es lo que quieren, ellos y la mayoría de refugiados”; y aporta un dato: 9 de cada 10 se quedan en los países más próximos al suyo y no en los más ricos, como muchos creen, esperando volver cuanto antes y colaborar en la reconstrucción.

Pero esa vuelta a casa está todavía lejos. Explica María Jesús Vega que ACNUR no ha puesto en marcha un Plan Integral de Retorno porque el territorio sirio “no es ni mucho menos seguro” y porque es preciso que el regreso sea sostenible en el tiempo y no de ida y vuelta como ha pasado en muchos casos: debe hacerse en colaboración con el país de origen y con los de acogida, hay que asegurarse de que existen los servicios básicos y de que la población pueda regularizar y legalizar su situación (teniendo en cuenta que son miles los que han perdido su documentación o ni siquiera la tienen); las autoridades deben garantizarles que tendrán todos sus derechos como ciudadanos y que no acabarán en la cárcel en cuanto lleguen porque su nombre figura en una lista negra por el mero hecho de haber vivido en una zona controlada por un determinado grupo; es fundamental arreglar cuestiones de propiedad, de acceso a la tierra y, por supuesto, tienen que haber cesado el fuego y los ataques con bombas que siguen destrozando hogares. Aclara que eso no significa que la agencia -que defiende un regreso con carácter estrictamente voluntario- no apoye a aquellos que, a título individual, han querido y/o quieren volver, algo que han hecho unas 125.000 personas en tres años, según los datos que manejan; ni tampoco que no lleve trabajando desde 2017 con otras agencias y ONGs, con todos los Gobiernos y con los propios refugiados en el diseño de ese Plan Integral de Retorno: “otra cosa es cuándo se va a ejecutar”.

“El discurso xenófobo del miedo se apoya en datos falsos”

Aunque han callado las bombas en algunas zonas de Siria, a las partes enfrentadas en este conflicto -que se han saltado incluso las ‘normas de la guerra’- la Agencia de la ONU para los Refugiados lleva años exigiéndoles sin éxito que respeten a la población civil, que respeten los convenios internacionales, que faciliten el acceso de los trabajadores humanitarios a todas las zonas y los respeten también a ellos pero, sobre todo, que dejen de una vez las armas y colaboren en la puesta en marcha de un proceso de pacificación en el que desplazados y refugiados también tengan parte. A la comunidad internacional, en especial a Europa, le reclama que se implique más y se movilice como hizo la sociedad civil en su día, cuando las consecuencias del conflicto llegaron a sus puertas, “aunque la respuesta de los Estados fuese débil y tardía”; recuerda su portavoz en España que, mucho tiempo antes, ellos habían alertado de lo que supondría el conflicto en cuanto a pérdida de vidas humanas, en cuanto a personas forzosamente desplazadas de sus hogares en un país que acabaría destrozado y en cuanto a seguridad, afirmando que “sin duda hoy el mundo es más inseguro y más inestable por permitir que se haya prolongado tanto”.

Afirma que Siria es la constatación de un fracaso colectivo del que debemos aprender para no repetir errores, y dice que eso pasa, en buena medida, porque los países cumplan el Pacto Global de Refugiados firmado a finales del año pasado: “porque asuman que la responsabilidad de proteger a los refugiados es colectiva y tiene que ser más eficiente, y porque apoyen mucho más a los países y comunidades que acogen a un mayor número, que generalmente no son los más ricos”. Está “segura” de que, si se hubiese hecho así en este caso, si se hubiese invertido lo necesario en Líbano, en Jordania, en Irak o en Turquía en su momento, “no se habría producido el desplazamiento de refugiados hacia Europa tan importante que se vio en 2015”, y advierte de que trabajar solo en el ámbito del blindaje y de la seguridad para que estas personas no lleguen al viejo continente no resolverá la situación. Por eso considera imprescindible ese cambio de enfoque a la hora de gestionar otras crisis como esta para que las cifras de desplazamientos forzados, que superan los 68,5 millones de personas -las más altas desde la Segunda Guerra Mundial- no sigan batiendo récords como los que ha venido registrando ACNUR en los cinco últimos años.

A dos meses de unas elecciones generales y a menos de 3 de las europeas, con los partidos xenófobos en alza, desde la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados llaman a no enarbolar el discurso del miedo y del odio, un discurso xenófobo, que -afirman- se apoya a veces en datos falsos: “Terrorismo, Yihadista y Refugiado son tres palabras que muchos usan a propósito en la misma frase para generalizar sobre determinados colectivos y provocar rechazo y desconfianza hacia quienes -no deberíamos olvidarlo- huyen en muchas ocasiones del mismo terrorismo que está detrás de atentados como los de Atocha, París o Alemania que se producen prácticamente a diario en sus países matando a decenas de personas, pero que apenas ocupan espacio en los medios occidentales”. Por eso María Jesús Vega pide que el tema se trate siempre ajustándose a la realidad, no utilizándolo de forma partidista o como arma arrojadiza. Valora la solidaridad que ha demostrado la sociedad española “dando lecciones en temas de voluntariado y acogida” y llama a preservarla como un tesoro que todos debemos cuidar. Su mensaje es directo: trata a esas personas como lo que son, seres humanos, como te gustaría que os tratasen a ti y a los tuyos si estuvieseis en su piel: “Nadie elige convertirse en refugiado y, tristemente, muchos lo son para toda la vida”. Recuerda que más de 17.000 personas han muerto en el Mediterráneo solo en los últimos cuatro años intentando buscar ese refugio en Europa, teniendo tanto derecho a vivir como cualquiera de nosotros. “Gente que, en su huida del hambre, de las guerras y de continuas violaciones de derechos humanos, se ha visto obligada a ponerse en manos de mafias para alcanzar territorios seguros porque no cuenta con vías legales para acceder”. Y destaca que habrían sido muchísimas más de no ser por la “impresionante” labor de distintos equipos de salvamento marítimo, incluidas las ONG a las que ahora se les ponen obstáculos para seguir cumpliendo con un principio que nunca hasta ahora se había puesto en cuestión: el de rescate en el mar.

P.S. Filippo Grandi, alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, habla de Siria como “la mayor catástrofe humanitaria y de refugiados de nuestros tiempos, una constante causa de sufrimiento para millones de personas que debería obtener el apoyo masivo de todo el mundo”. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados fue establecida el 14 de diciembre de 1950 por la Asamblea General de Naciones Unidas con el mandato de dirigir y coordinar la acción internacional para la protección de los refugiados a nivel mundial. En la actualidad cuenta con un equipo de casi 11.000 personas en alrededor de 140 países. Toda la información, en https://www.acnur.org/es-es

P. S. La fotografía que ilustra el post es de niños sirios desplazados internos en las calles de Alepo ©ACNUR/UNHCR/Bassam Diab

“Las víctimas de pederastia estamos limpiando la porquería de la Iglesia, cuando es ella la que debería liderar esa lucha”

Están hartos de que apenas se les escuche ni se les den soluciones: de que desde la Justicia les digan que su caso ha prescrito (con esa pregunta de ¿por qué no ha denunciado antes? que siempre se repite y que tanto daño les hace); de tener que contar una y mil veces durante la instrucción y el juicio todo lo que han sufrido cuando pueden denunciar y lo hacen; de que con los partidos políticos todo sean buenas palabras pero pocas o ninguna de las propuestas se concreten; de que la jerarquía eclesiástica los haya “ofendido, despreciado, humillado, maltratado…, y lo siga haciendo”; y de que incluso, en algunos casos, sus propios vecinos les den la espalda. Hablamos de las víctimas de pederastia en el ámbito de la Iglesia católica en España y de sus familias, que han decidido unirse para tener más fuerza y para que sus reivindicaciones sean un clamor que haga imposible mirar hacia otro lado. Por eso han creado la Asociación Infancia Robada, presidida Juan Cuatrecasas, un padre que lleva 8 años luchando para que su hijo, que sufrió abusos sexuales por parte de un numerario del Opus Dei profesor en el colegio Gaztelueta de Leioa, salga adelante. Él, junto con Francisco Javier, quien destapó los abusos sufridos en el Seminario Menor de La Bañeza, y Miguel Ángel Hurtado, una de las víctimas de abusos en el Monasterio de Montserrat, se sitúan al frente de una organización con la que también quieren arropar a otras víctimas y familias para que no se encuentren solas y desamparadas como estuvieron ellos: “Tras cuarenta años de nacionalcatolicismo la sociedad sigue viendo estos casos como tabú y eso tiene que cambiar; para conseguirlo -dice- es necesario facilitar el camino de la denuncia, para que a partir de ahí pueda haber justicia, un reconocimiento público y una reparación moral”.

“La víctima no lo cuenta cuanto quiere sino cuando puede”

Afirman en la organización que es clave la imprescriptibilidad de los delitos -reconocida en Irlanda, Holanda, Canadá, Australia, Argentina, etc- pero en nuestro país, ante las dudas sobre la constitucionalidad de esa medida, considerarían un gran paso elevar de los 18 actuales a 50 años la edad para que empiece a contar el plazo de prescripción. Para la Asociación el anteproyecto de Ley de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia (que la eleva a 30 y que va a quedar paralizado por la convocatoria electoral) no es suficiente al dejar fuera a muchas víctimas: explican que la mayoría de los que han sufrido los abusos siendo niños lo cuentan cuando tienen entre 30 y 50 años y que “no es que no lo cuenten antes porque no quieran sino porque no pueden”, asegura Juan Cuatrecasas, cuyo hijo pudo hacerlo en solo unos años, permitiendo que su tutor fuese juzgado y condenado por la Audiencia Provincial de Bizkaia a 11 años de prisión por un delito continuado de abusos sexuales (condena recurrida ante el Tribunal Supremo). La pena va en la línea de lo que pedía la acusación particular, lejos de los 3 años solicitados por la Fiscalía: “Es muy triste que un representante del Ministerio Público se ponga del lado del verdugo en lugar de estar con la víctima, cuestionando su relato porque -según él- tardó mucho en denunciar, cuando nos estamos refiriendo a un chico que sufrió los abusos con 12 y 13 años, que tenía 15 la primera vez que lo contó y que apenas había cumplido la mayoría de edad cuando lo denunció hará ahora cuatro años”. Reitera que “no es tan fácil como sentarse en una silla y ponerse a hablar, sino que cuesta mucho verbalizarlo”.

Destaca el presidente de la Asociación Infancia Robada que sin procedimiento judicial y sentencia condenatoria ni la víctima es reconocida como tal -pese a que el Estatuto de la Víctima del Delito aprobado en 2015 dice lo contrario- ni el pederasta entra en el Registro de Delincuentes Sexuales, lo que le permite seguir manteniendo un estrecho contacto con niños, que son sus principales víctimas potenciales; de ahí que defienda, además, que “elevar la edad a la que empiece a contar el plazo de prescripción es una medida para tratar de impedir casos futuros”. Cree también que, así, instituciones como la Iglesia católica se decidirán a denunciar de inmediato, “porque no es lo mismo indemnizar por 3 casos que por 30 o más”. Demanda que se apoye a los denunciantes durante el proceso en lugar de poner constantemente en cuestión su credibilidad; reclama actuaciones tendentes a reducir el alto riesgo de exclusión educativa, flexibilizando las exigencias para favorecer que sigan con sus estudios -tanto en el instituto como en la universidad- y la necesidad de incluirlas en la educación diferenciada: “Es una aberración que, en lugar de adaptar la ley a las víctimas, tenga que ser al revés”; y pide que se habiliten ayudas económicas porque “las terapias privadas para tratarlos de las secuelas psicológicas que padecen son caras e inexistentes en el ámbito público”. Aclara que no están “pidiendo limosna sino que se les permita competir en igualdad de condiciones”.

“Ni los políticos ni la sociedad están cumpliendo como deberían”

Asegura Juan Cuatrecasas que a los políticos españoles les falta valentía y que están enviando el mensaje de que la Iglesia católica está por encima de la ley. Sabe de lo que habla, porque se han reunido con todos los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados y cuenta, sin especificar cuál, que alguno llegó a decirles que lo considera ‘un tema de baja intensidad’: “Nos parece alarmante porque hablamos de niños y adolescentes a los que se les hace daño cuando su personalidad se está formando”. Añade, además, que en cierta parte de los partidos de la derecha existe “una especie de excusa” cuando se habla de la Iglesia católica: “enseguida dicen que no se puede personalizar solo en el clero, que se dan casos en otros muchos ámbitos como el deportivo o incluso en el familiar (lo cual es cierto), pero a nosotros nos ha pasado en ese y por eso nos centramos en él, más si cabe considerando que por los principios de la propia institución debería ser ella la primera en reconocer, respetar y tratar con dignidad a las víctimas; sin embargo muchos de sus miembros hacen justo lo contrario, causándoles un doble daño y haciendo más difícil que aprendan a vivir con lo que han sufrido”.

Preguntado por si esa supuesta ‘baja intensidad’ puede ser producto de la falta de implicación y de movilización de la sociedad, piensa que es posible; y explica que muchas personas que han sufrido abusos sexuales siendo menores optan por no denunciar por las consecuencias que puede acarrear, que en su caso fue ver como el ANPA y la dirección del colegio apoyaban al denunciado y en otros eran incluso los vecinos los que les torcían la cara en un acto de marginación que los posicionaba claramente del lado del agresor. Hay quien le llama padre coraje, pero su sensación en bien distinta: “Solo soy un hombre con un hijo al que le han hecho daño física y psicológicamente, y ha sido él -como las demás víctimas- el que ha demostrado valentía al dar el paso de denunciarlo teniendo en cuenta lo que ha pasado y lo que está pasando”. Está convencido de que, mientras se les siga considerando héroes por denunciar, significará que algo sigue fallando en el sistema y que no estamos en un verdadero Estado de Derecho, “porque cuando alguien sufre un delito lo normal es que lo denuncie, ¿no?”. Por eso insiste en la importancia de lograr que los casos de pederastia dejen de ser tabú. Admite, eso sí, que no es fácil dar un paso que -en su situación como en otras- ha supuesto “muchas trabas, presiones e incluso amenazas”.

Denuncia mala fe por parte de la jerarquía eclesiástica

El presidente de la Asociación Infancia Robada se indigna porque la Iglesia católica -no solo en España- se ha pasado décadas silenciando estos casos (la organización mundial de víctimas ECA Global calcula que por lo menos 100.000 menores han sufrido este tipo de abusos por parte de miles de sacerdotes y/o personas próximas al clero). Para él eso es lo más grave, que no solo se trata -como hay quien sostiene- de que no han sabido afrontar el tema sino que ha habido “mucha mala fe”, y pone ejemplos como el de Miguel Ángel Hurtado, “a quien el abad de Montserrat dio más de 7.000 euros en mano para comprar su silencio”, dinero que acabó devolviendo, y 3 años después decidió editar un libro ensalzando la figura de su abusador “y el de muchos otros niños” llegando a incluir una fotografía de él con su víctima; apunta también el caso del colegio salesiano de Deusto, que “teniendo constancia de denuncias desde 1989 dejo pasar el tiempo sin hacer nada”; como igual de sangrante resulta la inacción de los Obispados que no acuden a la Policía ni a la Fiscalía: “Eso es encubrimiento puro y duro y la Iglesia tiene que cortar de una vez por todas esa forma de actuar que hace tanto daño a las víctimas pero también a la propia comunidad católica; y es desde su jerarquía desde donde deben hacerlo porque las víctimas estamos limpiando su porquería, y mientras no tomen medidas no habrá solución posible”, sentencia, y aclara que eso pasa por dejar de considerar los abusos sexuales una ofensa en contra de la moral, un pecado, y pasar a considerarlos un crimen, que es lo que son”; y no solo por una mera manifestación pública, como viene haciendo últimamente el Papa, sino por cambiar la Ley de Derecho Canónico como le recomendó hace cuatro años el Comité de los Derechos del Niño de la ONU. “La petición de perdón no es suficiente, hay que poner urgentemente en medidas en marcha, lo demás es vivir en una realidad paralela”.

Critica Juan Cuatrecasas que la jerarquía eclesiástica lleve años “centrada en proteger el supuesto buen nombre de la institución sin darse cuenta de que lo que hacen es hundirse más en el pozo”, y dice que lo que tienen que hacer es empezar a trabajar para ponerle solución porque “crear una comisión antipederastia coordinada por el obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, acusado de encubrir al cura abusador de La Bañeza, y en la que está Silverio Nieto, responsable de la no investigación canónica del caso de nuestro hijo -al que llaman el Villarejo de la Iglesia- no es el camino; más bien lo contrario, porque esa comisión ha nacido viciada”. Tampoco son para él buenas señales declaraciones como las del arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, saliendo en defensa de varios sacerdotes acusados de abusos que, según él, habían tenido ‘malos momentos’: “Es una clara ofensa a las víctimas, menores atacados con total impunidad, facilitándose la comisión del delito a través del encubrimiento; un delito muy grave teniendo en cuenta que lo cometen adultos que se ganan la confianza de menores de edad aprovechando que son sus profesores, tutores o confesores para luego atacarlos como depredadores; porque actúan como tal, eligiendo a su presa en función del perfil y aislándola de sus compañeros: entonces la tienen en sus manos, desorientada, para poder hacer con ella lo que quieran”. Explica que a su hijo el profesor llegó a sacarlo de clase hasta cuatro o cinco veces por semana por espacio de una hora, desatando los comentarios del resto de alumnos; y es que también sufrió acoso escolar. “Cuando únicamente te preocupas por salvaguardar tu imagen estás prolongando y acentuando el dolor de quienes han sufrido esa violencia”, afirma recordando las recomendaciones de que no contaran lo sucedido, de que no le diesen publicidad…Hicieron justo lo contrario, intentar que lo supiese cuanta más gente mejor contándoselo a los medios de comunicación que se pusieron en contacto con ellos (no al revés): “estábamos siendo atacados y no teníamos ningún apoyo”.

Sobre la primera Cumbre Antipederastia que arranca mañana en Roma

El Papa Francisco reúne en el Vaticano entre mañana 21 de febrero y el domingo 24 a los presidentes de 130 Conferencias Episcopales para abordar la pederastia en la Iglesia en la primera cumbre al respecto (que llega tras años de denuncias e innumerables casos de encubrimiento). El Pontífice asegura que se trata de ‘un acto de fuerte responsabilidad pastoral ante un desafío urgente de nuestro tiempo’, es lo que defiende ahora.

Las víctimas exigieron participar y los organizadores parecen garantizar que estarán presentes. Un grupo de ellas se ha reunido hoy con el comité organizador y han salido decepcionadas tras el encuentro porque -cuentan- no les han dicho ninguna medida concreta que vayan a implementar. La Asociación Infancia Robada tiene claro que cualquier intento de acabar con estos crímenes pasa por darles voz y escucharlas en lugar de intentar acallarlas y por eso reclaman que toda comisión de investigación que se cree las incluya, junto a personas independientes; demanda que se amplíen los plazos de prescripción de la propia Iglesia, que consideran demasiado breves y exigen que lo primero que haga el clero sea acudir a la Fiscalía para que active las pesquisas: “no es lógico que sean ellos mismos, que son parte, los que investiguen”. Pide además que se cambien los protocolos de actuación: “Aún a día de hoy lo primero que debe hacer la persona del Obispado que reciba una denuncia es dudar de la credibilidad de la víctima, porque puede tener intereses económicos, cuando son ellos los que están preocupados por el dinero, porque temen que se conozcan cada vez más casos y se acaben multiplicando las indemnizaciones que deberán pagar; por eso han intentado tapar el escándalo”, un hecho que resulta indecente para Juan Cuatrecasas. Afirma que ese no es su problema, porque el problema de las víctimas y sus familias es intentar seguir adelante, ayudar a otras personas que pasen por la misma situación y tratar de que nadie más tenga que volver a sufrir algo parecido. Hasta dos intentos de suicido, una durísima etapa con episodios de taquicardias, alucinaciones y convulsiones, épocas de pesadillas, ansiedad e intenso nerviosismo…Es lo que ha vivido en la última década su hijo, un chico que siente una desconfianza enorme hacia los demás y al que le cuesta mucho relacionarse, que ha visto como los síntomas asociados al estrés postraumático que padece se han ido suavizando pero que sigue luchando “porque esto es así”. Sus padres se quedan con el mensaje de los médicos que lo tratan: que ha sido muy valiente, que tiene la cabeza bien amueblada y que va a salir adelante porque aprenderá a encajarlo y a vivir con ello, que es de lo que se trata. Pero tienen miedo a que pueda recaer, porque ya ha sucedido varias veces.

P.S. La Asociación Infancia Robada cuenta con psicólogos y abogados para atender consultas. Podéis contactar con ella a través de su página en Facebook https://www.facebook.com/AllSurvivorspain/

P. S. El post lo ilustra el logo de la Asociación, diseñado por el hijo de Juan Cuatrecasas

“Tener cáncer me ha hecho mejor oncóloga”

Cualquiera de nosotros podemos tener cáncer, si es que no lo tenemos ya o lo hemos tenido, y ese “cualquiera” incluye a las personas que tratan a quienes padecen la que es una de las epidemias de nuestra época: es la segunda causa de muerte en España solo por detrás de las enfermedades del sistema circulatorio y de la que la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) espera 277.000 nuevos casos para este año. Profesionales como la doctora Ana Casas, especialista en Cáncer de Mama y Cuidados de Soporte Oncológico del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, que cuenta cómo, al tener que enfrentarse a diario durante años a la enfermedad de sus pacientes, ella misma se había planteado muchas veces que algún día le podía tocar…y le tocó. En una autoexploración descubrió el bulto y supo desde el primer momento lo que era; la mamografía solo lo confirmó. “Por mucho que seas médico y te dediques a esto es un gran impacto emocional, aunque me siento una paciente privilegiada” -dice- y se explica: “Ser oncóloga te lo pone más fácil porque conoces a la perfección el medio hospitalario, te tratan compañeros tuyos y tienes toda la información a la hora de discutir sobre pruebas diagnósticas y tratamiento; te sitúa en un plano de igualdad para compartir lo que te está pasando y lo que crees que es mejor para ti”. Pero asegura que, al mismo tiempo, “te lo pone más difícil porque esa situación privilegiada de conocimiento puede jugarte malas pasadas precisamente por todo lo que sabes”.

Ser una paciente formada e informada es fundamental

El cáncer tiene más de 200 apellidos y la doctora Casas, como la SEOM, destaca que más del 40% de los casos podrían evitarse llevando unos hábitos de vida saludables, porque se deben al consumo de tabaco y/o alcohol, están relacionados con la obesidad, con el sedentarismo, con una excesiva exposición al sol sin protección…, etc. Ella repite que hay que insistir en la necesaria concienciación de la población al respecto, así como en la importancia de someterse a determinadas pruebas diagnósticas, como las mamografías, a partir de una cierta edad. También explican los expertos que habría menos casos con un adecuado control de factores ambientales como la contaminación o la exposición a ciertas sustancias químicas; consideran que solo una pequeña parte puede atribuirse a alguna infección y que alrededor del 10% se origina a partir de mutaciones genéticas hereditarias. Sea como fuere, responda o no a cuestiones sobre las que tenemos todo o un cierto control, ella destaca que “es clave tu actitud a la hora de afrontarlo, y ahí es determinante la cantidad de información que tengas, porque cuanto más formada e informada estés, más activa serás, más atenta estarás y mejor lo manejarás, al tiempo que no te plantearás expectativas irreales sino con conocimiento de causa”; por eso anima siempre a sus pacientes a preguntar cualquier duda, por pequeña que sea.

Para ayudar a resolver cualquier incertidumbre o temor y hacerlas así a ellas más fuertes constituyó, poco después de saber que tenía la enfermedad, la Fundación Actitud Frente al Cáncer -que ella misma preside- cuyo origen fue el grupo Creamos Lazos contra el Cáncer de Mama, una red de apoyo que empezaba a dar los primeros pasos: un grupo formado por más de 500 pacientes que -explica- establecen vínculos especiales por el hecho de serlo, porque hablan un lenguaje común y viven los mismos problemas o angustias, lo que les hace más fácil entenderse entre ellas que con sus familias. “Porque el ser humano tiende a agruparse buscando afinidades y cuando tienes cáncer te sientes mucho más identificada con quienes están pasando por lo mismo; es una forma de apoyarse y animarse mutuamente, de crear relaciones sociales, de hacer amigos con los que compartir actividades que nos unen en un propósito común, que no es otro que el de intentar llevarlo lo mejor posible”.

“Los pacientes, nuestros verdaderos maestros”

También es un objetivo de la Fundación Actitud Frente al Cáncer fomentar la comunicación entre oncólogos y pacientes para mejorar la comprensión mutua y los resultados del tratamiento: “Siempre digo que los pacientes son nuestros verdaderos maestros”, cuenta la doctora Ana Casas explicando que es un privilegio que las personas a las que atienden depositen toda su confianza en los médicos, “que podemos y debemos aprender de ellos, dejándolos hablar y escuchándolos”, lo que ayudará a conseguir tratamientos más efectivos y a mejorar su calidad de vida.
Ella es de las que piensan que no se está respondiendo como se debería al dolor emocional de los pacientes y de sus familias, dice que hace falta más empatía: “Necesitamos una mejor comunicación para entender el dolor y acompañar a la persona, tenemos que ser capaces de conseguir esa proximidad”. En ese sentido, no tiene ninguna duda de que el cáncer la ha hecho mejor oncóloga “porque estás en la piel de tus pacientes, sientes y experimentas lo mismo que sienten y experimentan, comprendes sus inquietudes, su ansiedad…, etc; y todo esto te convierte en una persona mucho más cercana, lo que facilita la comunicación; y aún más si ellas saben que pasas por lo mismo, eso hace que te vean como otra paciente con la que compartir el camino de la enfermedad”.

Viviendo el cáncer desde los dos lados tiene claro que es imprescindible que las Administraciones habiliten espacios adecuados en los que pueda producirse esa comunicación, también con los familiares, y que den el tiempo suficiente a los profesionales para sentarse a hablar con la tranquilidad que requieren los afectados, “porque hay mucho agobio en los hospitales y las consultas están masificadas”. Dice que se trata de una filosofía de trabajo que tiene que impregnar a todos los trabajadores del centro (sanitarios o no sanitarios): “Los pacientes deben sentir que son lo más importante, los protagonistas de esta historia, cuando muchas veces pretendemos que sea al contrario”.

“Un diagnóstico de cáncer es como envejecer de golpe, pero…”

Para esta especialista en Cáncer de Mama del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, tener cáncer es como envejecer de golpe, “porque supone la pérdida de tu fuerza y tu vitalidad; es como si lo hubieras perdido todo porque pasas de ser a enfrentarte a dejar de ser”; pero defiende que también te ofrece nuevas oportunidades “como conocerte mejor a ti misma y convertirte en una persona más auténtica al dejar de preocuparte por cuestiones banales y centrarte en lo que realmente importa”.

Cuando se le pide un consejo, responde sin pensar que “no tener miedo ni sentirte como una víctima”, admitiendo que el miedo -o más bien el desasosiego- “es muy difícil de superar, por lo que debes aprender a vivir con él, asumiendo tu propia finitud, tu propia pequeñez y que el mundo no gira a tu alrededor”. Aclara que ese es un ejercicio que solo haces cuando sufres en primera persona una amenaza vital como es el cáncer: “Yo no lo había hecho antes, a pesar de que tenía muchos afectados a mi alrededor; me tocó hacerlo cuando me lo diagnosticaron y para mi es la forma de sobrellevarlo”, afirma. No niega, eso sí, que “no es nada fácil mirar cara a cara a la enfermedad, pendiendo sobre ti la espada de Damocles de una recidiva”, y dice que “tienes que acostumbrarte a que es algo que puede pasar y aprender a vivir con eso”. Con respecto a sentirte como una víctima, entiende que recibir el diagnóstico puede llevar a que te preguntes por qué a ti, pero asegura que no ha tenido ni conocido una paciente que, habiéndose hecho esa pregunta en un primer momento, haya mantenido esa actitud en el tiempo: “si ha existido desaparece en cuanto te vas dando cuenta de la enfermedad que tienes y de que es una posición absurda que lo único que te provoca es mayor sufrimiento”.

Existen más de doscientos tipos de cáncer, y el presente y el futuro pasan por seguir dando pasos en la investigación hacia los tratamientos personalizados, y eso solo es y será posible si hay financiación: para Ana Casas es fundamental que “la sociedad se conciencie y que “todos -Administraciones, sector privado y cada uno de nosotros en la medida de nuestras posibilidades- entendamos que debemos colaborar, porque es un problema que nos afecta a todos y, por lo tanto, los resultados nos beneficiarán a todos”. La Organización Mundial de la Salud calcula que el número de casos se incrementará un 70% antes de dos décadas por el aumento de la esperanza de vida (ya que el cáncer está ligado al envejecimiento de la población) y por los avances en las técnicas de diagnóstico, explica la doctora Casas.

Tengamos en cuenta que debemos estar preparados y vayamos tomando conciencia, si todavía no lo hemos hecho o no nos hemos visto obligados a hacerlo, de que nos puede pasar a cualquiera.

P.S. Tenéis toda la información sobre la Fundación Actitud Frente al Cáncer, creada y presidida por Ana Casas, en la web actitudfrentealcancer.org, en su Facebook.com/Dra.AnaCasas y en Twitter @actitud_cancer

“Queda una década para cumplir la meta de erradicar la mutilación genital femenina y 3 millones de niñas siguen sufriéndola cada año”

Hoy, 6 de febrero, conmemoramos el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, una práctica a la que han sido sometidas por lo menos 200 millones de niñas y mujeres en todo el mundo, según las cifras facilitadas por la ONU, y que todavía se practica anualmente -según la Organización Mundial de la Salud- a alrededor de 3 millones de menores de 15 años en una treintena de países de África, Asia y Oriente Medio, en la mayoría de los cuales es endémica. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI se cometa una clara violación de los derechos humanos como esta, que, además, contribuye a que se perpetúe una situación de inferioridad de la mujer? Se lo preguntamos a la coordinadora de Comunicación de Plan International, ONG que lleva décadas combatiéndola sobre el terreno, y lo primero que Julia López quiere que quede claro es que parte de tradiciones y creencias muy arraigadas en determinadas comunidades, por lo que la lucha para erradicarla “no es fácil y hay que pensarla a medio-largo plazo; por eso, mientras presionamos para que los Gobiernos aprueben leyes y tratamos de que cambie la idea preconcebida que tienen los miembros de esas comunidades, hay menores a las que se les siguen mutilando sus genitales por razones que nada tienen que ver con decisiones médicas”.

Las leyes, necesarias pero insuficientes

En cinco de los países en los que se practica -Mali, Somalia, Chad, Liberia y Sudán-, la mutilación genital femenina no está criminalizada; sí está prohibida por ley en el resto, desde hace unos días también en Sierra Leona, donde en diciembre murió una niña de 10 años a la que se la habían practicado. El problema, explica Julia López, es que “es muy difícil que se cumplan esas normas si se mantiene la idea de que estamos ante una costumbre que hace a las niñas más puras, imprescindible en su preparación para el matrimonio y para el parto; del mismo modo, es complicado si no cambia la percepción de la comunidad sobre el papel de la mujer y el concepto que las propias mujeres tienen de sí mismas y de la necesidad de someterse a ella”. Hablamos de una práctica que supone importantes consecuencias físicas (provoca un intenso dolor que puede volverse crónico, graves hemorragias, quistes, infecciones y/o complicaciones durante la menstruación y en el propio parto, en el que puede provocar la muerte del bebé y de la madre) y consecuencias psicológicas de por vida, así como la pérdida del derecho de quien la sufre a gozar de una sexualidad plena y activa.

Dice la responsable de Comunicación de Plan International que las leyes contra la ablación de clítoris sientan precedente y suponen un refuerzo institucional a la labor de las organizaciones no gubernamentales para erradicarla: “Obviamente las autoridades tienen que explicitar que se oponen a ella y deben contar con herramientas para poder luchar para que deje de practicarse, y perseguirla y condenarla cuando se practica”; pero aclara que “lo verdaderamente esencial y efectivo” es la labor que se desarrolla a nivel comunitario: hay que implicar a todos los miembros de la comunidad para que sean conscientes de las graves consecuencias que conlleva para las niñas y para que entiendan que es una violación de su derecho a su integridad, a vivir libres de violencia, a su salud sexual y reproductiva; convencerlos de que no es cierto que si no están mutiladas sean impuras, vayan a volverse locas o no vayan a encontrar marido, porque la mutilación genital femenina “es, hablando claro, una forma de intentar controlar su sexualidad, asentada en una desigual relación de poder entre hombres y mujeres que fomenta la creencia de que quienes no están mutiladas serán incontrolables porque tendrán poder sobre sus derechos sexuales y reproductivos”. Solo cuando existe esa implicación de todos se pone freno a esta práctica, aseguran en la ONG, que ha conseguido que miles de comunidades se hayan declarado por consenso libres de ella: “un trabajo arduo que puede durar hasta dos años pero que tiene garantía de éxito”.

Las mujeres deben ser y son las abanderadas de esta lucha

En Plan International ponen el ejemplo de Mali, uno de los cinco países en los que la ablación de clítoris ni siquiera está prohibida y que tiene una de las tasas de prevalencia más altas (casi el 90% de las menores son mutiladas): cuentan que su presencia allí está dando sus frutos y que son numerosas las comunidades que ya se han declarado libres de esta práctica, “lo que demuestra que la labor de concienciación es fundamental; concienciación a través de un diálogo a todos los niveles”.

Lo primero -explican- es empezar por las propias niñas y adolescentes: “si tu madre, tu abuela, tus hermanas y amigas mayores han pasado por eso y te dicen que es un rito de iniciación a la vida adulta, a ti te parece de lo más normal; muchas veces ni siquiera sabes que puedes negarte y otras eres incapaz de enfrentarte sola a algo que está tan arraigado a tu alrededor”. Tan importante como trabajar con ellas es hacerlo con las mujeres, que en muchos casos son las que deciden que sus hijas pasen por lo que ellas han pasado antes, asumiendo que es lo que les toca por el mero hecho de ser mujer: “Cuando les haces ver que eso no es así y que no hay nada que las obligue, cuando se dan cuenta de que se trata de creencias infundadas o mal asentadas, son las primeras que las rechazan y las combaten”. Hablamos de una experiencia muy dura que no comparten con aquellos que tienen más cerca, mucho menos con los hombres, por lo que ellos no saben por todo lo que han pasado y por lo que todavía pasan sus esposas y sus hijas al sufrir la mutilación genital, “por eso es fundamental que se abran y lo cuenten, que se conviertan en abanderadas de la causa, porque así ellos también se sumarán”, señala Julia López.

“No se las puede enfrentar a ellas solas contra el mundo” -dice-, por eso, además de a los hombres, es necesario implicar a los niños y a los jóvenes, “a los que resulta fácil convencer porque no conciben que algo tan horrible pueda sucederle a alguien que conocen; a los profesores, a los líderes religiosos y comunitarios, y a las mujeres que la practican: “Ellas ejercen un importante rol dentro de la comunidad y, si conseguimos que se paren a pensar en el daño que han causado a tantos cientos de niñas y mujeres, también ellas acaban defendiendo que deje de practicarse la mutilación genital femenina”. Es además fundamental concienciar al personal médico, que es muchas veces el que detecta estos casos, bien en las exploraciones, bien gracias a la relación de confianza creada con la familia, “porque tampoco es algo tan obvio”. Se ha detectado una tendencia creciente a que la lleven a cabo profesionales sanitarios: desde Plan International aclaran que este es uno de los riesgos que se corre cuando únicamente se critica o se persigue porque se realiza en condiciones de insalubridad (en lugares no preparados para ello, con cuchillas oxidadas o reutilizadas para varias menores…), “por eso nuestro rechazo es total: no se trata de cómo, ni dónde, ni quién la practique, sino de que se practique”, sentencian.

También en Europa y en España hay niñas en peligro

Se practica en una treintena de países, la mayoría africanos, y aunque desde España puede parecernos que esta realidad nos queda muy lejos, la propia ONU advierte de que, con los movimientos migratorios, hace tiempo que se ha convertido en un problema global. Cálculos de distintas ONGs apuntan que en España habría 18.000 niñas en riesgo de ser víctimas de mutilación genital aquí o, sobre todo, fuera de nuestras fronteras, aprovechando algún viaje a sus países de origen. El Código Penal recoge la ablación como un delito de lesiones desde 2003, y desde 2015 existe un Protocolo Común de Actuación Sanitaria para detectarla, tratarla y, especialmente, prevenirla. Para Plan International “es muy importante” que los profesionales de la salud, así como el personal docente y todo aquel que esté en contacto con estas niñas y adolescentes, “permanezca alerta para actuar ante cualquier indicio”; valora que las autoridades la hayan considerado un problema que también hay que combatir desde España, “que estén concienciadas e implementen mecanismos de respuesta para proteger a las potenciales víctimas”, y les pide a las Administraciones estatal, autonómicas y locales que no dejen de perseguirla.

Julia López quiere pensar que, en un momento como el actual, en el que se avanza en la sensibilización sobre los derechos de las mujeres, la mutilación genital femenina se ve como lo que es, una clara violación de los derechos humanos; pero reconoce que está extendida esa idea de que no va con nosotros porque pensamos que ocurre a miles de kilómetros y no nos afecta, “cuando realmente no es así porque, hoy en día, este tipo de problemas son globales”. Aplaude los avances que se han producido, pero dice que queda mucho por hacer y poco tiempo para conseguir que se cumpla uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por los líderes mundiales en 2015, el número 5, que incluye la erradicación de la mutilación genital femenina para 2030: “Nos quedan 11 años para que no acabe convertido en papel mojado, y para evitarlo es imprescindible que se active la financiación necesaria y que se pongan en marcha medidas definitivas. Ahí está el reto”. La sociedad está implicada, los Gobiernos también deben estarlo.

P.S. La fotografía que ilustra este post corresponde a uno de los proyectos de Plan International en Etiopía. En primer plano aparece Alminesh, de 16 años, presidenta del Club de Chicas contra la Mutilación Genital Femenina –del que forman parte más de 50 jóvenes-, que explica que trabajan con colegios y comunidades religiosas de distintas zonas «para aumentar la concienciación sobre las prácticas dañinas», y que dice que esperan «acabar con estas tradiciones peligrosas en su comunidad a través de la educación».

P.S. El ginecólogo congoleño Denis Mukwege -junto a la activista iraquí de origen yazidí Nadia Murad- fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 2018 por su lucha contra la violencia sexual. Desde hace dos décadas, en el hospital Panzi, que él mismo fundó en Bukavu, ha tratado a decenas de miles de mujeres violadas por miembros de grupos armados y sometidas a la ablación de clítoris. El propio Mukwege cuenta que decidió especializarse en Obstetricia y Ginecología conmocionado por la mutilación genital de la que eran víctimas las mujeres de su país. Sus primeras palabras al conocer la noticia fueron para decir que aceptaba el galardón por todas esas mujeres y añadir que “esto demuestra que vosotras ya habéis sido reconocidas”.

¿Habrá menos víctimas en el asfalto con los nuevos límites de velocidad?

Tres de cada cuatro muertes en accidente de tráfico en España durante el pasado 2018 se registraron en carreteras convencionales, 877 de un total de 1.180, con datos todavía provisionales del Ministerio de Interior. El 40% se produjeron en salidas de vía y otro 27% en choques frontales, siniestros en los que, según las autoridades, el exceso de velocidad fue determinante. Desde este martes, 29 de enero de 2019, el límite máximo de velocidad se ha reducido en este tipo de vías sin separación física de los dos sentidos de circulación: 90 km/h para los turismos, las motocicletas y los autocares con cinturones de seguridad y 80 km/h para los que carecen de ellos, las furgonetas y los camiones. El Gobierno explica que el principal objetivo de este cambio del artículo 48 del Reglamento General de Circulación es reducir la siniestralidad y situar la tasa de fallecidos por debajo de 37 por millón de habitantes (hace un par de años estaba en 39). También dice que se trata de reducir la diferencia de velocidad entre los vehículos de transporte de viajeros y mercancías y los turismos, esgrimiendo estudios que constatan que los vehículos que circulan a velocidades dispares de la media de la vía -como los camiones con respecto a los coches y las motos- son más susceptibles de provocar un accidente, con una probabilidad hasta 6 veces mayor. Pretende, además, minimizar las consecuencias negativas de un siniestro: destaca que a menos velocidad menor es el impacto y que a más velocidad menor es el campo de visión y mayor la distancia necesaria para que el vehículo se detenga. Finalmente, busca converger con la mayoría de los países de la UE, recordando que Suecia y Holanda -a los que cita como referentes en seguridad vial- incluso tienen límites genéricos inferiores (70 km/h y 80 km/h). Estos son sus argumentos, pero ¿convencen? Sí -en general- a las asociaciones de víctimas, pero no a las de conductores.

  Stop Accidentes aplaude una medida “que no es popular pero que veníamos reclamando desde hace tiempo”, en palabras de su presidenta, Ana Novella, que perdió un hijo atropellado por un vehículo que invadió la acera debido al exceso de velocidad con el que circulaba. “Nuestra valoración es positiva porque es algo que viene de lejos -ya intentó ponerse en práctica 8 años atrás- y por fin se lleva a cabo, con la finalidad de que disminuya la siniestralidad y se salven vidas, no para fastidiar a nadie”. Dice que “está constatado que la velocidad mata” y que esa reducción de 10 kilómetros por hora “te da un mayor ángulo de visión” y “reduce la distancia de frenada”, una combinación que “ayudará a rebajar la cifra de siniestros y el número de víctimas”. La valoración es distinta para Automovilistas Europeos Asociados, cuyo presidente, Mario Arnaldo, aclara que “no estamos de acuerdo con la reducción de los límites genéricos de velocidad en lugar de analizar cada tramo de la red viaria”. Consideran que “se está desviando la atención de las verdaderas causas de los accidentes con muertos en las carreteras convencionales, fomentando la perezosa actuación de la Administración a la hora de investigarlas e intentar atajarlas”. Partiendo de que en este tipo de vías se producen casi 4 de cada 5 siniestros graves, acusan a la Dirección General de Tráfico de crear “un sofisma” y aseguran que no es cierto que la causa principal sea el exceso de velocidad: “Hay estudios científicos financiados por la propia DGT que demuestran solo lo es en un 2% de los casos, y lo que se está haciendo es confundir intencionadamente ‘velocidad excesiva’ con ‘velocidad inadecuada a las circunstancias’, que sería, por ejemplo, circular a 90 km/h con placas de hielo, con lluvia intensa o de noche por una carretera sin pintar”. También es para ellos “falaz” la aseveración de que “a menos velocidad hay menos muertos”: “Los datos de Fomento indican que la velocidad media a la que se circuló por estas vías en 2015 fue de 78,7 km/h y fallecieron 216 personas; al año siguiente, circulando a una media de 75,8 km/h se registró una veintena más de fallecidos”. En la Asociación se hacen la siguiente pregunta: si rebajar los límites genéricos de velocidad va a reducir el número de víctimas, ¿por qué los titulares de estas carreteras no lo han hecho antes? Recuerdan además que “ninguno de los países europeos con ese límite en 90 km/h presenta una tasa de muertos por millón de habitantes más baja que la de España”.

La conservación de la red viaria, clave

  En el acto de retirada de una de las últimas señales de ‘Prohibido ir a más de 100 km/h’, el director general de la DGT, Pere Navarro, animaba a los responsables de estas vías (Ministerio, Diputaciones, Gobiernos autonómicos o Ayuntamientos) a llevar a cabo mejoras y otras actuaciones en su diseño; y el director general de Carreteras, Javier Herrero, afirmaba que ya se están realizando. “No las suficientes”, afirman en Automovilistas Europeos Asociados, convencidos de que la alta siniestralidad en las carreteras convencionales tiene más que ver con el deterioro de su estado de conservación que con la velocidad: “Aquí no valen iniciativas que se lanzan con fuegos de artificio cuando lo que habría que hacer es analizar cada uno de los tramos de la red viaria para determinar en qué medida se debe a la falta de la inversión necesaria durante años”.

  Stop Accidentes coincide en que invertir en conservación es fundamental. Su presidenta recuerda que llevan “mucho tiempo” pidiendo que se solucionen las deficiencias en aquellas vías que no están en buen estado y se queja de que el problema es que las carreteras convencionales dependen de demasiadas Administraciones: “Vas circulando por un tramo que está perfecto y, en escasos kilómetros, te encuentras en otro que está hecho un desastre”, critica Ana Novella que, además de la reducción de los límites de velocidad, reclama que se articulen fórmulas para que cuando se invierta en arreglar una carretera “se arregle toda y no por tramos, en función de quién sea el titular”. En la Organización esperan que esta situación se corrija, como confían también en que “se haga realidad cuanto antes” la reforma del Código Penal que incluye el endurecimiento de las penas por imprudencias al volante o la creación de un nuevo delito por abandono del lugar del siniestro (se está tramitando en el Senado antes de remitirlo de nuevo al Congreso de los Diputados para su aprobación definitiva). También esperan que se cumpla la previsión del Gobierno y que, a partir del verano, sea obligatorio asistir a clase un determinado número de horas para poder sacar el carnet de conducir, “porque no se aprende lo mismo repitiendo tests de forma sistemática que con las explicaciones que se dan en las autoescuelas”. Esta es una de las medidas incluidas en el borrador del Reglamento de Circulación en el que trabajan la DGT y el Ministerio de Interior, que además recoge un aumento de las multas por exceso de velocidad y cambios en el carnet por puntos, penalizando más el uso del móvil o el llevar niños sin el correspondiente sistema de retención infantil.

  Otra clave para Stop Accidentes es que la educación vial sea una asignatura obligatoria en los centros de enseñanza y que esté presente de forma transversal a lo largo de la vida educativa de los alumnos desde su escolarización, “para inculcarles valores de respeto y civismo, y para que conozcan las consecuencias de no seguir las normas”. Coincide Mario Arnaldo en la importancia de incluir la educación vial en el currículo desde la infancia, defendiendo que la apuesta por la investigación de las causas de los accidentes permitiría llegar a esa conclusión. Para él lo determinante es “investigar, planificar y contar con el presupuesto necesario para implementar medidas que frenen la siniestralidad en el asfalto”.

¿Afán recaudatorio?

  Desde la Dirección General de Tráfico dicen que ahora “lo difícil será hacer que se cumplan los nuevos límites genéricos de velocidad, por lo que van a ser necesarios más radares y más guardias civiles controlando”, en palabras de su máximo responsable. ¿Quiere esto decir que con esta iniciativa se pretende aumentar la recaudación? En Automovilistas Europeos Asociados aclaran que ellos no valoran intenciones, pero añaden que, “no sabiendo si lo que buscan es recaudar más, ese es el resultado que van a obtener”. Aseguran que el límite de 100 km/h está “muy arraigado en los conductores” y explican que, “si se pretende que los hábitos cambien de la mañana a la noche lo que va a pasar es que se van a disparar las multas”; hacen la siguiente reflexión: “Cuando el destinatario de los nuevos límites no percibe que las razones que se dan para imponerlos son creíbles no los va a respetar, por tanto, lo que se consigue no es más seguridad vial sino más recaudación”. Para Ana Novella, hablar de afán recaudatorio “es lo fácil, porque si atiendes a las normas y a los límites no te van a multar; respétalos y el Estado no recaudará, máxime cuando se publicita dónde están los radares; así de sencillo”. Stop Accidentes considera imprescindible que haya más agentes de la Guardia Civil de Tráfico patrullando las carreteras “porque eso hace que los conductores levanten el pie del acelerador, dejen el móvil, o se pongan el cinturón; es triste pero es así” -dice-, porque esas actitudes al volante siguen repitiéndose “y hay que vigilar, no ya por tu vida sino por la de los demás”.

  ¿Estamos suficientemente sensibilizados con una lacra que deja cada año un reguero de más de mil muertos y varios miles de heridos graves? Dice Mario Arnaldo que la Administración es la principal responsable de que se avance en esa sensibilización, “porque es desde ahí desde donde se debe liderar la lucha”. Ana Novella considera que todavía está muy extendida la idea de que “Eso nunca me va a pasar a mí”, lo que hace que no seamos conscientes de los riesgos que implica ponerse al volante sin pensar y sin respetar las normas: “Nueve de cada diez siniestros se producen como resultado de una mala conducción, y detrás de eso no está el vehículo sino la persona que lo lleva”. Reflexiones, todas ellas, a tener muy en cuenta.

P.S. El Real Decreto 1514/2018, de 28 de diciembre, por el que se modifica el Reglamento General de Circulación se publicó en el Boletín Oficial del Estado de 29 de diciembre. Puede consultarse en http://www.boe.es/eli/es/rd/2018/12/28/1514

“Parece que el Estado estuviese esperando a que nos rindamos o a que vayamos muriendo, y estamos hartos”

 ¿En cuánto valoras cada una de tus extremidades? ¿Por cuánto te las dejarías amputar? ¿Qué compensación debería recibir una persona que nació sin brazos ni piernas por culpa de un medicamento? Preguntas cuya respuesta es obvia para cualquiera de nosotros, y también para los afectados por la Talidomida, que tienen que vivir sin una mano, sin un brazo, sin las piernas, e incluso sin brazos y sin piernas: la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (AVITE) habla de hasta 50.000 personas nacidas en todo el mundo con ese tipo de malformaciones, de las que seguirían vivas unas 5.000; en nuestro país se calculan hasta 3.000 y vivirían cerca de 300. La semana pasada AVITE interpuso una reclamación patrimonial administrativa contra el Ministerio de Sanidad en la que solicitan indemnizaciones por importe de 390 millones de euros para sus 276 socios, una cantidad que resulta de multiplicar los 12.000 euros por punto porcentual de discapacidad que les reconoce la Ley 6/2018 -a raíz de una enmienda que sumó 255 votos en el Congreso- por el grado de discapacidad y por el número de afectados. Es el paso previo exigido por ley para demandar al Estado y lo dan “porque estamos cansados e indignados tras más de 14 años de lucha por algo que comenzó hace más de seis décadas, y porque llevamos desde noviembre de 2016 esperando a que se cumpla la proposición no de ley, aprobada entonces por unanimidad, según la cual deberíamos haber empezado a cobrar en 2018”. Habla Rafael Basterrechea, vicepresidente de AVITE, que tiene un 82% de discapacidad, que vive con un continuo e intenso dolor y a quien le cuesta “un trabajo enorme” atarse cada día los zapatos, ducharse, vestirse y realizar otras muchas actividades de la vida cotidiana.

  Lo primero que quiere dejar claro -insiste en varias ocasiones a lo largo de la conversación- es que nunca fue intención de la Asociación demandar al Estado “porque aunque éramos conscientes de su responsabilidad, creíamos que, teniendo en cuenta que el problema lo había generado una farmacéutica alemana, contaríamos con su apoyo total, y nos hemos ido dando cuenta de que no es así”.

“La inacción de las autoridades es vergonzosa”

  Rafael y AVITE denuncian inacción por parte del actual Gobierno y del anterior. Destacan que esa proposición no de ley de hace un par de años instaba a activar un nuevo procedimiento para el reconocimiento de afectados -el único puesto en marcha hasta entonces en el país, en 2010, solo permitió reconocer como tal a 24 personas-, algo que no se llevó a cabo hasta noviembre de 2017; recuerdan que el primero que se sometió a las pruebas lo hizo 3 meses después y se quejan de que, a 23 de enero de 2019, “ni un solo afectado haya sido reconocido oficialmente”. Consecuentemente tampoco han recibido ninguna cuantía económica; en este capítulo  arremeten contra el Ejecutivo de Mariano Rajoy por pasar de hablar de indemnizaciones (como recoge la proposición no de ley) a hacerlo de ayudas (como figura en la Ley 6/2018), con lo que eso implica a la hora de tributar: entienden que supone un agravio comparativo que las cantidades que acaben dándoles no vayan a gozar de las exenciones fiscales de las que sí se benefician, por ejemplo, los infectados por VIH o por el Virus de la Hepatitis C, o las víctimas de negligencias médicas; dicen además que el Gobierno actual no está dispuesto a dar marcha atrás.

  Lamentan especialmente que la Administración no haya recabado de Grünenthal la colaboración económica necesaria para reparar el daño y posibilitar el incremento proporcional de las cantidades que se les reconozcan, como le insta a hacer esa Ley 6/2018 de Presupuestos Generales del Estado para 2018: les parece “vergonzoso que no haya hecho nada en este sentido sabiendo que la farmacéutica fue condenada en su día, aunque después se revocara la sentencia por prescripción del caso” y todavía más teniendo en cuenta que la facturación de la compañía en este país “corresponde en gran parte a la sanidad pública, lo que obviamente le da al Estado mucha fuerza para negociar”.

  Aseguran en la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España que son las “peor tratadas del mundo, porque ni el laboratorio ni el Estado han cumplido con ellas” y reiteran que no pretenden hacer daño a nadie “sino conseguir lo que se ha determinado atendiendo a los baremos establecidos”. Están convencidos de que ganarán la demanda, pero lamentan que en este caso no pague con su patrimonio quien tiene o ha tenido alguna responsabilidad en el daño que han sufrido y sufren sino los ciudadanos. Aclara rotundo que “no se trata de ganar dinero sino de que se nos dé de una vez aquello a lo que tenemos derecho” y añade que “la gente tiene que aprender que el ser humano vale muchísimo y que el que atenta contra él tiene que responder en consecuencia”.

“¿Cómo es posible que todavía no hayamos recibido nada?”

  Relata el vicepresidente de AVITE que “lo que más hemos escuchado de la Administración últimamente es que lo están mirando, que están trabajando, o que no depende de ellos. Pasa el tiempo y nosotros seguimos esperando”. No entiende cómo es posible que a estas alturas no haya ni un solo diagnóstico cuando son 550 personas (entre socios y no socios de la Asociación) las que han solicitado someterse al reconocimiento para determinar si son víctimas de la talidomida en un país con la infraestructura médico-sanitaria que tiene este: lo achaca a la dejadez, la desidia, el desinterés, la despreocupación o, quizás, a que mientras los tengan “en la recámara” no tienen que pagarles nada. ¿A qué se debe la tardanza? ¿Por qué Gobiernos de PSOE y PP con mayoría absoluta no han cumplido con ellos y por qué el actual Ejecutivo socialista en minoría tampoco parece tener prisa por hacerlo? A Rafael Basterrechea solo se le ocurre una teoría: “el poder de los grupos farmacéuticos sobre determinados partidos políticos”. Recuerda que, cuando empezaron los reconocimientos, desde Grünenthal advirtieron que no tenían la más mínima intención de asumir ninguna responsabilidad “se determinase lo que se determinase”, argumentando que era el Estado el que debía demostrar que fue su medicamento el que provocó graves malformaciones a miles de personas.

  En noviembre de 2013 el Juzgado de Primera Instancia número 90 de Madrid condenaba a la compañía a pagar a los 24 afectados reconocidos entonces por la Administración 20.000 euros por cada punto porcentual de discapacidad en virtud del Real Decreto aprobado en 2010: consideraba probado que hubo una actuación negligente por su parte por no tomar las medidas necesarias para comprobar la seguridad del medicamento. La empresa recurrió, y la sentencia era anulada un año después por la Audiencia Provincial de Madrid argumentando que el caso había prescrito incluso en la hipótesis más favorable a los afectados. El Tribunal Supremo ratificaba esa decisión en 2015 y lo hacía en contra del criterio de la Fiscalía, que entendía que el plazo para la prescripción debía empezar a contar en 2012, cuando la farmacéutica reconoció su responsabilidad y pidió perdón a las víctimas aunque no indemnizó por las consecuencias de su actuación, algo que al Ministerio Público le parecía “un hecho gravísimo para la conciencia de la humanidad”. El Tribunal Constitucional ni siquiera admitió a trámite el recurso de amparo de las víctimas y tampoco lo hizo en 2017 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lo que significó el final de la batalla judicial contra Grünenthal.

  En AVITE destacan que la Organización Médica Colegiada y el Colegio General de la Abogacía se manifestaron en su día en contra de la declaración de prescripción y hacen el siguiente razonamiento: “Si incluso a enero de 2019 la inmensa mayoría de socios no están oficialmente reconocidos como víctimas de la talidomida, ¿cómo es posible que hayan perdido su derecho a demandar a la compañía cuando el paso previo para cualquier reclamación es la constatación médica? Esa certeza es la que buscan ahora con el reconocimiento al que se han sometido los afectados, algunos como Rafael por segunda vez siendo ya positivo el resultado de los primeros exámenes que les hicieron hace ocho años: “los 24 reconocidos entonces hemos vuelto a pasar por las pruebas para demostrar que nosotros no tenemos miedo a la ciencia”; y pone el acento en que perdieron la batalla judicial porque se declaró que el tema había prescrito no porque un tribunal dijese que la empresa no cometió un delito que, según el Juzgado de Primera Instancia número 90 de Madrid sí cometió.

“El discurso de Grünenthal no se sostiene y ahora tenemos pruebas”

  El vicepresidente de la Asociación de Víctimas de la Talidomida piensa que Grünenthal sabía desde el primer momento que el proceso judicial iba a quedar en nada; explica que, aunque su intención fue siempre la de buscar una solución por la vía del diálogo, solo mantuvieron un par de reuniones, una de ellas para “insultarnos ofreciéndonos 120.000 euros anuales para las 24 personas que en aquel momento estábamos reconocidas como afectados”.

  La farmacéutica ha mantenido siempre que solo vendió talidomida en España entre noviembre de 1960 y el mismo mes de 1961 pero estaba dispuesta a ofrecer una compensación, “pírrica” pero compensación, incluso a quien había nacido en 1965 como es el caso del propio Rafael ¿Cómo se entiende esto?, pregunta él. Entre sus argumentos también ha estado desde el principio el de que hubo otras compañías que comercializaron medicamentos con talidomida en nuestro país, siendo ella la última en desembarcar. En AVITE no niegan que varias empresas vendiesen aquí talidomida pero ven difícil de entender que Grünenthal no demandase a las demás, teniendo en cuenta que ellos sostienen que pueden probar que la única patente en España es la de la farmacéutica germana y data de 1956: “¿No será que, como pensamos nosotros, tal vez fuesen distribuidoras suyas?”, se pregunta Rafael Basterrechea, que también hace hincapié en la responsabilidad que pudiera tener la Agencia Española del Medicamento al decir no sabe nada “cuando tiene que tener la documentación y no nos la facilita deliberadamente”.

  Explican en la Asociación que tienen documentos que demostrarían que las demás empresas inscribieron en el Registro de la Propiedad medicamentos con talidomida antes de que lo hiciera la que lo patentó (“extraño, ¿no?”) y otros que probarían “que hubo negligencia en su retirada en España, ordenada en 1962, puesto que las autoridades les encargaron a las propias compañías que se hiciesen ellas con el excedente de las boticas y además renovaron hasta siete años después la licencia de un fármaco que solo tenía talidomida en su composición” (la talidomida había empezado a retirarse en todo el mundo en 1961 al descubrir dos médicos que provocaba malformaciones congénitas). Añaden que cuentan con recetas expedidas en España hasta 1978 y creen que “se siguió vendiendo sin mayores contratiempos hasta que en 1985 se incluyó entre los fármacos de especial control médico: en AVITE no tenemos ningún socio nacido a partir de ese año”, aclara su vicepresidente. Sí tienen medio centenar que nacieron antes de 1955, pese a que Grünenthal mantiene que no fue hasta un par de años después cuando empezó a comercializar la talidomida y que en nuestro país no lo hizo hasta 1960. Pero la Asociación ha descubierto documentos según los cuales las autoridades alemanas le habrían otorgado allí la patente en 1952, tras haberla pedido dos años antes: “Tenemos en nuestro poder recetas expedidas en España en 1951, cuando en teoría ni siquiera estaba patentada en Alemania”, dice Rafael, lo que ha llevado a la Administración a extender los últimos reconocimientos a personas nacidas entre 1950 y 1985 (los anteriores se habían limitado a los que nacieron entre 1960 y 1965). Tienen incluso socios nacidos en ese mismo 1951, como José Alcaraz, que asegura que un médico le regaló la medicina a su madre.

La conexión nazi de la talidomida

  Todo esto lleva a AVITE a pensar que la España de aquellos años, en especial la rural, le sirvió a la compañía -con la connivencia de la dictadura franquista- de laboratorio de pruebas para ver si la gente aceptaba la talidomida: a las embarazadas se les daba para calmar las náuseas, y eso que el representante legal de la empresa declaró en el juicio celebrado en España que no estaba indicada para ese propósito, añadiendo que no se las excluía en el prospecto porque en aquella época “no había concienciación”. Su eficacia como antídoto contra agentes nerviosos ya habría sido testada con los prisioneros de los campos de concentración del Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial, según aseguraron en su día la Universidad de Münster y los investigadores Carlos de Napoli y Martin Johnson que, trabajando por separado, llegaron a la misma estremecedora conclusión. ¿Cómo se hizo Grünenthal con ella? Anunció que la habían descubierto por casualidad científicos que pretendían desarrollar un antihistamínico, pero estas investigaciones sitúan detrás al químico nazi Otto Ambros -uno de los descubridores del gas sarín- que, tras ser condenado a prisión en los juicios de Nuremberg “por explotar esclavos” en Auschwitz y ser perdonado por EE.UU, llevó sus conocimientos al laboratorio, que había sido fundado por un activo miembro del partido Nazi, Hermann Wirtz. La compañía habla de teorías conspiratorias sin pruebas sólidas.

  La catástrofe de la talidomida hizo que en los 60 se modificaran a nivel mundial los procesos para evaluar la seguridad de los medicamentos: “gracias a que nosotros pagamos con nuestras malformaciones”, destaca Rafael Basterrechea. Tod@s, las autoridades las primeras, deberíamos tenerlo muy presente.

P.S. En la página web de la Asociación de Víctimas de la Talidomida, www.avite.org, podéis encontrar gran parte de la documentación a la que se hace referencia en este artículo y otra mucha información de interés.

“El sinhogarismo es una realidad todo el año, no solo en invierno, y podemos acabar con él”

Sinhogarismo es, según la Fundéu, un neologismo válido que hace referencia a la condición de la persona sin hogar. “Es un fenómeno complejo que tiene su raíz en la desigualdad económica, la exclusión social, la falta de acceso a derechos básicos y la invisibilidad de las personas que lo sufren, por lo menos 31.000 en España y 400.000 en Europa”, según RAIS, que lleva casi 21 años trabajando para que nadie tenga que vivir en la calle, con la convicción de que se puede conseguir: “Nos encantaría poder acabar mañana mismo con el problema y dejar de existir como organización, pero somos conscientes de que no es tan fácil y nos marcamos como meta lograrlo en 2028”, nos cuenta Gema Castilla, su responsable de Comunicación, que asegura que es posible “si se unen voluntad política, eficiencia económica y compromiso social” como ha sucedido en Finlandia. Para ello es fundamental que el sinhogarismo “esté en el centro de la agenda de los políticos, entre sus prioridades, algo que a día de hoy no sucede”, y pone como ejemplo el Plan Estatal de Vivienda, en el que las personas sin hogar no figuran como colectivo preferente, “cuando la solución pasa por ofrecerles una casa”.

Desde RAIS alertan de que “Es necesario poner en marcha políticas públicas encaminadas a erradicarlo, facilitando soluciones reales y efectivas y no parches como las campañas específicas contra el frío que acaban el 23 de marzo: ¿Qué pasa, que ese día deja de haber gente viviendo en la calle? No, porque el sinhogarismo está ahí en todas las estaciones, año tras año”. Tampoco creen en el actual sistema de atención como solución: “no nos conformamos con gestionar situaciones de exclusión social, apostamos por el desarrollo de metodologías innovadoras y por la evaluación del impacto que nuestro trabajo tiene en la vida de las personas”.

¿Cómo acaba alguien viviendo en la calle?

El sinhogarismo no es una cuestión individual, es un problema estructural: en el hecho de que una persona acabe viviendo en la calle tienen más peso la pobreza, el desempleo, la dificultad de acceso a la vivienda y la discriminación, que las decisiones que toma a lo largo de su vida. Si bien es cierto que cada una tiene su propia historia detrás y que la práctica totalidad responde a un patrón: en un período de entre 5 y 7 años, incluso menos, han sufrido varios episodios traumáticos encadenados; la muerte de uno o varios familiares, la pérdida de los ingresos económicos, un desahucio, problemas de salud mental, una separación de pareja, etc. Eso los aboca a vivir en la calle, y eso algo que se mantiene irremediablemente en el tiempo: los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (que son de 2012, “lo que demuestra lo poco que les importa a las autoridades conocer el problema”) indican que casi la mitad lleva más de 3 años en esa situación, con todo lo que ello supone. “Vivir en la calle mata”, las condiciones de vida de las personas sin hogar hacen que su salud física y mental se vea seriamente deteriorada: la tasa de mortalidad es tres veces más alta que la del resto -más todavía si hablamos de mujeres jóvenes-, tienen 30 años menos de esperanza de vida, el 30% sufre enfermedades muy graves y el 31% ha intentado suicidarse.

Con estas cifras y porcentajes en la mano, RAIS considera urgente desarrollar proyectos que garanticen su salud y apuesta por generar espacios específicos para atenderlos: “si tienes cáncer y necesitas quimioterapia, la recuperación resulta imposible si careces de un hogar; tampoco es asumible recibir cuidados paliativos cuando padeces una dolencia crónica. Por eso, en la medida de nuestras posibilidades, nosotros les ofrecemos viviendas en las que puedan ser tratados, en las que superar la convalecencia de una operación o en las que pasar los últimos meses de vida de una forma digna”, explica Gema Castilla, añadiendo que “no tratan de suplir al sistema sanitario, sino hacer de puente entre él y las personas sin hogar”, una labor en la que echan en falta más implicación de las Administraciones. Y es que para la Fundación “es importantísimo que se garantice el derecho a la salud, también a la salud mental, un capítulo en el que en España todavía queda mucho camino por recorrer”.

Hay que abordar este fenómeno con ánimo de acabar con él

“El sinhogarismo en España se está gestionando pero no se trabaja para que desaparezca; los poderes públicos optan por poner parches o incluso tratan de taparlo, olvidando que la principal diferencia entre una persona que duerme en la calle y una que no lo hace es que esta última tiene un hogar”, por eso en RAIS defienden los albergues como soluciones de emergencia para situaciones que lo son, pero destacan que no pueden eternizarse en el tiempo como una salida “porque no lo son”: y es que, después de tantos años, “ha quedado demostrado que no han servido para erradicar este fenómeno”.

¿Por qué muchas personas sin hogar dicen no a los establecimientos colectivos? Nos explican que tres de cada cuatro plazas en albergues están orientadas a estancias temporales, en la mayor parte de los casos de apenas unos días; que estas personas cuentan con un sitio propio en la calle y que, cuando se vean obligadas a volver, probablemente lo habrán perdido. Destacan que no se les permite llevar todas sus pertenencias, mucho menos las mantas y los cartones que usan para combatir el frío; que no pueden entrar con sus mascotas, esos “amigos” que les ayudan a sobrellevar la parte más dura de la vida al raso: la soledad; que tampoco se les permite dormir en pareja, si la tienen; y que si padecen alguna adicción, derivada en muchas ocasiones de la dura situación que atraviesan, no pueden hacer uso de estos establecimientos; además, los usuarios denuncian que la violencia y los robos se multiplican. “No se les están facilitando las alternativas adecuadas, afirma, porque cuando les ofreces una vivienda -individual o compartida- nunca dicen no”. Lo han comprobado con sus programas Hábitat o Housing Led, en los que el 85% de los participantes mantiene su casa. Housing Led es un programa de casa compartida temporalmente dirigido a gente más autónoma que tiene algunos ingresos, que no ha tenido por qué pasar mucho tiempo en la calle, y que está en el último paso para ser plenamente autosuficiente. Pero de lo que están “especialmente orgullosos” es de haber puesto en marcha Hábitat, basado en la metodología Housing First, que está funcionando en Finlandia y en EE.UU., donde empezó: se les facilita una vivienda individual y apoyo personal en función de sus necesidades -gracias a un equipo que hace de enlace entre los beneficiarios del programa, los servicios sociales y sanitarios, la comunidad- y se implanta con una vocación normalizadora para que creen vínculos allí donde residen y puedan tener una vida más inclusiva. RAIS es la primera organización que lo pone en marcha en España y espera que cunda el ejemplo.

En la Fundación también ponen el acento en que la vida de las personas sin hogar está muy marcada por el paro de larga duración, siendo el empleo una de las herramientas que les puede permitir ser autónomos: “no les garantiza que vayan a salir del sinhogarismo, porque los salarios precarios obligan a muchos a seguir en la calle a pesar de trabajar, pero sí aumenta sus posibilidades de superarlo”. Y esa es otra de sus líneas de actuación: ayudarles a reincorporarse o a entrar en el mercado laboral proporcionándoles la formación necesaria o actualizando la que ya tienen; echándoles una mano en cuestiones tan elementales como elaborar un currículum y enviarlo, facilitándoles una dirección y un teléfono en los que puedan contactar con ellos, etc. Porque, víctimas de la precarización y la pobreza, se han vuelto invisibles, para los suyos y para la propia sociedad. Se quejan en RAIS de que en España siempre ha existido “una visión muy asistencialista y caritativa, cuando el problema va mucho más allá de proporcionarle a las personas sin hogar una manta, un lugar donde dormir unas noches, o de darle un par de euros”, y advierten a los poderes públicos de que mantener a una persona en la calle “es mucho más caro que ofrecerle una vivienda, el doble o incluso el triple en algunas ciudades”. Por eso les exigen “un cambio de perspectiva y que centren los esfuerzos donde deberían hacerlo”.

Luchar contra la aporofobia

El 47% de las personas que vive en la calle ha sido víctima de delitos de odio: insultos, vejaciones, agresiones físicas, violencia sexual, etc., y, en ocasiones, acaban siendo asesinados. Casi 9 de cada 10 agresiones no se denuncian y en casi el 70% de los casos los testigos no hacen nada, “algo que como sociedad debería dolernos”, sentencia Gema Castilla. Relata que no denuncian porque han perdido la confianza en el sistema, porque piensan que su palabra no vale nada y que no los van a creer: “llegan a cosificarse a ellos mismos y a verse como parte del mobiliario urbano” y, en parte, tampoco dan el paso por miedo a que el agresor vuelva para rematarlos. Cuentan en RAIS que la gente los ve como potenciales agresores cuando la mayoría de las veces son las víctimas y piden ahondar en el trabajo de sensibilización de la ciudadanía, recordando que “un porcentaje muy alto de las agresiones las protagonizan jóvenes que están de fiesta”; demandan que se reforme el Código Penal para que se considere la aporofobia (el miedo al pobre y desamparado por el mero hecho de serlo, que degenera en odio) una agravante y así se incrementen las penas. Recuerdan que el Senado dio luz verde hace unos meses por unanimidad a la toma en consideración de una proposición de ley de Unidos Podemos en esa dirección que ahora se tramita en el Congreso, y reclaman además una Ley Integral contra los Delitos de Odio que tenga en cuenta al colectivo de personas sin hogar.

“Es un trabajo de toda la sociedad en el que, por supuesto, hay que incluir a los efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que deben transmitir la confianza necesaria a quien vive en la calle para que no dude en acudir a ellos cuando los necesite”. RAIS lidera el Observatorio HATEnto de delitos de odio contra las personas sin hogar y ha creado una oficina virtual para que víctimas y testigos denuncien, para visibilizar el problema. La Fundación pone también énfasis en la importancia del lenguaje que se usa “porque en el imaginario colectivo no figura persona sin hogar sino vagabundo, indigente o mendigo, a pesar de que el porcentaje de mendicidad es muy bajo. Son etiquetas que no solo no describen su realidad sino que los culpabilizan de su situación y les quitan la dignidad que todo el mundo merece”, y llama a hacer fuerza en el lenguaje hablando de sinhogarismo para dejar claro que “es un problema estructural, no individual”.

En RAIS saben que el recorrido que les queda por delante es todavía largo y que ellos solos no pueden recorrerlo, “porque acabar con este fenómeno es un esfuerzo colectivo”; de ahí que, agradeciendo el apoyo de todos los que colaboran con ellos, hagan una llamada a que se les unan cada vez más. Dicen que en 20 años su trabajo ha cambiado porque han ido logrando avances, pero consideran “una muy mala noticia” que dos décadas después haya gente que ha empezado con la Fundación y sigue teniendo vínculos con ella. Una aclaración: a quienes les preguntan si con el estallido de la crisis atienden a más personas sin hogar les responden que “la gente que vive en la calle ya estaba en crisis antes de la crisis”.

P.S. Puedes firmar ahora su petición para conseguir que nadie viva en la calle en www.raisfundacion.org/encerrados, porque por lo menos 31.000 personas viven en España “encerradas en la calle por la indiferencia, la desigualdad y el odio”.

La fotografía es de ©Jordi Vidal, y en ella aparece, la segunda por la izquierda, Macarena, que vivió más de 20 años en la calle, acompañada de una amiga y de dos compañeras de RAIS.

“Son ya muchas las oportunidades perdidas para evitar que el mundo llegue al umbral de no retorno, y el tiempo se agota”

Que los humanos vamos camino de cargarnos el planeta es un hecho cierto (como consecuencia del cambio climático los fenómenos naturales son cada vez más extremos, el Ártico que se va quedando sin hielo, sube el nivel del mar, etc), como lo es que no estamos poniendo lo suficiente de nuestra parte para impedirlo. Esta realidad es todavía más preocupante si analizamos la actitud que mantienen dirigentes como Donald Trump, el príncipe Mohamed bin Salman o Jair Bolsonaro, que no solo no ayudan a revertir esta tendencia sino que pisan el acelerador en la carrera hacia el desastre, por eso “se necesita que la comunidad internacional sea inflexible en la lucha contra el cambio climático y establezca líneas rojas que no puedan saltarse”. Lo dice Javier Andaluz, responsable de clima de Ecologistas en Acción que, al igual que los los expertos de la ONU, alerta de que se acaba el tiempo para actuar y de que la situación es más que preocupante: “al ritmo que llevamos en emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, en 11 o 12 años habremos desaprovechado la última oportunidad para evitar que la temperatura global suba 2º C, o incluso más, con respecto a los valores de la época preindustrial, lo que significa que en 2050 ya experimentaremos ese incremento”. Y la cosa no se queda ahí, porque los compromisos que los países pusieron encima de la mesa en el Acuerdo de París -firmado en 2015- y “que ya se ha visto debilitado” en la Cumbre del Clima de Naciones Unidas celebrada el mes pasado en Katowice (COP24), nos condenarán a un calentamiento global de 3,5ºC hacia final de siglo, “con lo que las consecuencias podrían ser catastróficas” ; así lo advierten uno y otros.

Javier Andaluz se queja de que la gente no es consciente de lo negro que se puede volver el futuro más inmediato (y avisa de que debería serlo) porque los efectos del cambio climático hace tiempo que son palpables en nuestro país: recuerda que la temperatura ha subido 1,1ºC desde principios del siglo XX y destaca que “es evidente que vivimos olas de calor más prolongadas que dan lugar a períodos de sequía más intensa cada vez en áreas más amplias, que los incendios forestales y el número de hectáreas arrasadas se multiplican, que hay menos días de lluvia y las precipitaciones son mucho más fuertes y concentradas en Comunidades como la gallega, y un largo etcétera. Y si eso sucede con poco más de 1ºC, ¡qué no veremos con una subida de 2ºC o más!, que se traducirían en 4 a nivel local, en España”.

Un negro panorama a nivel mundial

El Grupo Internacional de Expertos de la ONU sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) alerta de que esos 2ºC más marcan el umbral de no retorno. Explica el responsable de Ecologistas en Acción que los bosques, la tundra, los mares o la nieve que tenemos en la Tierra actúan como reguladores climáticos, bien porque absorben dióxido de carbono (CO2) bien porque reflejan la luz del sol; y añade que “se sabe que superado ese incremento, probablemente incluso antes, esos procesos pueden cambiar tan radicalmente que hagamos lo que hagamos sea ya imposible impedir que lleguemos a otro punto de equilibrio climático”. En ese supuesto, si la temperatura sube 3 o 4ºC, ¿qué? Con ese panorama, “la incerteza es la que manda, pero lo que está claro es que las circunstancias serán claramente peores, porque una atmósfera con más calor es una atmósfera con más energía, y esto implica que todos los fenómenos naturales se volverán todavía más extremos, lo cual representa un grave problema. Eso por no hablar de la cuestión alimentaria, porque se experimentará una importante merma o incluso la desaparición de cultivos fundamentales en la pirámide nutricional como el maíz, la cebada o el arroz”.

En su último informe, debatido en la reciente Cumbre de Polonia, el Panel de Científicos de Naciones Unidas pone sobre el papel una comparativa de las consecuencias que supone una subida de la temperatura global de 1,5 y de 2ºC: afirma que, en el primero de los escenarios, hasta el 90% de las barreras de coral estaría en riesgo de desaparecer, mientras que en el segundo desaparecerían por completo; ese medio grado centígrado a mayores implicaría que varios cientos de millones de personas más se verían expuestas a los riesgos climáticos y condenadas a la pobreza; el nivel del mar aumentaría 10 centímetros más, lo que significaría que otros diez millones de ciudadanos se verían afectados; con un incremento de 1,5ºC -que ya está ahí- ecosistemas como el Mediterráneo tendrán serios problemas porque se duplicarán las consecuencias de la sequía, el efecto imparable del cambio climático hace prever que cuando se llegue a 2ºC se triplicarán, “por lo que serán devastadores”; y si se llegase a 3-4ºC, muchas zonas que ahora son habitables dejarían de serlo, “y hablamos de una importante parte del planeta, sobre todo en las latitudes ecuatoriales e intertropicales”.

La COP24, otra oportunidad perdida

Se da por hecho que el incremento de la temperatura se situará por encima de 1,5ºC porque se necesitarían cambios inmediatos, profundos y sin precedentes para evitarlo (que no parecen estar en los planes de los principales Gobiernos): en los mecanismos de obtención de la electricidad, en el transporte, en la industria y en la agricultura. Las emisiones de CO2, dicen los expertos, tendrían que reducirse hasta un 45% para 2030 con respecto a las actuales cifras, y deberían desaparecer en 2050.

Afirma Javier Andaluz que “la COP24 ha dejado muy claro que no existe voluntad política para implantar las soluciones técnicas que permitirían que se pudiese limitar el calentamiento global”. En Ecologistas en Acción, como en el resto de organizaciones medioambientales y otras ONG, se muestran muy decepcionados no solo porque no se haya avanzado nada en la reciente Cumbre de Katowice sino porque “incluso hemos ido hacia atrás”. Los casi 200 países participantes firmaron una Declaración Final “que salva los muebles, pero lo que se recoge en ella es mucho más flojo que lo contenido en el Acuerdo de París”. Explica que no refrendaron con toda la fuerza con la que deberían haberlo hecho el informe del IPCC sobre el 1,5ºC y que apenas hay referencias a sus advertencias; que dieron una patada hacia adelante al llamado “Diálogo de Talanoa” (un proceso de debate constructivo con propuestas de Gobiernos y sociedad civil para avanzar hacia el cumplimiento de objetivos climáticos que ahora pasa a llamarse “Diálogo de la Ambición”), posponiendo para este año sus conclusiones -que deberían haberse cerrado en 2018-; que la fuerza vinculatoria del texto es prácticamente nula porque, si en París hablaban de “adoptar” o “impulsar”, aquí han optado por “tomar nota” o “apuntar”; y, concluye, tampoco se fijaron objetivos.

A pesar de todo, Javier Andaluz defiende que las Cumbres del Clima sirven para “dar pasos en la buena dirección; pasos que sin ellas no se darían porque para muchos Estados la lucha contra el cambio climático no significa nada y está lejos de sus prioridades” (no así de los pequeños países insulares, que ante la inminencia de su desaparición son los más combativos y los que llevan pidiendo más compromisos desde la Cumbre de Río de Janeiro en 1992). Eso sí, asegura que esos pasos “son insuficientes y están a años luz de los que se necesitan”. La cita de este 2019, la COP25, es en Chile y las perspectivas “no son buenas”.

“Imposible entender la inacción”

Para él “es difícil de entender” que haya líderes mundiales que se nieguen a actuar cuando están viendo los costes de no hacerlo: en vidas humanas perdidas, cada vez con más huracanes, tifones, inundaciones, con sequías más extremas y con incendios más voraces; y en la millonaria factura que dejan tras de sí, pues los diez peores desastres naturales del año pasado relacionados con el cambio climático han causado daños cuantificables en alrededor de 70.000 millones de euros. Asegura que esos líderes saben desde hace más de una década que, de no actuar a tiempo y como hay que hacerlo, “los costes se multiplicarían”. En 2006 se conocía el Informe Stern, encargado por el Gobierno británico al economista Nicholas Stern, que avisó de que se necesitaba una inversión anual equivalente al 2% del Producto Interior Bruto mundial para mitigar los efectos del cambio climático y advirtió que, de no hacerla, el mundo se expondría a una recesión que podría alcanzar el 20% de ese PIB a finales de este siglo. La advertencia era así de clara: “nuestras acciones en las décadas venideras pueden implicar el riesgo de una disrupción de la actividad económica y social durante el resto del siglo XXI y del siguiente de una escala semejante a la de las Grandes Guerras y la Gran Depresión”.

En Ecologistas en Acción insisten en que actuar pasa por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y por apostar por las energías renovables: “lo lleva repitiendo la ciencia desde 1988, cuando se creó el Grupo Internacional de Expertos de la ONU sobre Cambio Climático; lo que hace falta es asumir que esto tiene una serie de consecuencias económicas y que es incompatible con el actual sistema. Se necesita voluntad política para avanzar en la transición hacia un horizonte 100% renovable y cuanto más tiempo tardemos en realizarla mayores serán los costes: porque el petróleo y los minerales se agotan y el cambio climático avanza, y la combinación de estos factores implica que si no somos capaces de realizar ese cambio se hará a la fuerza y con enormes pérdidas sociales y ambientales”.

Cómo estamos en España

Tras calificar de “nefastos” para la lucha por la defensa del planeta las políticas ambientales en los años de Gobierno de Mariano Rajoy, Javier Andaluz se queja de que el Ejecutivo de Pedro Sánchez “siga en las palabras, sin hechos”. Recuerda que la ministra de Transición Ecológica se ha comprometido a ser más ambiciosa en los objetivos de reducción de emisiones de CO2: primero a través de una Ley, después de un Real Decreto que estaría listo en 2018, “y ni una ni otro”; dice que el carbón lo están abandonando las empresas cuando no les salen las cuentas y que no se sabe nada del cierre de las nucleares. Y aclara que, en todo caso, las metas que marca Teresa Ribera distan mucho de las que reclaman las organizaciones medioambientales.

Desde Ecologistas en Acción reconocen que los ciudadanos tenemos nuestra parte de culpa por la falta de concienciación de un sector de la sociedad (recuerda que usar el coche y viajar en avión son las dos medidas que mayor impacto climático tienen), pero destaca que “nuestro grado de responsabilidad con respecto al que tienen las Administraciones es distinto”, ya que es de los poderes públicos de quienes depende que se reduzcan la práctica totalidad de las emisiones derivadas de la movilidad urbana. En España, el sector del transporte es el máximo emisor de gases de efecto invernadero -representa el 26%- e incluimos también al de mercancías, que se realiza mayoritariamente por carretera en lugar de en tren (como ocurre en otros países europeos); y de las Administraciones depende también cerrar las nucleares y acabar con el carbón. Javier Andaluz tampoco quiere dejar pasar la oportunidad de avisar sobre el impacto que la “industrialización del campo y el abandono de los oficios tradicionales está teniendo en el avance sin control del cambio climático”. Todo esto demuestra, dice, que “el ecologismo no es solo lo que necesitamos para salvar el planeta sino una alternativa de vida digna, que además fortalece los círculos más próximos para conseguir una sociedad respetuosa con los límites planetarios, que es el único futuro posible”.

La risa influye positivamente en l@s niñ@s que han vivido una guerra. PSF ya tiene la evidencia científica

La risa es una de las mejores medicinas, sino la mejor: genera hormonas que contribuyen al bienestar físico, tiene efectos terapéuticos sobre la salud mental, es un analgésico natural, ayuda a la recuperación de los pacientes, en opinión de algunos especialistas fortalece el sistema inmunológico y previene enfermedades…, y ahora se ha constatado que su acción disminuye la sintomatología del estrés postraumático en niños que han vivido un conflicto bélico, no solo ayudándoles a mejorar su estado de ánimo sino también su comportamiento social. Es la conclusión a la que ha llegado la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona tras evaluar el impacto de uno de los proyectos de Payasos Sin Fronteras, una ONG que lleva un cuarto de siglo haciendo reír a pequeños -y también a mayores- que atraviesan situaciones extremadamente difíciles. Nos cuenta su gerente, Carlos Requena, que “queríamos poder dar respuesta científica a una pregunta que hemos estado arrastrando todos estos años, porque había gente que nos decía: Muy bien, vais allí, hacéis reír a la gente un rato, ¿y después qué?”. Dice que ellos siempre han tenido claro que su labor resulta muy útil desde el punto de vista emocional y psicológico: “siempre lo hemos sabido porque hemos vivido situaciones sorprendentes mucho tiempo después de haber estado en un lugar”. Y pone un par de ejemplos: en uno de sus viajes a la antigua Yugoslavia (donde empezó todo) se encontraron con una mujer que guardaba el confeti de uno de los espectáculos que había visto siendo niña; y en la presentación en la sede del FMI de Clowns Without Borders USA, una funcionaria del organismo contó que todos en su familia recordaban -todavía ahora- cada uno de los años durante los cuales Payasos Sin Fronteras había visitado los campos de refugiados de la ex Yugoslavia en los que habían estado: “Que se acuerden de ti dos décadas después, emociona; nos quedamos patitiesos”, confiesa.

Explica que ahora eso que ellos -y quienes los apoyan- ya sabían se ha visto corroborado por expertos, por eso asegura que están viviendo el segundo momento más importante de su historia después de la fundación, porque por fin tienen la evidencia científica con la que seguir luchando pacíficamente por “tratar de conquistar también los corazones de la gente más racional y más fría, que lo mira todo con estudios en la mano”. Esperan que esto les sirva para sumar adeptos a su causa. Dicen que han comprobado que su medicina tiene efectos sobre los niños, pero están convencidos de que sucede lo mismo en el caso de los adultos, “porque las emociones positivas son muy útiles para todos los que viven situaciones de este tipo tengan la edad que tengan; se refleja en sus caras cuando ven reír a los más pequeños y cuando ellos mismos se ríen”. Y es que “los niños son la prioridad, el pretexto -si tú quieres-, porque, con ellos como centro, trabajamos para todos los que están a su alrededor”. De hecho, apuestan por dirigirse a las familias buscando multiplicar el impacto de su labor.

Payasos Sin Fronteras son sus más de mil artistas

Mucha gente pensará que es fácil hacer reír, aunque a mí me parece sumamente difícil, pero ¿diríais que es fácil sacar una sonrisa a quién ha tenido que dejarlo todo atrás por la guerra, a quién ha tenido que huir para salvar la vida o a quién lo ha perdido todo por una catástrofe natural? Pues eso es lo que llevan haciendo los artistas que han formado o forman parte de Payasos Sin Fronteras desde hace ya casi 26 años, alrededor de 250 en la actualidad, más de mil a lo largo de todo este tiempo. Y, pese a lo que pueda parecer desde fuera, la respuesta es que, “no siendo fácil, porque hablamos de situaciones muy duras, resulta muy gratificante; en ocasiones, incluso más que hacer funciones en teatros o salas en España o en cualquier otro país europeo”. Explica Carlos Requena que aquí los niños “son, en general, más distantes y están aburridos con tantas posibilidades de ocio como tienen a su alcance, por lo que cuesta mucho conseguir que se metan en el espectáculo”. Cuenta que el panorama ha cambiado algo en la última década con la crisis, “una crisis que parece que tiene intención de quedarse”, y es que la ONG también tiene proyectos en España, en el ámbito de la exclusión social. “Aun así -asegura- la inmensa mayoría de los chavales sigue teniendo muchísimas más opciones que, por ejemplo, los que viven en la Franja de Gaza, donde la actividad recreativa es inexistente y donde ver un payaso es algo alucinante; lo pasan genial, se vuelven locos y eso es algo maravilloso para los artistas”.

Artistas “de una gran calidad humana -destaca- que están deseando participar en nuestras giras, hasta el punto de que en la oficina tenemos muchos problemas para organizarlo y lograr que todos estén contentos porque, por desgracia, nuestros recursos son limitados”. Son profesionales que colaboran como voluntarios y que no solo no cobran nada por su trabajo sino que además pagan. Desde hace unos años, para compensar la bajada de las ayudas por la crisis, decidieron en asamblea que cada uno pondría, a modo de aportación, el 25% del coste logístico de los proyectos en los que participa; “se dan ellos mismos e incluso contribuyen con dinero para poder seguir realizando el mayor número de viajes posible y llegar así a cuantas más personas mejor”.

“Hay que saber gestionar la energía”

Afirman en Payasos Sin Fronteras que los niños y los adultos que atraviesan situaciones tan críticas como las que han visto en la ONG valoran enormemente que los tengan presentes, que haya quien se acuerde de ellos y se desplace hasta donde están para regalarles un espectáculo con el que hacerles reír. Cuenta el gerente que los artistas van con las pilas cargadas a tope, porque lo que hacen es “traspasar esa energía positiva que ellos tienen a quienes ven la función”. Explica que, precisamente por eso, no pueden permanecer demasiado tiempo en la zona, expuestos a situaciones tan crueles, “porque se quedarían sin esa energía, el contexto se los comería y no serían capaces de hacer reír”. Estar poco tiempo allí -dice- les permite volcarse y dar todo lo que tienen dentro; “cuando la energía empieza a consumirse es el momento de volver a España”. Y regresan “muy tocados por lo que han visto; eso sí, nada comparable con lo que viven los expatriados de las organizaciones no gubernamentales.

Muchas veces les han preguntado porqué no forman a gente local como artistas, para que sigan realizando su labor cuando ellos se van, y la respuesta que dan está relacionada con todo lo anterior: “sería imposible, porque al vivir un día a día tan tremendamente duro carecen de la energía positiva necesaria para darle al público lo que espera o lo que necesita, que son funciones frescas y alegres”.

Gracias a l@s soci@s y colaborador@s

Carlos Requena tiene claro que si han llegado hasta aquí -además de por el compromiso de los artistas- es gracias a todas esas personas que los han apoyado y los siguen apoyando de forma prácticamente incondicional. Reconoce que también ellos han notado los efectos de la crisis -ya lo apuntábamos antes- pero destaca que, a pesar de todo, han mantenido gran parte de los socios y donantes, y se lo agradece “de corazón”; también a los que se han visto obligados a priorizar y han tenido que retirarles su aportación “aunque no su apoyo, un respaldo que seguimos notando”, asegura.

Los socios son un pilar fundamental, pero también reciben aportaciones de empresas, de entidades, y de Administraciones Públicas, y sostiene que el no depender de una única fuente de financiación les ha permitido -y les permite- mitigar el golpe de la crisis. Se queja de que los poderes públicos “desaparecieron del mapa durante varios años” y cree que “algunos no volverán a aparecer en escena”. En este sentido, valora la implicación del Ayuntamiento de Barcelona, “el que se ha mantenido más fiel”, y dice que “del resto no se salva nadie”. A la espera de ver lo que pasa con el actual Gobierno, critica sobre todo al Ejecutivo de Mariano Rajoy, pero también a la Generalitat de Catalunya, si bien admite que “parece que últimamente se está despertando”. Entiende que ahora las prioridades son otras, pero afirma que “se debe seguir apostando por la cooperación y por la ayuda humanitaria: porque es de justicia, y porque es imprescindible tanto para evitar crisis como la migratoria que estamos viviendo como para garantizar la estabilidad a nivel internacional”.

Cómo empezó todo y dónde están

Están a punto de cumplir 26 años -“que se dice pronto”- y no se cansan de repetir que todo empezó en plena Guerra de los Balcanes, gracias a los chavales de un colegio de Sarriá (Barcelona) que, junto con otras escuelas de distintos países -una de ellas de Croacia-, pensaron que a través de la risa podían ayudar a los niños que estaban siendo azotados por el conflicto y se les ocurrió trasladarle la propuesta a Tortell Poltrona, un conocido payaso muy vinculado con el barrio que recogió el guante sin pensarlo dos veces: “ni corto ni perezoso, se lanzó a intentar hacer realidad esa expedición”. Así fue cómo surgió la primera gira y, al poco tiempo, Payasos Sin Fronteras.

Son muchos los proyectos que tienen, centrados en Oriente Próximo, donde trabajan con los refugiados de Siria e Irak en Líbano, el norte de Jordania y el Kurdistán iraquí; siguen trabajando en América, sobre todo en Colombia con los desplazados internos; en África: en Etiopía, que acoge a muchos refugiados de países vecinos en guerra como Sudán, Eritrea o Somalia, y en Costa de Marfil, Burkina Faso o Angola; y en Ucrania, con los desplazados por el conflicto del Donbass. Prestan también su ayuda en España, como consecuencia de las secuelas de una situación de empobrecimiento progresivo que parece no tener fin, fundamentalmente en Barcelona y Madrid, “porque pensamos que la crisis no ha terminado, ni mucho menos”. Aclara Carlos Requena que trabajan allí donde pueden pero que, como no tienen recursos infinitos, deben priorizar y priorizan en los países que acogen un mayor número de refugiados.

Hoy en día hay organizaciones hermanas de Payasos Sin Fronteras en EE.UU, Canadá, Sudáfrica, Suecia, etc., y cada una de ellas viaja a distintas zonas, cubriendo así casi todos los lugares con mayor población refugiada y con más desplazados internos a causa de conflictos armados o catástrofes naturales. No se quejan, pero saben que con más capacidad económica podrían hacer más giras y llegar a más niños y niñas y a más familias allí donde ya están; por eso aprovechan las fechas en las que nos encontramos para hacerles su petición a SS.MM los Reyes Magos de Oriente: “Que podamos aumentar nuestra presencia en los países en los que ya tenemos proyectos, para redoblar así el alcance de nuestro impacto”. ¡Ojalá lo consigan!

P. S. La fotografía que ilustra el post es de ©Kim Manresa PSF